Creado en: agosto 1, 2024 a las 10:43 am.

Schola Cantorum Coralina, 30 años después

Schola Cantorum Coralina. Foto: Archivo Granma

Por: Oni Acosta Llerena

Cuando en 1993 la maestra Alina Orraca concretaba el proyecto Schola Cantorum Coralina, una nueva etapa para el movimiento coral cubano se abría paso en el país.

Su génesis tiene antecedentes bien sólidos, gracias a la carrera musical de Alina, avalada por sus estudios de dirección coral en la Escuela Nacional de Música y en el ISA, así como su interacción durante varios años con diferentes formatos y colectivos de amplio diapasón sonoro.

Pudieran mencionarse dos líneas conceptuales y de creación en esa etapa: su integración al coro Cohesión, una singular propuesta coral que aglutinó a diversos músicos cubanos, y poco tiempo después la creación del Coro de Cámara de la ena, el cual transitó por senderos inexplorados bajo su dirección, y que se tradujo en una labor de constante ebullición creativa.

De esta época constan trabajos fonográficos y colaboraciones muy interesantes, como el lp Llueve cada domingo (Egrem 1988), con música de la compositora Beatriz Corona; la inclusión del tema Entre el espanto y la ternura (también de Corona), en el lp Oh Melancolía, de Silvio Rodríguez (Egrem 1988), así como diversas presentaciones y una gira a Suecia, en 1989.

La constante experimentación de Alina, ya fuera desde el abordaje coral o desde su labor magisterial, eran elementos que irían catalizando su decisión de crear un coro con matices mucho más abarcadores y que, a la larga, se convirtiera en plataforma futura para la consolidación del arte coral.

Así surge Schola Cantorum Coralina, en 1993, bajo el auspicio de la Fundación Pablo Milanés, y perteneciente, desde 1995, al catálogo del Centro Nacional de Música de Concierto.

Han sido muchos los concursos y certámenes en estos años con diferentes premios, giras y el reconocimiento de público y crítica. Pero hay que destacar una interesante discografía que tal vez no sea común para un coro, si tenemos en cuenta que no abundan en el ecosistema musical nacional. Eso habla de la robustez interpretativa de Coralina, así como de la ductilidad estilística lograda en todo este tiempo, aparejada, obviamente, a su madurez.

En la actualidad, Coralina la dirige la joven directora Lisandra Rodríguez, y está integrada por una generación heterogénea de cantores, algunos con más de 15 años en el colectivo, y otros de muy reciente entrada en él. Pero, ¿puede hablarse de ruptura o discontinuidad conceptual? No.

En esta nueva etapa son evidentes los elementos que siguen identificando a Coralina en cuanto a un repertorio propio y bien posicionado, con obras o versiones corales de autores como el cubano Conrado Monier o la argentina Liliana Cangiano, además de un balanceado paseo por la música sacra de corte contemporáneo, de compositores como el estadounidense Michael J. Trotta o el venezolano César A. Carrillo, con exigentes ribetes tanto desde la dirección como en su interpretación.

Algo digno de resaltar es la incorporación de arreglos de Miguel Herrera, tenor solista, quien transita, airoso, por ese difícil camino de la creación y el juego coral. Coralina hoy, 30 años después, sigue mostrando vitalidad, buen gusto y ganas de seguir aportándole calidad al movimiento coral cubano.

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