Creado en: noviembre 27, 2023 a las 10:49 am.
Bajo el jagüey, sangre de hermanos
Cuán hermoso y justo sería que este 27 de noviembre, de manera orgánicamente incorporada, de una vez y para siempre, los jóvenes que conmemoren el aniversario 152 del fusilamiento de los estudiantes de Medicina, honren a los negros que intentaron rescatarlos de la saña criminal de las huestes coloniales. Ocho con nombres y apellidos; y otros cinco, al menos, en un forzado y perverso anonimato. Todos, para decirlo con palabras martianas, son «cadáveres amados».
Invitado al acto que tuvo lugar en el Aula Magna de la Universidad de La Habana, a 90 años del asesinato, el comandante Ernesto Che Guevara, tras rendir tributo a la sangre de los estudiantes fusilados, acotó: «Como noticia intrascendente que aún durante nuestros días queda bastante relegada porque no tenía importancia para nadie, figura en las actas el hallazgo de cinco cadáveres de negros muertos a bayonetazos y tiros».
Con su proverbial sentido de la justicia, y suprema orientación ética, el Che abordó el tema como para que no más el gesto quedara en el vacío, conociendo seguramente la referencia archivada en la correspondencia de Emilio Roig de Leuchsenring, historiador de la ciudad, quien el 18 de enero de 1941 dirigió una comunicación al entonces Ministro de Obras Públicas, en la que apremiaba a dictar «órdenes para que en el parque de los mártires se rinda cerca del templete que rodea el lienzo de la pared junto a la cual cayeron los estudiantes de 1871, un permanente homenaje a la memoria de los que pagaron con su vida la defensa de aquellos inocentes».
En una república que había frustrado los sueños de Martí, y en la que el racismo heredado de la colonia se reproducía, el proyecto de Roig nunca salió adelante. A ello se sumaban los prejuicios de una historiografía de signo positivista, en la cual lo que no estaba estrictamente documentado se hallaba condenado al no reconocimiento. Se obvió el papel de la tradición oral, de la memoria, del patrimonio que se hace tangible en la transmisión de una a otras generaciones, a tal punto que, todavía, hay quienes dudan y no acaban de admitir lo que se ha ido revelando con el tiempo.
Las potencias abakuá no perdieron el rumbo y atesoraron el legado del desigual y épico intento de rescate de los estudiantes. Pues eran miembros de la fraternidad los que se inmolaron aquel día. En 1971, Manuel Cuéllar Vizcaíno, periodista de ejercicio agudo, amigo de Nicolás Guillén, publicó en La Gaceta de Cuba, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) (no. 89), un revelador artículo titulado Un movimiento solidario con los ocho estudiantes de Medicina, en el que citó fragmentarias pero ilustrativas fuentes documentales, y siguió la pista a elementos aportados por líderes de las potencias habaneras.
En la misma revista de la Uneac (no. 5, sept. 1998), el escritor, investigador y activista social Serafín Tato Quiñones profundizó en el tema mediante el texto Historia y tradición oral en los sucesos del 27 de noviembre de 1871. Para no quedar solo en la palabra, Tato, junto a jóvenes intelectuales y religiosos, peregrinaron a partir de 2006 hasta la intersección de las calles Morro y Colón, donde, bajo la sombra de un jagüey, de manera muy modesta, se recuerda a los ñáñigos anónimos, pues a su vera murió asesinado el quinto protagonista de la acción quijotesca.
Desde entonces, cada año la conmemoración ha crecido en participación y perspectiva. El Consejo Supremo Abakuá y otras instancias de la sociedad civil auspician la iniciativa en la que también se han involucrado la Oficina del Historiador de la Ciudad y la Comisión José Antonio Aponte, de la Uneac, las fundaciones Fernando Ortiz y Nicolás Guillén, y el gobierno capitalino. No es una celebración religiosa, sino patriótica. En los últimos años acuden estudiantes de nuestras sedes universitarias y mucha gente de pueblo que entienden el convite como una instancia de necesaria reflexión. Valen, asimismo, las convocatorias de la Casa de África y de intelectuales como Ramón Torres Zayas y Sinesio Verdecia, y el empeño del diputado doctor Orlando Gutiérrez Boza.
Mucho puede y debe acometer el subprograma de la memoria histórica del Programa Nacional contra el Racismo y la Discriminación Racial, aprobado en noviembre de 2019 y con resultados alentadores, por promover, naturalizar e impregnar de coherencia una conmemoración que fortalece el color cubano de nuestra identidad.