Creado en: agosto 24, 2024 a las 12:12 pm.

Moisés Simons, un referente de nuestro abanico musical

Moisés Simons es orgullo de nuestra cultura. Foto: Archivo de Granma

Por: Oni Acosta Llerena

Leandro Simón Guergué, músico y profesor vasco afincado en Cuba, tuvo, en 1889, un hijo que nació en nuestra capital, al que nombraron Moisés. Lo que nunca imaginó el padre fue que ese joven modificaría su apellido y que, además, sería un estudioso sin descanso de nuestra música. Fue precisamente su padre quien le abriría las puertas al universo musical, cuando desde muy niño comenzaron sus inclinaciones hacia el género, y bien podría decirse que poseyó atributos de prodigio, si tenemos en cuenta que antes de los 15 años ya tocaba piano, órgano, había fungido como maestro de capilla y comenzaba a dirigir compañías infantiles en el Teatro Martí.

Pero Moisés Simón, ya por estos años con su apellido adaptado artísticamente a Simons, y con el cual le conoceríamos, no detuvo sus ansias de superación y emprendió caminos para ampliar sus conocimientos al recibir clases de contrapunto con José Mauri, y de composición con Fernando Carnicer, Ignacio Tellería y Felipe Palau, todos maestros reconocidos que serían fundamentales para su posterior desarrollo compositivo

Con solo 17 años, ya tenía una orquesta que actuaba en diferentes espectáculos de teatros habaneros, y fue convocado a dirigir la orquesta del famoso parque de diversiones Tivolí, en Palatino. En estos años, Simons llegó a un punto definitorio en su carrera cuando dirigió la orquesta del Teatro Martí, en el que se estrenaban las comedias musicales de Ernesto Lecuona.

Este encuentro marcaría cercanías y coincidencias con el estilo que pronto desarrollaría Moisés, y que no podemos deslindar de la vanguardia académica y nacionalista cubana del siglo xx. Es aquí cuando el joven compositor comenzaría una serie de ensayos sobre música, que plantearían no pocas preocupaciones y enfoques morfológicos y dialécticos sobre el tema, a la vez que ya estrenaba su opereta Deuda de amor.

Luego llegarían obras como Guateque–con texto de Alejo Carpentier–, la cual nos remite al refinamiento no solo musical, sino literario de Moisés, y a su vinculación con la intelectualidad cubana de entonces. Pero, sin duda, su obra más conocida es El Manisero, grabada y estrenada por la inigualable Rita Montaner, en 1928. La fama de la obra se debió, en gran medida, a la excelencia interpretativa de la artista: una mezcla de sensualidad, carisma y una inusual claridad vocal, definida además por Carpentier como «creadora de un estilo, imitado hasta la saciedad».

El Manisero ha sido versionada desde Nueva York hasta París, y en Cuba destaca una muy singular adaptación instrumental hecha por Armando Romeu, con difíciles y virtuosos pasajes, en los que se entremezclan el jazz afrocubano y el blues, con la grandilocuencia del lenguaje big band, que fuera estrenada y grabada por la Orquesta Cubana de Música Moderna. La obra de Simons abarcaría, posteriormente, operetas y comedias musicales, y en todas existe una honda vinculación lingüística y autoral con ritmos y reminiscencias hacia lo cubano, como A una rosa y la comedia Niña Mercé, estrenadas en París y en Madrid.

Nacido hace hoy 135 años, Simons es  uno de los imprescindibles de nuestra música, y un referente obligatorio de la cultura cubana.

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