Creado en: agosto 21, 2021 a las 09:23 am.
Un pase breve por los carteles de la Uneac
Por: Pepe Menéndez (de su colección)
No podía ser otra la pieza que abriera este breve recorrido sino una que en puridad antecede a la fundación de la Uneac, cartel de 1961. El gran pintor René Portocarrero simboliza en esa bisoña y muy colorida planta la germinación inicial de lo que llegará a convertirse en árbol enorme. El singular arreglo tipográfico incluye un lema que podemos leer invertido en el cartel de la derecha, porque así de recíprocos son esos dos conceptos. Diseñado en 2016 por Víctor Manuel Cabrera, de la generación que ha tomado la batuta del nuevo cartel cubano, su imagen es la de un ser complejo y multidimensional, como suelen ser los artistas.
Todo lo cubano y lo más trascendente de lo universal ha estado siempre en el interés de la Uneac. De Héctor Villaverde, valioso diseñador involucrado de diversas maneras en la organización, es el cartel de los Premios Uneac 1978. Le acompaña la joven Anabel Cano con su contundente alegato antirracista, auspiciado por la Fundación Nicolás Guillén en 2011.
A Guillén ha dedicado la Unión numerosos carteles a lo largo de sesenta años. El poeta maravilloso y presidente fundador aparece representado de muy diversas maneras. Heriberto Hechevarría eligió, en este diseño de 1977, fundir pluma, bandera cubana y palma real para celebrar un cumpleaños de Nicolás. De Laura Llópiz, tal vez la última diseñadora Uneac a tiempo completo (y la más prolífica cartelista de la organización en este siglo) es esta otra metáfora vegetal de 2008: la poesía como raíz y sostén.
Son tantos y tan notables los intelectuales y artistas que han «hecho» a la Uneac, que pretender representarlos de alguna manera en esta galería es un absurdo total. Para empezar, no abundan los carteles dedicados a una figura o una obra; ni siquiera tangencialmente se consigue aludirlos. Encuentro en estos dos, para una narradora y para un poeta y dramaturgo, la posibilidad de mostrar dos épocas y dos técnicas de impresión diferentes, offset y serigrafía. El primero es obra de Darío Mora, un interesante creador pocas veces mencionado. Promueve un libro de Ediciones Unión de 1976. El segundo, probablemente encargado por la Asociación de Escritores para celebrar el Centenario de Virgilio Piñera en 2012, se debe a Alejandro Rodríguez «Alucho», que comenzaba en esos años la fructífera carrera que lo distingue hoy.
Dos carteles para congresos Uneac, eventos que han marcado hitos en la historia de la organización. Alfredo Rostgaard acude en 1998, una vez más, a la combinación palma-estrella, con ese estilo característico suyo de colores estarcidos y contorneados en negro. Diez años después Laura Llópiz y Pepe Menéndez, en una solución muy creativa y cerebral, insertan el número siete del congreso en la prolífica «numeración» del arte y la cultura cubanos. Dos aproximaciones bien diferentes, dos técnicas de impresión y dos generaciones del diseño cubano, pero una misma intención de mostrar a la Uneac en el torrente poderoso de la cubanidad.
De los eventos de la Uneac, que han sido y son muchos y de gran alcance popular o de especialistas, se muestran aquí dos: uno de música (Laura Llópiz, impresión digital) y otro de artes plásticas (Arístides Hernández «Ares», serigrafía), ambos de 2011. Aunque la Uneac es una sola, los espacios se comparten y expanden, y la relación con otras organizaciones –como se muestra en estos ejemplos– ha sido habitual. Pulsa desde 17 y H pero late más allá de los límites de la casona vedadense e incluso de las fronteras de la isla.