Creado en: noviembre 21, 2024 a las 06:22 am.
Camagüey: dispuesto a morir por la pasión del teatro
Por Omar Valiño
Desde su propia arrancada el pasado lunes, el Festival Nacional de Teatro de Camagüey disipó dudas sobre la pertinencia de realizarlo, a pesar de las frágiles condiciones que atravesamos.
La primera gran seña la ofrece el público principeño con su masividad y entusiasmo. En su composición se mezclan habituales seguidores del evento y nuevos segmentos, habida cuenta de que la cita no acontecía desde hace seis años.
Al mismo evento teórico acudió una nutrida cantidad de estudiantes de teatro de la Academia Vicentina de la Torre, y de periodismo de la Universidad de Camagüey, ideales destinatarios, en un aula abierta, si se aspira a fomentar el conocimiento de la propia tradición.
Desde su fundación, amén de todos los cambios en el tiempo, el diálogo es un hilo de continuidad que distingue el encuentro, ya a las puertas, en 2026, de su edición 20.
Por supuesto, la conversación principal es aquella viva que se produce entre el escenario y la platea. En este pórtico tuvo el incentivo de los paisajes temáticos que, como espejos, brinda la dramaturgia cubana. Los estudiantes del Instituto Superior de Arte, con la guía de Lizette Silverio, acudieron a Piñera, Brene y Quintero para sus Escenas de teatro cubano, Teatro La Proa se focaliza en la niñez y la familia con Amelia sueña mariposas, de Erduyn Maza, y codirige junto a Arneldy Cejas. Trotamundo y Mefisto trajeron a Jorge Luis de Cabo al lado de la presencia increíble de Verónica Lynn, con sus 93 años, como protagonista de Frijoles colorados, de Cristina Rebull. Estremece y emociona la maestría de esta gran actriz, un tesoro de la escena nacional.
Un aparte para una de esas obras que flotan dentro de la tradición y Carlos Díaz baja a las tablas: Réquiem por Yarini, de Carlos Felipe. Díaz con Teatro El Público la trata como el clásico que es. Al director, apoyado en la versión de Norge Espinosa, le interesa transparentar el diálogo, las aristas de la tragedia, el sufrimiento de los personajes y, desde ahí, revelar el universo mítico y real entre humanos y dioses. Si algo parece subrayar es que la íntima condición trágica es permanente. Todo se renueva, pero todo permanece.
Como en Yarini, en el Festival de Camagüey se desafía el tiempo y el destino. Revive la ciudad. Y se está dispuesto a morir por la pasión del teatro.