Creado en: junio 17, 2024 a las 01:40 pm.
Un impacto que perdura en la conciencia
Por: Amado René del Pino Estenoz
A la par del triunfo de la Revolución cubana que sacudió las estructuras familiares, profesionales y cívicas de la población cubana a finales de la década de 1950; se produjo una renovación expresiva en las formas de crear y comunicar en los medios públicos que marcaría un hito en los lenguajes narrativo, musical, escénico y cinematográfico para las futuras generaciones de intelectuales.
Esa sucesión audaz de noticieros cinematográficos, epopeyas documentales, irreverentes puestas en escena, luminosas traducciones y conciertos definitorios; tuvo entre sus formidables impulsos, el toque de sensibilidad que le insuflaron comunicadores de la imagen que, transgrediendo los límites del afiche, las pancartas y las portadas de libros, develaron cuán vital y cercano podía representar para amplias audiencias el universo de la cultura. A esas voces mayores del diseño gráfico —Umberto Peña, Alfredo Rostgaard, Rafael Morante, Raúl Martínez—, sumaremos en el presente diálogo a Jorge Martell, cuya erudición iconográfica y dones de improvisación barroca le han permitido adquirir una perspectiva profunda de su admirable profesión.
A la par que la obra robusta de nuestros exponentes cimeros de las artes gráficas alcanzaba un reconocimiento internacional sin precedentes —en 2017 ya la Colección de carteles cubanos de cine, atesorada por nuestra Cinemateca, había alcanzado el registro regional y, posteriormente, mundial dentro del Programa Memoria del Mundo de la Unesco—, la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí consolidaba dentro de su programa cultural el peso de las acciones relacionadas con la promoción, teorización y curaduría del diseño gráfico.
En la galería El reino de este mundo, donde confluyeron en abril de 2022 acontecimientos notables de la vida cultural de la vigente década —la 30ma. Feria Internacional del Libro, la 3ra. Bienal de Diseño y el aniversario 55 del Instituto Cubano del Libro—, se concibió la exposición Diseño Puro. Diseño de cubiertas, 1967-2022, en la que Jorge Martell se mostraba como un artífice y testigo sin par del movimiento editorial cubano.
Más recientemente, durante el espacio bimestral Diseño Gourmet el prolífico creador de universos gráficos —tal como sus admirados Marcel Duchamp, Alexander Rodchenko y Andy Warhol—, realizó una sistematización de tres cuartos de siglo de vida a través de 76 logotipos que ponían en evidencia cuánto de técnica, pensamiento e imaginación requiere dotar de una identidad visual a los más disímiles proyectos, ya sean de índole lúdico, sanitario, judicial, inmobiliario, cultural, industrial o académico.
Nuestro Premio Nacional de Diseño del Libro, más allá de su versatilidad creativa, ha sobresalido entre sus contemporáneos por su sentido crítico y capacidad de respuesta ante las situaciones inverosímiles que enfrentan sujetos sociales en la época contemporánea. Sin soslayar sus vínculos con los artistas visuales de la más diversa índole —cineastas, muralistas, impresores, escultores, retratistas—, ni despreciar la dignificación y libertad creativa que implican los encargos artísticos, Jorge Martell expresa la ambivalencia de un oficio que moviliza multitudes y alcanza sus expresiones de culto.
—¿Cuánto bagaje intelectual e informativo debe poseer un diseñador gráfico?
—¡Todo el que pueda acumular!… en cualquier circunstancia que le depare la vida puede incrementar su «arsenal de trabajo». Quizá esto suene muy general, por eso voy a utilizar el símil de la profesión más parecida al diseño gráfico para la comunicación, que es la interpretación actoral, o lo que es lo mismo, el trabajo del actor, desde el siguiente punto de vista: cuando un actor es intérprete, quiero decir, cuando cumple las leyes de su oficio a plenitud, que logra llegar primero a ser él mismo como ser humano… o sea, imaginar lo que haría él si estuviera en la situación del personaje (primer paso) y de ahí salta, con «el trabajo de mesa» y cae en el verdadero trabajo del actor —utilizando los recursos del único método actoral que existe, el creado por Stanislavski—, hasta llegar a sentir lo que sentiría el personaje en la situación dada.
«Pues bien, al diseñador gráfico le pasa lo mismo, puede hoy hacer la cubierta de un libro sobre “cómo comprender mejor a los hijos” (sin tenerlos), un logotipo para una discoteca (y no saber bailar), un cartel diciendo «cómo conducir mejor un vehículo automotor» (y no sabe manejar), o la portada para un disco compacto de música de reguetón, cuando lo que escucha mientras trabaja es música culta.
«O sea, mientras más experiencias se tenga en profesiones y conocimientos de cualquier tipo, incluyendo los que puedan no interesarle, más será el arsenal de información que tendrá el artista para solucionar su tarea de diseño en un futuro».
—¿Qué lugar le asigna al diseño dentro de la evolución de las artes visuales a partir del arte impresionista y de las vanguardias?
—No hace falta comparar al diseño gráfico, ni con los ismos ni con las vanguardias, soy muy incisivo y claro en esto. El diseño gráfico es el más difícil y el más importante de lograr sus objetivos, de todas las especialidades de las artes visuales.
«Fíjate que es la única especialidad donde el especialista, que tiene que ser un verdadero artista, en unión de su cliente, tiene que satisfacer la demanda de un destinatario constituido por millones de seres humanos, sin importar si lo que se quiere “vender” son productos o servicios —para la publicidad—, o ideas políticas o religiosas —para la propaganda—.
«Mientras que un pintor, por ejemplo, —yo mismo cuando hago mi obra privada—, pinto un cuadro y puedo quedar satisfecho con que solo yo, y unos pocos seres humanos más, disfruten de mi obra de arte».
— ¿Cómo valora el auge del libro cubano en los ámbitos de la edición, distribución y consumo a partir de la década de 1960?
—Mi generación tiene una gran experiencia con ese libro que comprábamos por centavos, que podía ser uno de los grandes clásicos y que se leía mientras estábamos enroscados en uno de los tubos de la guagua repleta de gente, donde casi todos íbamos leyendo, o lo que es lo mismo, aprendiendo algo más, que nos hacía recordar y chequear la lista que muchos teníamos de a quién se le había prestado algún otro libro, pues queríamos conservarlo para leerlo de nuevo… por eso amábamos tanto la lectura y los libros.
«Hoy pienso que en la actualidad no es así, que los jóvenes y los menos jóvenes, ya no leen como lo hacíamos nosotros… desgraciadamente».
—¿Cuánto potencial advierte en los espacios publicitarios gráficos que dispone la sociedad cubana contemporánea?
—Ninguno, desde el punto de vista de lograr un beneficio económico sólido que se pueda usar una parte de este para reinvertirlo en el mismo ejercicio de alta producción y venta. Primero que todo, tenemos que detener lo absurdo de hacer una pieza gráfica sin un intercambio económico, estamos acostumbrados a no pagar por el esfuerzo de otros, ni cobrar por el nuestro… y el ser humano, por lo general, «no le da valor a lo que no le cuesta». Tampoco, como vemos constantemente, hacemos convocatorias absurdas, para hacer por ejemplo «el cartel nuevo, de una película vieja», eso no tiene sentido, lo que se debía hacer, es reeditar el cartel exitoso original que se usó para el estreno de la película, y ese sí sería también coleccionable.
—¿Cómo asume las expresiones de insensibilidad hacia la cultura artística y literaria que marcó a los profesionales de su generación?
—En cuanto al arte, creo que cada día son más los seres humanos que prefieren callar ante su desconocimiento, debido a que muchos supuestos profesionales han ido bajando su calidad porque el mercado inteligente va muriendo y el que queda da el ejemplo (tristemente real) de ver que una ridícula fotocopia picada en tiritas valga millones de dólares… después de eso no vale la pena pensar al respecto… no es un mercado; es mucho más que eso, por lo general es una generación-mercado enajenada, sin criterio propio, lista a copiar al vecino para sentirse «a la moda».
—¿Hasta qué punto podría convivir el oficio de diseñador con la explosión de contenidos visuales vacuos y reiterativos en el ciberespacio?
—Hasta que lo decidamos nosotros mismos… hasta el punto en que el artista acepte involucrarse en un proyecto con esas características, recuerden que lo que es vacuo y reiterativo para algunos, es la manera de ser alguien para la gran mayoría. El artista se supone que dicte la pauta (aunque sé que no es así en muchas oportunidades).
«Solo con el cuidado de la moral personal y diciéndole “no” al “proyecto” es como único el creador puede salir victorioso. Claro, eso no es tan fácil, pues cierras una puerta, aunque no sea tan importante, a la promoción de tu trabajo».