Creado en: septiembre 30, 2024 a las 08:30 am.

La Aragón, con su mismo cuño

La Orquesta Aragón, con su eterno encanto. Foto: Tomada de Facebook

Por: Guille Vilar

Cuando vemos que todo el mundo baila con la mayor de las alegrías, como si se tratara de una orquesta de moda, a pesar de que cuenta con 85 años de creada, eso solo se puede explicar como el resultado de la paulatina sedimentación de inmortales melodías a lo largo de décadas.

Por algo se reconoce a la Orquesta Aragón como La Charanga Eterna, debido a que pasan los años y su encanto permanece invariable, y llega hasta las nuevas generaciones, que también la hacen suya.

Si fue un 30 de septiembre de 1939 cuando el cienfueguero Orestes Aragón Cantero fundó esta orquesta, y que asumió diferentes nombres, hasta quedar finalmente como la Orquesta Aragón, lo verdaderamente significativo de esta historia se da cuando, en 1940, entra a la orquesta el violinista Rafael Lay Apesteguía, quien, por enfermedad de Aragón, pasa a dirigirla desde 1948, para dar así inicio a la leyenda de Los Aragones.

El éxito arrollador de la agrupación, a partir de la década del 50 del pasado siglo, se debe al empeño de Lay en apropiarse de un personal sello con un sonido diferente, a propósito de la euforia del bailador por el chachachá, el nuevo ritmo que por aquel entonces marcaba el paso.

Resulta venerable que se preserve ese habitual patrón de elegancia que la distingue en la concepción de sus piezas musicales. Hablamos de una atmósfera que, lejos de provocar rechazo, nos invita a disfrutar del agradable entorno sonoro verdaderamente singular de nuestra música bailable.

El ajustado trabajo de las voces conserva el personal acento que la ha identificado desde siempre, del mismo modo que sucede con los aspectos rítmicos y melódicos, en que los textos pueden ser de corte picaresco, aunque no encontramos nada grotesco ni fuera de lugar en esta invaluable maquinaria hacedora de la buena música cubana.

 Al hacer memoria, traemos a colación ese extra típico en nuestros músicos relevantes, como fue el caso de uno de sus cantantes, Felo Bacallao, quien, en los puentes instrumentales, mientras Richard Egües improvisaba con la flauta, aprovechaba para ejecutar complejos y acompasados pasillos de baile que incitaban a ser imitados por sus seguidores.

Si tal encanto todavía pervive, es debido al riguroso sentido de orientación profesional en el violinista Rafael Lay Bravo, quien como director no ha extraviado la perspectiva del valor que tiene para la vigencia de la Aragón el hecho de preservar, en el repertorio activo, la presencia de aquellos clásicos que la hicieron famosa.

Él sabe que populares temas como El Cuini, El paso de Encarnación, Sabrosona y La Reina Isabel, entre tantos otros, en realidad son himnos convertidos en profundos reservorios de identidad de la nación y, por tal motivo, los interpretan exactamente igual a su versión original.

Celebrar el aniversario 85 de la prestigiosa orquesta para nada significa una mirada compasiva hacia esta música que no se añeja con el paso del tiempo. Su vigencia debe ser asumida como el testimonio imperecedero de una querida y respetada agrupación, como una fuente de juventud y de lozanía.

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