Creado en: abril 22, 2024 a las 10:28 am.
Pancho Amat, un artista versátil y único
Mi padre vendía carbón en la calle y un cliente que no tenía cómo pagarle, le propuso cambiarle un saco por una guitarra. Él sabía de mis actitudes por la música, así que accedió. La famosa guitarra resultó ser un Tres al que le habían cambiado las cuerdas.
Así fueron los inicios del reconocido guitarrista y tresista cubano, quien encontró también en la magia y pedagogía de un señor que vivía cerca de su casa y sabía tocar ese instrumento, el empuje para su formación, enseñándole los primeros acordes hasta que comenzó a tocar con una afinación típica de la cuenca del Ariguanabo en Güira de Melena, hoy provincia de Artemisa. Allí, en tierra natal de Amat, se pone afinación diferente al tocar el punto cubano, que el artista recomienda incluso actualmente, aunque la academia y la experiencia diversificaran sus técnicas.
En una ocasión contó a este portal web, su vinculación también con la Casa de Cultura de su municipio y un conjunto campesino donde cantaban Angelito Valiente, Pablo León y otros grandes poetas. En esa etapa se forjó su amor por la décima. Por otro lado, había un conjunto de rumba del Sindicato de la Construcción, que también ensayaba allí. Poco a poco se integró a ellos, primero tocando las claves y haciendo coros. Al final ya tocaba tumbadoras en los carnavales y era uno más. Así se acercó al mundo de la rumba.
Por esos tiempos había también un conjunto de son que lideraba un tresero pinareño llamado Ramón Camejo pero todos le decíamos Lucumí. Esa persona fue prácticamente mi profesor, el que me enseñó lo fundamental del instrumento. Cuando aprendí a tocar un poco más a fondo el Tres, me di cuenta de la grandeza de Lucumí.
Durante la Secundaria Básica estuve vinculado al mundo de la música, porque había grupos de teatro que necesitaban acompañamiento, así como cuartetos y todo tipo de pequeños formatos de agrupaciones al estilo de Los Zafiros, Memé Solís y Los grandes de aquel tiempo.
En mi adolescencia me acerqué al jazz gracias a la colección de discos que tenía el padre de un amigo, escuchaba sobre todo jazz de orquesta. Empezaba a difundirse el rock y sobre todo Los Beatles. Mi mundo musical era bastante ecléctico y probablemente por esa razón siempre he sido bastante desprejuiciado con los géneros musicales. Esas fueron las tentaciones que me hicieron ver que en mi vida la suerte estaba echada por la música.
La Canción Nueva
En Cuba hacía falta profesores, cuando Pancho comenzó el preuniversitario, por eso entró al pedagógico Enrique José Varona, pero como no podía vivir sin la música a esas alturas, comenzó a relacionarse con el mundo de los artistas aficionados. En esa etapa, gracias a la influencia de algunos amigos, conoció la Nueva Canción chilena y la música que se estaba haciendo en Latinoamérica en esos momentos. Incluso, llegó a fundar un grupo de música latinoamericana, que se presentó en varios eventos.
Cuando estaba apunto de graduarme de profesor asumí que tal vez la música sería un hobby para mí, pero la llegada a Cuba de Quilapayún lo cambió todo. Ese primer contacto con el grupo chileno me deslumbró profundamente. Me preguntaba cómo se podía tocar también con una pequeña caña vegetal y aquellos charangos. En ese viaje, Quilapayún tocó ante Fidel Castro, quien, por supuesto, quedó muy impresionado. Cuba había estado muy lejos de las sonoridades de Latinoamérica, debido al bloqueo, por eso el Comandante le preguntó a Quilapayún cómo podíamos tener un grupo así en nuestro país. Los integrantes del grupo estaban interesados en la música cubana, así que le propusieron un intercambio, en el que jóvenes cubanos les enseñaran y viceversa. Lamentablemente, los chilenos no pudieron venir por la situación política de su país. Era el año 1971 y el golpe de estado en Chile estaba al acecho. Pero insistieron en que los jóvenes cubanos fueran a su país a aprender y a vivir la situación social en carne propia, que a fin de cuentas era el material de la música de Quilapayún. Fui parte de esa delegación. Casi por accidente soy músico. Allí nació “Manguaré” que fue la puerta por la que entré para cumplir mi sueño.
Manguaré, con sonido cubano
El Maguaré es un tambor indígena hecho con un tronco de árbol. “Cuando creamos “Manguaré” la idea era traer a nuestro país las sonoridades latinoamericanas sin dejar de representar la esencia de nuestra cultura”.
Junto a Manguaré realizó alrededor de 40 giras internacionales durante 17 años de trabajo. El grupo tiene un legado de 12 discos en los que Pancho hace gala de su versatilidad como instrumentista, sus influencias de diferentes géneros musicales y la capacidad de orquestación que posee.
Con la fundación del Movimiento de la Nueva Trova -del que formé parte junto a Manguaré desde su reunión constitutiva en Manzanillo- comencé a colaborar con mis compañeros tocando el Tres. En ese tiempo trabajé con Lázaro García, Augusto Blanca, Vicente Feliú, Silvio Rodríguez y muchos otros cantautores.
Sin proponérmelo logré que el Tres se ajustara a ese lenguaje único que logró crear la Nueva Trova cubana. Esos encuentros me hicieron ver al Tres de manera más diversa y me di cuenta de que las esencias se podían adecuar a otras sonoridades.
Me siento feliz de haber explotado al máximo mi instrumento y despertar la curiosidad de los jóvenes, provocar su curiosidad de manera tal que el Tres no se quede siendo un objeto de museo, sino un instrumento vivo.
Durante su carrera, Pancho Amat ha dirigido prácticamente todos los formatos con que cuenta la música cubana, desde agrupaciones soneras, tríos o cuartetos, hasta conjuntos típicos y charangas, e incluso trabajos junto a la Orquesta Sinfónica Nacional.
Ha colaborado con músicos como: Óscar D’León, Papo Lucca, Joaquín Sabina, Cesaria Évora, Ry Cooder, The Chieftains, Yomo Toro, John Parsons, Mongo Santamaría, Andy Montañez, Giovanni Hidalgo, Dave Valentín, Alfredo de la Fe y Víctor Jara.
Su Tres mantiene aún la afinación campesina y ha sabido mezclarse con diversos géneros y resaltar en los más grandes escenarios. Esa es la esencia de Pancho Amat, la versatilidad aferrada a su raíz.