Creado en: octubre 15, 2024 a las 08:44 am.
Leymen Pérez: «la poesía es la desnudez absoluta de los significados»
Por Jessica Mesa Duarte
El que no conoce sus derrotas no puede escapar de sí mismo. Así comienza El Sol de las derrotas, texto con el que el matancero Leymen Pérez García mereció el Premio de Poesía de la UNEAC, Julián del Casal.
Este es uno de los reconocimientos más antiguos y prestigiosos dentro del ámbito de la literatura nacional. Lo han recibido muchos de los más grandes poetas cubanos.
Cuando me llamó el presidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC, Alberto Marrero, para comunicarme que el jurado había determinado que mi libro había obtenido el galardón, me tomó por sorpresa.
El Sol de las derrotas es un libro en el que vengo trabajando hace varios años. Este 2024 obtuvo mención en el premio La Gaceta de Cuba, galardón que yo había recibido en el 2012, pero cuando uno tiene un proyecto inédito siempre quiere probarlo, darlo a conocer.
Es de mucha motivación para saber que debo seguir investigando, estudiando y tratando de ser honesto con la expresión de la subjetividad. Soy muy feliz porque haya sido considerado por un jurado muy prestigioso».
Catalogado por Ricardo Alberto Pérez, miembro del jurado que tuvo a su cargo la selección, como una manera muy peculiar de escribir el desencanto, en sus 60 páginas el texto reafirma las preocupaciones por los problemas espirituales y terrenales del ser humano, referidas con anterioridad por el poeta en Subsuelos, Los países de la noche y El libro de Heráclito, entre otros.
Lo que me motivó a escribirlo es exactamente la deshumanización en que se encuentra la humanidad; esa oposición entre civilización y barbarie se ha difuminado y estamos casi viviendo en la barbarie.
La pérdida de la espiritualidad, no solo en la nación cubana sino también en el mundo, es una de las claves que subyace bajo los textos de El Sol de las derrotas».
Cuando estás cayendo por el abismo lo único de puedes hacer es convertirte en el abismo escribió y, consecuente con sus palabras, Leymen transforma su estructura corpórea en una suerte de agujero negro, se desprende de su piel para indagar en los pensamientos que sobrevuelan las cabezas de los hombres, de un país, de un planeta.
Ya lo expresó él: La vida es un viaje hacia dentro de ti mismo. Es a partir de ese regreso introspectivo que establece sinergias entre el yo (que deja de serlo, incluso sin renunciar a la individualidad), el nosotros, el todos.
El libro también tiene una mirada sobre esos desplazados, los marginados por los sujetos del poder y las sociedades, no solo en nuestro contexto sino en el mundo.
Así el autor es capaz de transmitirnos la sensación de asfixia y encerramiento que no solo los espacios reducidos provocan; abre su intimidad a angustias más abarcadoras por el destino de la raza humana, desde su lugar más próximo, el que habita día a día.
Sin embargo, Pérez García no se queda en el pronunciamiento de la queja y la denuncia; su discurso, desde los versos libres hasta la prosa poética, enfrenta y cuestiona los destinos de un país cuyas miserias convierte en escritura; estremece y conmueve desde el abordaje de realidades universales hasta las más autóctonas carencias morales, casi siempre más perjuiciosas que las económicas para cualquier sociedad.
La poesía llega a mí en las circunstancias más inmediatas. Uno con los años va creando ciertos automatismos, hace anotaciones pero a veces el poema llega como una ráfaga y entonces tienes que ser consecuente contigo mismo y escribirlo. A veces no es la circunstancia ideal pero es la forma de uno liberarse interiormente.
El también editor hace gala de su experiencia en ese oficio y su confesa obsesión al estructurar los libros que llevan su firma pues entre todos los cuerpos poéticos que coexisten y definen a El Sol de las derrotas se aprecian intencionales y significativas conexiones dadas por la recurrencia en palabras claves que refuerzan ideas, las múltiples intertextualidades tan propias de su estilo como los preceptos filosóficos y deontológicos, las referencias históricas y geográficas y el uso marcado de metáforas y otros recursos expresivos para construir secuencias de imágenes tétricas, desoladoras, algunas de ellas solo posibles en la mente del poeta.
En El Sol de las derrotas, Leymen se reafirma entre las voces poéticas más afianzadas y maduras de la contemporaneidad cubana y, como tal, asume el compromiso de retratar la verdad con el lenguaje universal de la poesía.
La poesía podría ser un testimonio histórico, una verdadera crónica de su época cuando el poeta está en posesión de una espiritualidad muy aguda y cuando es honesto consigo mismo.
Mucho de nuestra cotidianidad está expresada de una manera más acabada, pudiera aseverar que hasta más profunda, en la poesía. Todo el acontecer político, cultural y espiritual de la nación cubana se refleja en la poesía nacional de los últimos veinte o treinta años.
Lo que caracteriza a mi obra dentro de la poesía cubana es que ha ido transformándose; en un principio le daba más importancia al lenguaje, a demostrar que tenía ciertas capacidades o dotes para crear figuras retóricas.
Al pasar de los años me preocupa más comunicar y expresar, en síntesis, porque la poesía también es síntesis y emoción, aquellas cosas que a veces son incomprensibles hasta para el propio poeta y la sociedad y mostrar, de la forma más honesta, aquello que forma parte de la circunstancia más inmediata y del dolor de la nación.
Para el autor de Corrientes coloniales, La muerte de los objetos y Fracturas de la belleza, entre otros poemarios, la poesía es mucho más que una simple construcción sintáctica.
La poesía es conocimiento, es la expresión límite del lenguaje. Yo tengo una concepción muy particular. Creo que no se debe decir que soy poeta sino que estoy poeta porque la poesía es un estado de espiritualidad y las veinticuatro horas del día no logramos estar en posesión de ese estado de conciencia, de esa manera de expresar lo que de otro modo no es posible, lo que está más allá del lenguaje.
La poesía es un ejercicio espiritual. La poesía es la desnudez absoluta de los significados.
En un constante diálogo con el pasado, el escritor interpela el hoy y, aunque pareciera este un texto preñado de catarsis o solo albergue de desesperanzas, dolores, oscuridades, muertes, sombras o ausencias de luz y soledades, la recurrencia de la imagen del astro desde el título mismo, invita a mantener el espíritu abierto a las nuevas oportunidades.
Nunca mejor expresado: La poesía es ese pedazo de Sol que toca a un pedazo de humanidad. «Hay una idea que atraviesa todo el libro, dialoga con una frase de Ernest Hemingway que plantea que el hombre no está hecho para las derrotas. Donde están las derrotas también se pone y sale el Sol, lo que no podemos es dejarnos vencer».
Y cuando el día comienza a esparcir sus colores por la Plaza de la Vigía, Leymen Pérez García relee los versos que componen un libro engendrado desde la comprensión cabal de nuestras deudas existenciales como seres humanos.
Solo entonces comprendemos que, a pesar de las ausencias de luz, de los poemas que agonizan y del canto de los derrotados, detrás de cada derrota sale el Sol y, bajo su luz, no hay nada más auténtico e inspirador que la verdad y la belleza de un poema.