Creado en: febrero 11, 2024 a las 12:13 am.
Un regalo dominical para Roberto Sánchez Ferrer
Por Oni Acosta Llerena
En días pasados, la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba ofreció un concierto en la Sala Covarrubias del Teatro Nacional para homenajear al maestro Roberto Sánchez Ferrer, cuya prolífera vida, dedicada al magisterio y a la promoción del arte lírico y sinfónico, fue reconocida con el Premio Nacional de Música 2023.
El director invitado fue el maestro Igor Corcuera, trompetista y a la vez director titular de la Banda Nacional de Conciertos, quien supo guiar certeramente un programa para nada extenso, pero simbólicamente muy influenciado por estilos cercanos a Sánchez Ferrer. Cuando hablamos de géneros y de la carrera misma de este singular músico cubano, debemos hacer hincapié en toda su labor como arreglista –también llamada orquestación en otros contextos–, y que por más de 50 años fungió como director de orquesta, envuelto sobre todo en los avatares de la ópera, la zarzuela o el ballet.
Sánchez Ferrer es un eslabón fundamental en la concatenación sonora de una época que comprende a los grandes clásicos cubanos como Gonzalo Roig, Rodrigo Prats o Ernesto Lecuona, y que se ramifica estilísticamente en la ascensión del teatro lírico cubano en todo su esplendor. Todo, además, sin pasar por alto los grandes aportes interpretativos en el género lírico por parte de Rita Montaner, Esther Borja, Ramón Calzadilla, Hugo Marcos, Adolfo Casas, Alina Sánchez o Linda Mirabal, entre otras voces que figuraron como artífices de una extraordinaria pujanza vocal. Estos dos afluentes, unidos al talento, al magisterio y a la perseverancia de Sánchez Ferrer, lo hacen pertenecer al parnaso de nuestros clásicos.
Por ello, el programa escogido para el concierto de marras no podía deslindarse de su obra y de sus aportes concretos en la difusión de varios autores. Así, la presencia de la soprano Johanna Simón junto al guitarrista Luis Manuel Molina, interpretando las Bachianas Brasileiras No. 5, fue una invocación al mejor repertorio lírico contemporáneo, específicamente por la versión escogida para soprano y guitarra. Asumir esta obra readaptada para guitarra y soprano por el propio Villa-Lobos, poco después de su estreno en 1938 sobre la original (para soprano y ocho cellos), nos condujo por un profundo sendero de aportaciones estilísticas de los solistas, que mostraron una depurada madurez sobre la obra. Luego la Orquesta Sinfónica haría una excelente ejecución del Prólogo de la zarzuela Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig, en la que fue evidente el pleno dominio musical, orquestal y dramatúrgico del director Igor Corcuera sobre la obra. El momento culminaría en un éxtasis apoteósico, cuando la soprano Johanna Simón irrumpió caminando por la sala hasta el proscenio, para integrarse a la orquesta, y así regalarnos la Entrada de Cecilia Valdés.
El concierto terminaría con una obra de reconocido lenguaje dentro del sinfonismo clásico y también preferida por Sánchez Ferrer: la Sinfonía No. 7 en La Mayor, de Beethoven, en la que, una vez más nuestra Sinfónica Nacional exhibe su cohesión y aprehensión estilística y muestra el virtuosismo de sus integrantes. Aplausos para ellos y un bravo superlativo para sus primeros atriles, para la concertino, maestra Desiree Díaz y, sobre todo, para Roberto Sánchez Ferrer.