Creado en: abril 27, 2022 a las 12:02 pm.
Retorna el Diario de Ana Frank a las tablas capitalinas
El diario de Ana Frank, apnea del tiempo, texto original de la dramaturga Agnieska Hernández, inspirado en la adaptación teatral realizada por los artistas estadounidenses Frances Goodrich y Albert Hackett, y puesta en escena de Miguel Abreu, es el título de la obra que lleva a las tablas habaneras la agrupación Ludi Teatro, para regocijo de los fieles amantes del arte de las tablas.
Lo primero que llama la atención del espectador es el cálido abrazo que tiene lugar entre la música y la acción dramática; entre esas dos aguas turbulentas, discurren los conflictos intrapsíquicos que corroen el espíritu de la joven judía, Ana Frank; personaje al que le presta piel y alma la carismática actriz Alina Castillo, quien hace gala de los conocimientos teórico-conceptuales y prácticos aportados por la academia, así como por la experiencia adquirida en el ejercicio de esa noble profesión, percibida como fuente nutricia de ética, humanismo y espiritualidad.
Con apoyo en esa línea dramática, también se destaca la actriz Arianna Delgado, quien le da «vida» en el proscenio a la señora Frank, y despliega momentos estelares de histrionismo, en los que con un registro emocional digno del más cálido elogio diseña el entramado psicológico del personaje que interpreta con indiscutible profesionalidad.
En líneas generales, el elenco artístico se desdobla en papeles muy bien logrados desde los puntos de vista dramatúrgico y psicológico, lo que como es obvio le facilita a Miguel Abreu incursionar, con la inteligencia global y emocional que lo identifica en el medio artístico y fuera de él, en los campos de la realidad y la ficción, separados por una línea imaginaria trazada por la mente del homo sapiens.
El diario de Ana Frank… es una obra desgarradora, pero con un poderoso mensaje ético-humanista, dirigido —en lo fundamental— a la conciencia y sensibilidad del «soberano de la creación»; puesta signada por las impecables interpretaciones que involucran afectiva y emocionalmente al público, ya que los actores y actrices se desenvuelven en el escenario con tanta soltura y profesionalidad que le ofrecen al auditorio una visión aterradora de la realidad objetivo-subjetiva que atraviesan, y que se caracteriza básicamente por el pánico y la angustia («miedo a la desconocido», al decir del psiquiatra hispano-cubano Emilio Mira López), que les provoca la ferocidad y bestialidad que, en general, distinguen al nazi-fascismo alemán, y en particular, a los miembros de las tristemente célebres Gestapo y SS hitlerianas.
Mientras seguía con marcado interés las incidencias acaecidas en la obra El Diario de Ana Frank, mi archivo mnémico evocó la primera vez que me enfrenté a ese clásico de la literatura, el teatro y el cine universales: aconteció en la sala «El Sótano», sede de la compañía teatral «Rita Montaner», en 1979. Fue tanta la conmoción que me produjo en la mente y en el alma esa trágica representación de lo que no solo Ana Frank y familia, sino toda la comunidad judía europea, había sufrido como consecuencia de la barbarie cometida por los nazis contra esa etnia, que no solo a mí, sino también a una buena parte de los espectadores, las lágrimas corrieron por nuestras mejillas; ¡ese es el «poder mágico» que ejerce el teatro sobre la psiquis y el alma humanas!