Creado en: agosto 15, 2024 a las 10:12 am.

El alma musical del país

La Banda de Música Municipal del Cuerpo de Policía es la semilla de la que hoy se conoce como la Banda Nacional de Conciertos de Cuba, (BNCC). FOTO: Tomada del repositorio digital de la Oficina del Historiador de La Habana.

El clarinete impuso su marcialidad. El cornetín despabiló con su sonido varonil. El resto de los instrumentos le siguieron. Los públicos quedaron fascinados de aquel grupo de muchachos que en agosto de 1856 marcaron el calendario del pentagrama del país.

Ocurrió en Matanzas. El Batallón de Honrados Obreros y Bomberos –constituido en 1836– presentó su Banda de música, a fin de amenizar fiestas populares y actos oficiales. Integrada en sus inicios por 19 jóvenes. Entre ellos glorias de la cultura nacional como José White y Miguel Failde –quien la dirigió por un tiempo– dieron ahí sus pasos iniciales en la manifestación artística de acordes y corcheas. Un colectivo que, de acuerdo con la bibliografía sobre el tema, es el primero de su tipo que se registra en el país.

Se confirmaron entonces dos ideas que ya eran historia en el resto del orbe: “La cultura de un pueblo se mide por su banda de música” y “La banda de música es academia”. Por ello, no fue difícil que afloraran otras en el resto del país: La Habana (1899), Santiago de Cuba (1904) y Sancti Spíritus (1904), de las primeras que sonorizaron las Plazas de Armas de sus localidades.

FOTO: Tomada del blog de Humberto Pino.

Las bandas de música heredaron su denominación de las fajas o insignias militares pues sus orígenes se encuentran íntimamente ligados con ese mundo. Ya en textos sumerios, egipcios, hebreos, chinos y de otras civilizaciones antiguas aparecen referencias a esas agrupaciones de instrumentos de viento y percusión que servían para acompañar el combate o durante el culto religioso.

Justamente, la nacida en la capital de este archipiélago es la semilla de lo que hoy se conoce como la Banda Nacional de Conciertos de Cuba, (BNCC). Guillermo Tomás Boufartigue la condujo en su debut unos días después de agrupar a los músicos. En septiembre de 1899, se bautizó con el nombre de Banda de Música Municipal del Cuerpo de Policía y, más tarde adoptó el de Banda Municipal de Música de La Habana.

Mas, el cienfueguero de cuna Boufartigue percibió que el colectivo necesitaba nutrirse de personas con mayores saberes. Asumió el reto de crear en 1903, la Escuela de Música OʼFarril, que después devendría Conservatorio Municipal de Música de La Habana y hoy se erige como Conservatorio Amadeo Roldán. En sus inicios se formaron en sus aulas los integrantes de la banda y, luego, se convirtió en uno de los centros de la enseñanza artística con mayor prestigio en Cuba.

Dicho hecho trascendental en la historia musical cubana tiene mucho que ver con el recuerdo del músico espirituano Alfredo Castro –quien lideró por años la Banda espirituana– relacionado con una anécdota que le contaba su abuelo el clarinetista Simón Castro Gallo, de quien bebió la disciplina y cómo leer la música.

«Contaba que un día Gustavo Quiró –connotado músico y director yayabero– recibió a un joven talentoso cienfueguero, recomendado mediante una misiva, por un amigo. Al sugerirle que tocara piezas de alto, medio y bajo nivel técnico y no poder cumplir con ese pedido, lo regresó con una carta, donde le decía que la próxima vez le mandara un asesino, pero ¡qué tocara!… Eso demuestra el rigor que se requiere para formar parte de una banda y es el mismo que se exige hoy», afirma quien en un momento compartió melodías en ese tipo de agrupación con su abuelo y su padre.

Por ello, las bandas se nutren de músicos formados en el sistema de enseñanza artística o de quienes aprenden a dominar un instrumento en la propia banda, academia por esencia.

La Banda de Sancti Spíritus, en 1935 estaba integrada por músicos reconocidos como Rafael Gómez Mayea, Teofilito. FOTO: Tomada del blog Músicos de Sancti Spíritus.
 

Lo que fue un sucedo en la Atenas de Cuba, poco a poco, se volvió el alma de la vida social de cada región. No había fiesta patronal, despedidas o recibimientos de personalidades, días feriados retretas de domingo u otra jornada de la semana que no se disfrutara de una banda de música.

Unas tuvieron vidas efímeras. Otras mutaron de nombre según las exigencias de sus contextos. La mayoría de las que aun sonorizan sus entornos mantienen la línea fundamental de sus repertorios: oberturas, pasodobles, contradanzas, danzones, suites de música cubana y piezas universales habitualmente asociadas a ese formato. Aunque, también en las presentaciones dejan escapar expresiones de renovación.

«Las bandas tuvieron un repertorio amplio. Ha existido como tendencia que se mantengan, incluso gracias a gestos solidarios entre los directores y músicos quienes se han intercambiado partituras y por eso hoy en los repertorios se disfrutan temas antológicos», comenta Sixto Edelmiro Bonachea, músico y apasionado investigador espirituano.

FOTO: Tomada del blog de Humberto Pino.

Precisamente, se registra la primera mitad de los años 50 del pasado siglo XX como la época dorada de ese formato musical. Parques y plazas de todo el país se inundaban con sus retretas.

Mas, la aparición de otros formatos musicales que subieron al podio de la popularidad, la desatención por parte de la institucionalidad cutural y el surgimiento de opciones económicas más tentadoras para los músicos laceraron al movimiento de bandas de música de Cuba, pasado ese periodo.

Si bien, casi todas las existentes mantienen sus retretas e integran la lista de agrupaciones subvencionadas por el Estado, a sus pentagramas suben no pocas desafinaciones. No son escogidas, en su mayoría para grabaciones de producciones musicales, ni videoclip, no cuentan con sedes para sus ensayos, ausencia de instrumentistas porque después de formados en las propias bandas o de cumplir el servicio social tras egresar de la enseñanza artística buscan opciones más tentadoras para sus arcas económicas… cuentan entre las particularidades colectivas.

Ya el espirituano Alfredo Castro ha perdido la cuenta en cuántas reuniones de la Unión de Escritores y Artistas, (Uneac) y en cuánto espacio le han dado la palabra ha alertado el peligro que significa la pérdida de ese tipo de agrupación.

«Los atriles se encuentran en mal estado y los instrumentos están deteriorados, muchos músicos tienen que utilizar los suyos. Hace años no se entrega vestuario. Y como deudas, seguimos arrastrando la no realización de nuestras retretas en el parque Serafín Sánchez ya que obviaron —a pesar de los pedidos— la colocación de la cúpula acústica en la glorieta y la ausencia de árboles frondosos nos impide presentarnos en otra de sus áreas, así como la no existencia de una sede para los ensayos y guardar nuestro patrimonio. Cada vez que caemos en una situación de desatención se pone en peligro no solo esta institución, sino la cultura de esta región», dijo en la última asamblea de la Uneac en predios espirituanos. 

Realidad que no es exclusiva de Sancti Spíritus, pero que afortunadamente, tiene otras afinaciones en el resto del país ya que a inicios de este siglo XXI, por iniciativa del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, se creó el programa de bandas de conciertos municipales y provinciales, bajo la tutela de las Empresas comercializadoras de la música y los espectáculos.

Banda gigante realizada con motivo de la primera graduación de la Escuela provincial de bandas Manuel de Jesús Leyva, en Holguín. FOTO: Periódico ¡Ahora!

Fue, por ello que, en Holguín, en 2006 se creó la Escuela de bandas de conciertos Manuel de Jesús Leyva, momento para el cual el territorio nororiental se convirtió en el cuarto de Cuba en completar su sistema municipal de bandas. Sin embargo, pasado 18 años su realidad es otra. Los instrumentos han envejecido, muchos de sus músicos han emigrado hacia géneros de mayor popularidad, trabas burocráticas para la contratación de nuevos instrumentistas hoy laceran la salud de esas agrupaciones en tierras holguineras.

En otras provincias ni tan siquiera se logró la constitución de bandas en todas las localidades. En Sancti Spíritus, por ejemplo, solo han sonorizado la vida de sus territorios desde antaño, las aplatanadas en Trinidad, Yaguajay y la urbe del Yayabo.

FOTO: Tomada de Cubarte.

Si de buenos sonidos se habla en el pentagrama cubano no se puede perder la atención a uno de los proyectos más conocidos mediáticamente: la Banda de Boyeros. Reconocida como la primera y única del país, donde sus músicos tocan y bailan al unísono, ha logrado contra vientos y mareas mantener la presencia de rostros bisoños. Hoy están presentes en más de un videoclip y han participado en los espacios televisivos más populares, así como han integrado una de las piezas teatrales de Oficio de Isla.

Su joven directora Daya Aceituno ha declarado en más de una entrevista que no ha sido fácil. Mas, la integración a la comunidad, el trabajo en coordinación con la Dirección municipal de cultura y la inserción en proyectos diversos, de conjunto con la sistematicidad de sus ensayos han sido claves para lograr sus resultados.

A todas luces, el apoyo y respaldo al quehacer artístico es esencial para que germine. Bien lo saben los vecinos de La Sierpe, el más joven municipio de Cuba. Una visita del Ministerio de Cultura (Mincult) «desembarcó» allí en 2018 y confirmó una realidad existente en La Sierpe desde que germinó en 1976: carece de profesionales que esculpan las potencialidades artísticas del territorio.

Unos meses después, la casa de cultura Argelio García Rodríguez, de esa localidad al sur de Sancti Spíritus se convirtió en guarida del Proyecto de Dinamización Sociocultural y Participación Juvenil Tradición y Contemporaneidad (Sitispe). 

«El proyecto tiene como objetivo general fortalecer la participación de la juventud para estimular el sentido de pertenencia a su terruño como sujetos de desarrollo y mitigar el flujo migratorio hacia la ciudad», sintetiza Yamir Palmero Abstengo, director municipal de Cultura.

Desde entonces le han dado vida varias instituciones y organizaciones desde el propio municipio hasta la nación. Precisamente, una de las prioridades intencionadas por el Mincult fue la preparación de una banda, un viejo anhelo de la vecindad de ese territorio. Todavía no se ha podido concretar, a pesar de tener todos los instrumentos y que, en un inicio, 12 jóvenes iniciaron la formación con los instructores y artistas aficionados.

Que desde las primeras edades se concienticen en la memoria colectiva de la nación el valor e importancia de ese tipo de agrupación también es una deuda. Estrechar lazos de trabajo entre las bandas y las instituciones educativas puede ser un primer paso. Por ejemplo, en la Escuela Elemental de Arte Ernesto Lecuona, de Sancti Spíritus existió una, integrada por sus alumnos y guiada por los más experimentados músicos del territorio.

La Banda de Sancti Spíritus tiene como deuda la no realización de su retreta en el parque Serafín Sánchez por no contar con una glorieta con cúpula, ni árboles que propicien sombra. FOTO: Lisandra Gómez Guerra.

«No solo aprendieron a leer, sino que contribuyeron a su preparación integral», insiste Alfredo Castro, quien lamenta que esa otra muestra de respeto y entrega a una verdadera academia musical se haya perdido por múltiples factores.

Declarar que hoy el movimiento de bandas de música ha caído en un estancamiento por el predominio de sus problemas sería muy absoluto. Existen, están vivas y suenan. Lo que sí resulta necesario es auscultarlas con oídos bien agudos para valorar cómo aliviar o erradicar sus penas. No resulta un secreto que sostener una banda solo por la cantidad de músicos e instrumentos resulta costoso.

Por supuesto, que no tampoco significa que la solución sea su erradicación sino cómo convertirlas en verdaderas academias para la formación de los más jóvenes, incluso de quienes con talento no pudieron ingresar en el sistema de enseñanza artística y propuestas de interés para los públicos.

«La banda es una tradición que devela el alma de su pueblo. Mantenerlas es una cuestión de dignidad y respeto hacia los públicos y a la misión que tenemos de cuidar nuestro patrimonio. Quienes hemos formado parte de ese tipo de agrupación, durante años hemos aprendido a batallar y al tener convicciones sólidas, siempre hemos vencido los enanos mentales que tanto daño le han hecho a la cultura cubana», resume Alfredo Castro, por años al frente de la filial de música en el Comité provincial de la Uneac, en Sancti Spíritus.

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