Creado en: mayo 21, 2024 a las 08:49 am.
La Nueva Trova afianzada en la virtud
Por Guille Vilar
La presentación del libro La Habana, día de un año, de Patricia Ballote Álvarez, constituye un valioso testimonio del concierto que marca el nacimiento del suceso cultural cubano.
Siempre he pensado que, para hablar de la Nueva Trova, tenemos que ubicarla como un hecho cultural cuya impronta trasciende el ámbito propiamente musical, al ser avalado como un soporte ético fundamental de los preceptos morales que distinguen a la Revolución Cubana desde sus inicios.
La presentación del libro La Habana, día de un año, de Patricia Ballote Álvarez, y la Editorial Ojalá, es prueba de ello. Se trata de un valioso testimonio bibliográfico que nos remonta a aquel lunes 19 de febrero de 1968, cuando Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola se presentaron en concierto por primera vez, en Casa de Las Américas, ocasión que marcó el nacimiento de la Nueva Trova.
La joven autora nos conduce por pasajes históricos que nos llevan a imaginar la imposibilidad de un absurdo, para aquellos tiempos, como sería la existencia de la banalidad de un Bad Bunny. Es que al mundo de aquellos tiempos se le define como un hervidero de profundos cuestionamientos de la fe, el amor, la familia, la libertad y los valores tradicionales, en acciones que son reflejadas desde la mayor amplitud en el libro.
Por otra parte, si a los 60 se les reconoce como La Década Prodigiosa, realmente sería un lamentable error restringir tal acepción solo a la música pop de aquellos años. Es el momento del pleno esplendor de los escritores Gabriel García Márquez y Julio Cortázar; de cantautores como Joan Manuel Serrat y Luis Eduardo Aute, en España, o de Pete Seeger y Bob Dylan, en Estados Unidos.
Después de recorrer la cultura de medio mundo en aquel de entonces, Patricia llega a la Cuba de esos años para exponer las razones de las transformaciones sociales en todos los ámbitos, con sus aciertos e incomprensiones.
No hay párrafo en el libro de Patricia en que no sobresalga la reflexión profunda enraizada en el alma de estos jóvenes ante la injusticia, y más si están apoyados por la nobleza de un ser humano del rango de Haydee Santamaría.
Nos cuenta la investigadora que, en ese memorable concierto, que tuvo lugar en el tercer piso de la Casa, cuando aún la sala no había sido nombrada Che Guevara ni estaba todavía en ella el Árbol de la Vida, los primeros asombrados fueron los propios músicos ante la cantidad de gente que colmó el espacio.
Después de cantar las canciones seleccionadas, se les pedía, insistentemente, otras, y tuvieron que acudir a sus amigos Vicente Feliú, Eduardo Ramos y Martín Rojas, para que salieran de entre el público y se pusieran a cantar.
Definitivamente, si en diciembre de 1972 tuvo lugar el bautizo del Movimiento de la Nueva Trova, este concierto, cuatro años antes, fue la simiente de un desempeño artístico afianzado en la virtud, y en el decoro inherente a los fundamentos martianos y fidelistas, que sigue despertando admiración, después de medio siglo.