Creado en: agosto 9, 2024 a las 08:28 am.

«A cada hombre su misterio»: homenaje a Lezama Lima en el aniversario 48 de su desaparición física

Por Cira Romero

Me sirvo de un verso del  poema «Para los cuatro gremios», del   británico G. K. Chesterton para titular este acercamiento a la poesía de José Lezama Lima con motivo del 48 aniversario de su fallecimiento, ocurrido el 9 de agosto de 1976. Y lo asumo porque en el también autor de La cantidad hechizada (Ediciones UNEAC, 1970),   se forja y se resume todo un mundo de secretos y arcanos poéticos que atienden y entienden toda la compleja heterogeneidad de su pensamiento poético, forjado desde una isla de la que nunca se separó y que le entregó lo más auténtico de su acervo cultural: el lenguaje, heredero de la fuente peninsular, pero enriquecido con su propia capacidad para la creación, siempre sin temor a la palabra. Porque a José Lezama Lima nunca le temblaron las manos para crear palabras  y a ella supo extraerles sus mejores frutos, acaso difíciles a veces, pero siempre posibles. Su destino lírico fue insondable, sin abismos de tiempo, sin distancias.  

Julio Cortázar, amigo entrañable de José Lezama Lima y gran conocedor y heraldo de su obra, en particular de su novela Paradiso (Ediciones UNION, 1966), sintetizó en 2009,  con breves palabras, la relevancia del autor de La expresión americana (1957):

En apariencia inclinado hacia lo más remoto de un pasado universal, entre real y mítico, Lezama buscó incansablemente las raíces del presente cubano, del hombre cubano, y al hacerlo iluminó los subsuelos mentales, las capas profundas de toda América Latina.

Lezama parece responderle, más de setenta años antes, cuando expresó en Coloquio con Juan Ramón Jiménez (1938), con su característica frondosidad lingüística:  

Hemos carecido de orgullo de expresión, nos hemos recurvado al vicio, que es elegancia en la geometría desligada de la flor, y la obra de arte no se da entre nosotros como una exigencia subterrígena sino como una frustración de la vitalidad.

  Autor de  poesías, cuentos, ensayos, novelas y una suma importante de teorizaciones sobre  la relación entre estética  y arte,  ilumina su quehacer como hombre de las letras universales. Guía del Grupo Orígenes, compartió con una primera promoción adscrita a las propuestas  artísticas  defendidas, integrada por Virgilio Piñera, ambos distanciados y luego amigablemente unidos luego de que este leyó Paradiso, Gastón Baquero, Ángel Gaztelu y Justo Rodríguez Santos, y lideró también la segunda, a la que se adscriben Cintio Vitier, Fina García Marruz, Eliseo Diego, Octavio Smith y Lorenzo García Vega. Constituyeron el primer movimiento literario cubano que hizo de la poesía su forma esencial de conocimiento, una verdadera concepción del mundo, según expresara Jorge Luis Arcos.

 Desde su primera obra publicada, Muerte de Narciso (1937), se observa un rompimiento con la tradición poética cubana, portador de la presencia de lo que luego sería reconocido como el pensamiento poética lezamiano, presente no solo en su poesía sino también en sus ensayos y su obra narrativa. Vitier señala que  con esta obra Lezama «se sumergía […] en lo invisible, que iba a ser el reino poético (y también histórico) de la exploración y aventura de Lezama durante las tres décadas anteriores al tiunfo de la revolución de 1959». Luego vendría su citado Coloquio con Juan Ramón Jiménez, diálogo imaginario, «henchido y apasionante», según Vitier,  donde el autor  se propuso presentar su «afán de mostrar el mundo hipertélico de la poesía, cómo la poesía es un sí que al mismo tiempo va más allá de su finalidad».

Lo verdaderamente trascendental para Lezama era «apresar la sustancia poética», aprehender y totalizar la realidad, aquella que se trasfunde en poesía, como lo hizo en su muy antologado poema «Ah, que tú escapes», cuya primera estrofa es de amplio conocimiento:

Ah, que tú escapes en el instante

en el que ya habías alcanzado tu

               definición mejor. 

Ah, mi amigo, que tú no quieras creer

las preguntas de esa estrella recién cortada

que va mojando sus puntas en otra estrelle

              enemiga.

En una carta a Vitier  relacionada  con este poema, donde trasluce el sentido de este texto, expresa el poeta:

¿Huye la poesía de las cosas? ¿Qué es eso  de huir? En sentido pascalino, la única manera de caminar y de adelantas. Se convierte a sí misma, la poesía, en una sustancia tan real, y tan devoradora, que la encontramos en todas las presencias […] Y no es el flotar, no es la poesía en la luz impresionista, sino la realización de un cuerpo que se constituye en enemigo y desde allí nos mira, pero cada paso dentro de esa enemistad provoca estela o comunicación  inefable.

Esa  querella entre poeta y poesía, una especie de atracción inquebrantable entre una y otra, son las que marcan el derrotero no solo de su poesía, sino de toda su obra.

En La expresión americana, colección de cinco conferencias dictadas por Lezama en el Centro de Altos Estudios del Instituto Nacional de Cultura del Ministerio de Educación, hallamos aproximaciones y contrastes, además de subrayar la imposibilidad de dos estilos similares, y defiende la ficción en el sentido de que, con el tiempo, al decir de Arnold J. Toynbee, «resultará imposible utilizar cualquier técnica que no sea la de la ficción». Por eso la expresión americana  es médula  para despejar los teórico y ofrecer los contrastes, a los que también aludió Alejo Carpentier en sus novelas más relevantes.

Como ha advertido Roberto Fernández Retamar,  Lezama no parte en su obra «de una oscuridad añadida de quien enturbia un discurso, y que puede ser tildada de defectuosa; sino aquella nacida de horadar una zona no hollada». En otros libros de su autoría como Aventuras sigilosas (1945), La fijeza (1949) y Dador (1960) el poeta no hace más que fortalecer su credo estético y su sistema poético. La sobrenaturaleza, lo imposible posible y su mencionado sistema poético  brotarán inmarcesibles. Nos dice:

Al borde mismo de la muerte las coordenadas del sistema poético bracean con desesperación, agotada la naturaleza, rota la imagen telúrica comienzan las incesantes imágenes de lo estelar. Allí, en la más intocable lejanía, donde los pitagóricos les situaron un alma a las estrellas.

Así se expresaba en La cantidad hechizada, buscando y   encontrando la verdad poética en la propia extrañeza del ser y del vivir. La reciedumbre de su poesía, la posibilidad de penetrar en lo desconocido pero sin subestimar lo conocido, lo telúrico en el cardinal del sentir, la poesía de José Lezama Lima integra una de las acontecimientos poéticas más trascendentes no solo de la poesía cubana y latinoamericana, sino de la poesía universal.                                                

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