Creado en: junio 1, 2021 a las 04:01 pm.
El Artista de la Familia
Por: Agustín Villafaña Rodríguez
¡Cuánto hablamos de trabajo comunitario, a través de miembros activos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba! Tenemos que estar conscientes de la falta de reconocimiento de la dimensión del desempeño continuado de importantes creadores de todas las manifestaciones, en los más diversos espacios, centros laborales, regiones, comunidades y barrios.
Esta labor no fue solo realizada desde las instituciones y estructuras estatales, sino también, a partir de núcleos artísticos y profesionales independientes, en ocasiones, de forma colateral a sus funciones o responsabilidades, vinculados cada día más a una forma desinteresada, y asumiendo el particular papel del artista comprometido con una interacción consciente en su comunidad y en defensa de los valores estéticos tan necesarios para el pueblo.
Las necesidades de los diferentes estratos de la población se han agudizado a partir de las crecientes dificultades sociales, económicas y de bienestar familiar, que demandan la urgencia de fomentar una espiritualidad social, basada en iniciativas y soluciones artísticas propuesta por los creadores miembros de la UNEAC en los colectivos comunitarios vinculados a diferentes géneros.
Estas acciones no son solo soluciones ni compromisos asumidos por las fuerzas creadoras enmarcadas en situaciones de desastres, procesos especiales o respuestas políticas ante provocaciones, sino la avanzada facilitadora, orgánica y permanente; muestras referenciales fundamentadas y prácticas que contribuyen al diseño de un modelo implementado a partir de experiencias pioneras que marcaron la pauta hace más de cuarenta años, por artistas de la talla de Antonia Eiriz, Alicia Alonso, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, el Grupo de Teatro Escambray, Cine de Montaña, Orquesta Sinfónica, Danza Folklórica, agrupaciones musicales de diverso tipo y otras manifestaciones.
Hoy, ante las dificultades, las carencias, las incapacidades, las negligencias y las indolencias al cambio, se configura un nuevo escenario cultural. En ese contexto, el sentido de la sensibilidad, la motivación y entrega de importantes proyectos, comunidades y propuestas de nuevo tipo o instituciones de respuesta colectiva, como iniciativas particularizadas en diferentes zonas del país, es un propósito legítimo de un ejercicio comandado por la vanguardia artística de estos tiempos para salvar la semilla del arte y la cultura del pueblo como forma de socialización de las tradiciones artísticas.
Hay muchas verdades acumuladas en el devenir de la praxis comunitaria, lo que constituye un legado generacional de nuestros creadores, con énfasis en el papel formativo, orientador, consolidador del bienestar y del desarrollo del talento comunitario popular, propiciando la orientación, satisfacción y solución preventiva al desvirtuado o enajenante ambiente que nos asedia.
Hoy más que nunca la membresía de la UNEAC tiene el honroso compromiso de ser El Artista de la Familia (dicho en mayúsculas), ser el líder por excelencia a partir de su hogar, su estudio, su taller, su galería, su proyecto, su institución u otros espacios del barrio; el conquistador de la belleza, el cuidador de la identidad y el patrimonio legado por otra generación de artistas, escritores e intelectuales que dedicaron sus vidas al empeño de fructificar e impregnar en nuestro pueblo la dignidad cultural de todo un país.
Cuando acumulamos casi treinta años de trabajo comunitario sin otro concepto que implementar una política desde la base, hay que reconocer el enriquecimiento de los creadores de sentirnos más vecinos, más sanadores del alma, más defensores y vigilantes del reflejo ético-estético del barrio, porque los gestores cómplices, el niño, el abuelo, el trabajador, el profesional, el jubilado y la ama de casa, son partícipes y generadores de la verdadera cultura cubana.
Decir masificación de la cultura no es un sueño, es un legado social que tenemos todos los trabajadores de la cultura y es un derecho indiscutible e innegable de los artistas más representativos de nuestra organización, bandera permanente de ética y estética, sitio preferencial de la intelectualidad cubana.
Hoy valoramos que las dimensiones del trabajo comunitario han motivado a la solución, como gestor, facilitador, promotor y consolidador de un grupo de acciones que se encontraban carentes de apoyo, proyección o prioridad por instituciones y consejos a cargo de la política cultural. Algunas, justificadas por la carencia de presupuestos o financiamiento, que excluían esta rama para priorizar otras de orden social.
Cuando hablamos de aporte hay que valorar la existencia y el fortalecimiento de las comunidades por el aglutinamiento de creadores de diferentes géneros, razas y procedencias para consolidar el protagonismo local al compartir los recursos técnicos y tecnológicos en función de la realización de la obra artística y el rescate de algunos géneros a través de la confrontación, el análisis y la valoración crítica evaluativa, que incluye la promoción, gestión divulgativa personal y colectiva como verdaderos gremios asociativos de intercambio ante las dificultades, diversas limitaciones de recursos, aseguramientos y bloqueos externos e internos.
La vinculación de la realización técnica especializada no queda solamente en una élite, sino que propulsa un foco cultural de referencia para que instructores, graduados de academias y promotores encuentren un espacio para el adiestramiento y la recalificación, acompañado de asesoría e intercambio de experiencias para su inserción y contribución más eficiente para superar las carencias docentes y propiciar un desarrollo que facilite su vinculación a las instituciones y a la comunidad.
Ante el escenario de reconstruir tejidos y vínculos, las comunidades son vías inteligentes, recalificadoras de bienestar y superación para algunos; para otros es una manera de viabilizar talentos y destrezas, ocupando un tiempo oportuno como forma de desarrollar capacidades, recursos y ayudas familiares con sentido de respeto a la actividad del papel de la creación artística. Estas respuestas creativas son honestas, desinteresadas, no remuneradas, y solo compensadas por la satisfacción del reconocimiento de colectivos humanos, barrios y núcleos familiares favorecidos por las comunidades, que elevan su estima del valor de sentirse más libres, más capaces, más útiles en una actividad digna de la creación; la verdadera asistencia de los curadores del alma: Los Artistas de la Familia.
Es innegable que las instituciones culturales han sido los templos de donde salió la cultura revolucionaria, la formación de los grandes artistas, la historia de los movimientos, estilos, la representación de la identidad, las tradiciones y el reflejo del arte cubano. De ahí salieron los maestros que, con sus obras, contribuyeron a la valía del catálogo de referencia, de lo representativo de la expresión contemporánea de lo cubano.
Pero lo cubano está también en el disfrute del pueblo, en la capacidad de asimilación, la voluntad por defender su arte, sus artistas; y los espacios comunitarios son los más cercanos para la comunicación y el intercambio entre los creadores y sus intérpretes (no consumidores), protagonistas en las calles, centros, barrios, talleres e infinitas formas que cada día se abren paso en la comunidad, mostrando su belleza y la visión recreada de la realidad colectiva.
No podemos separar del sentir del artista o colectivo comunitario de la familia, la solución de las diferencias crecientes que influyen en el comportamiento social, en la educación, en la prevención, en la asistencia oportuna y orientación del líder natural artístico, por su forma de interpretar, dimensionar la justeza, el espíritu crítico del enunciar y la manera de proclamar los hábitos y valores vinculados al ambiente.
En las comunidades se ha de relacionar de manera orgánica, creativa y equilibrada la gestión que hace sostenible los procesos artísticos culturales, propiciando en los facilitadores la conciencia, el papel de las estructuras, los gobiernos, los decretos, las leyes para ser estudiadas, legalizadas y fiscalizadas, vías pertinentes para fomentar la autogestión, la participación en los procesos sustentables e ingresos económicos, que influyen en las iniciativas populares para contribuir a través de aportes diversos a conservar intereses artísticos, necesidades familiares y propiciar la satisfacción y continuidad de los proyectos. Se trata de una política cultural participativa, forma dialéctica de la masificación de la cultura.
Le corresponde al artista, protagonista de la sociedad, hacer la cultura de la comunidad, no solo en los teatros, cines, museos, galerías, ferias, librerías, sino también como formador, renovador, motivador de cambios y procesos, teniendo como principio que el artista es maestro, profesor, educador, orientador de masas, y que su fundamento más determinante es su papel de líder de pensamiento e ideas como fuente generadora del arte comunitario.
Esta es una etapa donde la iniciativa, la complicidad comprometida, el convencimiento y la creatividad compartida son ingredientes esenciales para alcanzar soluciones valientes, certeras, donde la creatividad debe salvar tiempo, época y destino. Es proverbio comunitario que «lo que no se le ocurre a uno se le ocurre a otro», en unión se resuelve y se encuentra la solución.
La creación comunitaria es lo útil, es encontrar lo bello, es el aprovechamiento de recursos naturales, de materiales de desecho, de medios expresivos reciclados, de objetos artísticos; es expresión, fuerza del medio, lo marginal, lo pobre o lo menospreciado, recurso de lo imprescindible en la modificación de la comunicación artística. Si se considera que piezas museables como las de Antonia Eiriz y otros exponentes de la vanguardia o lo contemporáneo manifiestan que «la cultura es lo primero que hay que salvar», hay que sentirlo, en la dimensión más genuina y representativa del pueblo.
Los creadores son los defensores de esa conducta de valores que se mantiene a través de la comunidad, como presencia en las tradiciones e identidad de calle, edificación, parque, árbol, casa, persona, familia, talento, memoria; todo lo que consolida la cubanía. Ahí están las propuestas, no las decorativas, entretenidas, banales, mediocres, seudoculturales, sino las verdaderas, embelleciendo el rescate e información sobre la naturaleza, el patrimonio del hombre y la sociedad.
No puede hablarse de cultura artística social sin un trabajo comunitario con un resultado temático diverso, reconocido, acondicionado a los hábitos y costumbres, no como meras instituciones recreativas, sociales, como procesos truncos de oficialismo, sino como energía viva del entorno, la convivencia, la armonía del arte, la flora y la fauna, la comunicación humana como forma de distinción y embellecimiento del diagnóstico continuo de valores de la comunidad.
Las oportunidades y dimensiones del trabajo comunitario han sido sustentables a partir de las no exclusiones y promoviendo iniciativas, información y capacitación como fuerza generadora de cambios de altos valores humanos de inteligencia, capacidades de expresión y eso solo lo podemos hacer avanzar con artistas de alta influencia, posibilidades, entrega en la tarea más revolucionaria en la historia de la cultura.
Ante las carencias crecientes de los ‘90, los presupuestos para la promoción, divulgación y participación del arte cubano en eventos y concursos internacionales, en especial de artes plásticas, disminuyeron, obligando a los artistas a conjugar iniciativas, soluciones y propuestas que facilitaran a los creadores a través de colectivos, talleres, estudios, galerías, comunidades y proyectos que garantizaran la realización de obras a partir de la colaboración, la compartimentación técnica-tecnológica y la subvención colectiva, activando soluciones para la ejecución de obras, acciones de promoción, así como el fomento de una comercialización independiente que cubriera las expectativas no existentes de mercado y coleccionismo.
Las experiencias que fraguaron no cubrieron las demandas, pero ayudaron a perfeccionar un estilo de intercambio, confrontación y desarrollo creativo en función de una imagen de la producción artística hacia el mantenimiento representativo del movimiento cubano en áreas y regiones latinoamericanas, propiciando la cobertura de ilimitadas perspectivas e importantes reconocimientos para irrumpir contra el bloqueo hegemónico del imperio del arte como representación de la manipulación de los artistas ante el neocolonialismo de la comercialización del arte contemporáneo mundial.
La comunidad artística no puede concebirse sin creadores de conciencia de liderazgo colectivo que asumen ser protagonistas esenciales de participación y colaboración a partir de sus producciones creativas, generación de medios, vías, herramientas, servicios, técnicas, tecnologías y formas de promoción que son de interés testimonial y representativo del talento artístico y la comunidad.
No puede generarse un arte de privilegios o privilegiados, debe ser un arte de oportunidades, de pensar, orientar, dirigir la cultura hoy; es definir una estrategia, se determine una táctica popular, no como concepto de falsos podios de reflexiones o conocidos movimientos de pensamientos de buró, hay que conocer la realidad cubana, en plena, profunda confrontación y diálogo con la lógica masiva de sentir, necesitar y aprovechar los cambios populares.
El arte comunitario es para amarnos, la paz, la libertad. Hoy, salvar la cultura es salvar a la familia.