Creado en: diciembre 10, 2023 a las 11:33 am.
Aurora Bosch: joya del Ballet Nacional de Cuba
Hace 81 años vino al mundo, en un popular barrio de la Habana Vieja, una de las Cuatro Joyas del Ballet Nacional de Cuba (BNC): Aurora de los Ángeles Bosch Fernández.
Llegaba a la vida predestinada para impresionar con sus movimientos sobre un escenario. De esa luz se percató su abuela materna, quien, en 1951, conoció de una convocatoria de la Academia de Ballet Alicia Alonso para optar por becas de estudio. Fue aceptada, y así comenzó el ritmo de sus días junto al arte de la danza.
«Cuando ingreso en la Academia tengo solamente ocho años de edad y fue para mí como verme inmersa en un taller, porque no solo se aprendía ballet, sino baile español, maquillaje, anatomía aplicada… El tiempo allí se me iba entre las manos, porque cada vez que podía me quedaba mirando una clase o un ensayo, muchas veces sin comer, porque todo aquello me encantaba», contó la primera bailarina cubana.
Bajo la batuta de la maestra Magda González Mora, hizo sus pininos. Luego aprendió de los pasos del puertorriqueño José Parés, y más tarde se nutrió de las enseñanzas del maestro Fernando Alonso.
«Durante años me mantuve con baja estatura. A esa deficiencia, que me trajo muchos obstáculos durante la estancia en la Academia, le agradezco mi primer trabajo escénico, porque en 1954 durante el montaje de la versión completa de El lago de los cisnes por la Skeaping me seleccionaron para que interpretara uno de los pajecitos en el Acto III. Con el paso del tiempo yo avanzaba técnica y artísticamente, pero seguía sin obtener la estatura necesaria para integrar el cuerpo de baile, lo que me impedía bailar con la Compañía, como lo hacían otras muchachas».
Su debut profesional se registra en Matanzas, el 15 de noviembre de 1956, con la obra Las Sílfides. Desde entonces bailó, con el Ballet Alicia Alonso, en las obras Carmen, El Lago de los Cisnes, Coppelia y Giselle, por solo mencionar algunas piezas de renombre.
Con el nacimiento de la Revolución en 1959, Aurora prestigió el elenco del recién organizado Ballet de Cuba. Por sus altas cuotas de talento y disciplina, abrazó la categoría de Solista, en 1962, y la de Primera Bailarina, en 1967.
La virtuosa de la danza guarda en el cofre de sus reconocimientos la Medalla de Oro en el Concurso Internacional de Ballet de Varna, Bulgaria; el Premio Ana Pavlova de la Universidad de la Danza de París y el Premio Especial de los Críticos y Escritores de Danza de Francia en 1966, estos últimos por su sorprendente interpretación de Myrtha, la Reina de las Willis, en Giselle.
Sobre los escenarios cubanos también escaló peldaños y se agenció de los más altos lauros: la Distinción por la Cultura Nacional, la Medalla Alejo Carpentier, la Orden Félix Varela y el Premio Nacional de Danza (2003); así como con el Premio Anual del Gran Teatro de La Habana y el Título de Doctora en Ciencias sobre Arte, este último concedido por la Universidad de las Artes.
No resultaron suficientes los aplausos prodigados en la escena. Ella siguió una carrera como maître fuera y dentro de Cuba y, en diálogo con Prensa Latina, aseguró que «una de las grandes responsabilidades de los maîtres es transmitir todas las experiencias anteriores para que no se rompa la cadena».
Sincronizada con el baile, Bosch ha compartido saberes en diversas instituciones culturales del país como la Escuela Nacional de Ballet, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, la Federación de Mujeres Cubanas y a otras del ámbito internacional en México, España, Dinamarca, Suiza, Estados Unidos, Gran Bretaña, Hungría, Austria, Alemania y Argentina.
A sus 81 años, Aurora Bosch, dotada de una «técnica brillante y reluciente, fuerte como el diamante», según la crítica, sigue siendo esa mujer que, al hacer gala de su nombre, refleja belleza y luminosidad, para reafirmarse como una joya de altos quilates, tesoro de la escuela cubana de ballet.