Creado en: julio 6, 2024 a las 09:24 am.

Párpados que se abren con el día

Ancha y recta, la Calzada de Tirry, en la ciudad de Matanzas, con sus casas de puertas largas, techos bajos y sus aceras pobladas de gladiolos, tendrá por siempre la huella espiritual que le dejó la poeta.

Desde el número 81 de esa calle principal –y, sin embargo, dueña de un aire desolador, que los olores del río y el mar cercanos solo acentúan– irradia la leyenda de Carilda Oliver Labra (Matanzas, 6 de julio de 1922- 29 de agosto de 2018).

Sin embargo, más que en los ecos de su vida (y el personaje que de ella se ha construido) donde vibra plena la Premio Nacional de Literatura (1997) es en el calado de sus poemas; allí género, libertad y conciencia social alcanzan un calado que la ubica entre las figuras imprescindibles de las letras hispanoamericanas.

“Estreno un ala por la tierra: soy / los párpados que se abren con el día”, escribió Carilda; versos rotundos como esos la mantienen viva, y la hacen fuente inagotable de conmoción cada vez que se la relee.

Pocos poetas como ella logran situar versos en el imaginario colectivo y popular, con elevada sensibilidad y factura poética.

Se le pone a su obra el apellido de erótica, y con ello una veces se pretende encasillarla, reducirla o explicarla; algunos críticos le niegan ese carácter, creyendo que la denosta. No obstante, hay en el erotismo de Carilda un feminismo arrollador y una belleza contundente.

Esa conciencia del cuerpo y del deseo nada le resta, sino que se imbrica naturalmente en el todo de una poesía valiente y desde donde la vida palpita en todas sus facetas.

Al sur de mi garganta y Los huesos alumbrados, por solo mencionar dos de sus poemarios, son prueba de la fuerza de su coloquialismo y de su sitio dentro de la vanguardia intelectual de la época.En circunstancias históricas complejas, Carilda se expresó siempre de una forma abierta y desprejuiciada, lo que le acarreó incomprensiones, pero no la hizo desistir de pedirle a la poesía: “Baja a mí para los otros”.

Asombrada por ese “misterio del hombre que se quema / para volverse el pan que necesitan otros”, no dudó en expresar su devoción por los seres dispuestos a dar todo de sí, y eso la reafirmó en una fe: “Creo en tus partos, tierra / Por eso juro por el hombre”.

¿Cuántos libros tan enteros como Se me ha perdido un hombre habrá sobre el duelo? En su obra poética, Carilda se permitió ser frágil, osada, triste, atrevida, y siempre auténtica, moviéndose cómodamente en una música propia y con una identidad matancera de la que es imposible sustraerla.

De ella dijo Miguel Barnet: “Inclasificable, novedosa, concisa, ofrece al mundo de las letras hispanoamericanas una poesía de acentos de marcada fuerza humanista. Su actitud cívica, su amor por Cuba y la Revolución, le atribuyen el don social necesario para que su poesía se inscriba en lo mejor de la poesía testimonial de su tiempo”.

A 102 años de su nacimiento es imprescindible leerla, porque a nosotros se dirige: “Hablo con todos. / Y mientras digo todos también hablo conmigo / porque yo soy nosotros”.

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