Creado en: julio 29, 2023 a las 01:02 pm.
Bordado en palabras
Por Jesús Lozada Guevara
Al fondo de la calle el cielo, azul con vetas de oro y rojo, atravesado por la aguja de la catedral, como en un bastidor bordado. Sobre la tela la ciudad centenaria y trashumante, fundada junto a un río en busca del remanso y la riqueza que pudiera proporcionar un valle intramontano. Al centro la Plaza Bolívar y al costado una iglesia de muro firme, techumbre a dos aguas, puertas de madera labrada y vía crucis esculpido con mano oficiosa, dedicada a San Miguel Arcángel, conjugando la fe católica y el ideal republicano, tan cerca del corazón en este lado del mundo.
Cartago sería una ciudad provinciana y recoleta como otras tantas de Colombia y del Nuevo Mundo sino la distinguiera su gente. Tierra hospitalaria y recia, centro del bordado y de artesanos que saben mostrar la maravilla escondida en los materiales más simples, donde la gente camina y cuenta con cierto señorío que viene de la raíz del ser. Ahí llegué en julio, invitado por Marcela Feria y su equipo para fundar, junto a otros, el Festival Internacional de Narración Oral (FINO) Cartago bordada en palabras.
En época de híbridos y búsquedas fáciles, contra todo pronóstico, los convocantes trabajaron durante cuatro años para crear las condiciones que hicieran posible instaurar una fiesta alrededor del cuento. Y finalmente la lograron, en medio de incertidumbres y haciendo alianzas, especialmente con la UNO/ES, con sede en Barquisimeto, Venezuela, cuya experiencia y contactos por más de treinta años fue definitoria a la hora de diseñar el evento y establecer sus principios rectores. Los convocantes movieron un encuentro centrado en el arte del narrador oral, que no olvidara las raíces propias y que a su vez confirmara la vocación de apertura que signa a la ciudad anfitriona.
Destacable el hecho que los organizadores hayan apostado por la conformación de un elenco que conjugara talento local, nacional e internacional, cuidando de que tuvieran espacios comunes e idéntico destaque, aunque, por razones obvias, los representantes de Chile, Cuba y Venezuela, tendrían galas únicas de mayor duración.
Un festival es el resultado de una experiencia sustentada en tres pilares: la educación permanente de los artistas en su oficio, la existencia de un circuito de eventos y contratos que permitan el trabajo sostenido y la efectividad de un marco legal e institucional que apoye la estabilidad de la programación así como la seguridad o dedicación exclusiva a la profesión de los implicados en el proceso; aunque no se debería esperar a que todo esté listo para desatar el fervor que se genera entre el contador de historias y sus públicos, pues, cuando de relatos se trata, solo hace falta, en primera instancia, una lengua que cuente y una oreja que escuche.
Lo prueba FINO que apenas comienza a bordar esas realidades pero que alcanza ya la condición de plataforma de lanzamiento para lo que podría convertirse, con trabajo y paciencia, en un espacio de irradiación que permitiera devolver al movimiento de narradores orales colombianos la centralidad cultural que merece. Claro está, eso se logra también con la coordinación de esfuerzos y el trabajo mancomunado con otros eventos y circuitos.
Destacable, cada uno con sus particularidades, el trabajo de los cartagüeños. Alex Moriones nos acerca a la historia local desde un decir fluido y terso, Andy Bross viaja a la cuentería popular hispanoamericana encantando con su frescura, Brayan Osorio conjuga cuento y circo, Jhon Cardona se aproxima al mundo de la fantasía con pasión y seguridad, así como Juan Sin Miedo – Omar Díaz- maneja un repertorio que no por conocido deja fuera la sorpresa.
De otras regiones llegan tres formas de asumir el cuento: Kate Paredes, nacida en la movida universitaria de Bogotá, muestra una sólida formación y comprensión del oficio a través del buen decir que sabe acompañar con un discurso narrativo que tiene en cuenta que no solo se estructura con palabras sino que con todo el cuerpo y que, como dicen los clásicos, este ha de estar gloriosamente vivo. Wilmar Tovar, de la escuela de Medellín, ha logrado sintetizar una muy personal forma de contar en la que se conjugan historias de vida con técnicas de la cuentería, stand up comedy e improvisación, creando un discurso que comunica con hondura y gracia los problemas del individuo en la selva de asfalto sin dejar de entretener. Carola del Valle, en su personaje-narrador Autanasia, encarna la técnica del Teatro-Narración, de origen italiano, y como él aprovecha los recursos del carnaval y la Comedia del Arte, que forman parte del universo de la Cultura popular y tradicional. A través de su maestría nos adentra en los elementos del Carnaval del Diablo y de la fiesta popular, llegando a momentos de brillantez y jubilo liberador que solo encontramos en aquellos espectáculos realmente conectados con su raíz.
Chile y Venezuela fueron representados por Manuel Vega y Fidel Ceballos. El primero asume la narración desde la poesía, propia y ajena, tejiendo historias familiares, apegadas a lo coloquial. El chileno, actor y poeta asentado en Bogotá con amplia experiencia en la televisión y el teatro, introduce la música al espectáculo que, como se sabe, es un elemento de la cuentería que no discrimina ninguna forma a la hora de comunicar. Por su parte, el venezolano, aprovecha otros saberes: cuenta, anima figuras, canta y toca el cuatro -cordófono típico de su país-, todo en función de trasmitir un relato que, usando recursos que van desde los visuales a los sonoros, sin olvidar lo táctil, alcanza la complicidad del espectador que lo recibe como un acto de fe y sentido de la verdad.
Desde Cuba llegué yo. Pero no haré juicios, solo diré que la sangre me volvió a correr a torrenteras.
La experiencia de tejer con los que saben, de hacer con los que bien mueven los hilos fue una fiesta. Deseamos ver a Cartago convertida en Capital del Cuento. Sea el tapiz soñado una verdad y que podamos descubrir en él las fibras que un día, generosos y agradecidos, colocamos sobre el lienzo de la tarde, azul con vetas de oro y rojo, atravesado por la aguja de la catedral, como en un bastidor bordado.