Creado en: octubre 28, 2023 a las 04:58 pm.
Camilo eterno
Al inolvidable Camilo Cienfuegos (1932-1959), nuestro querido Capitán Tranquilo de cabellera lisa y sombrero alón, han sido muchos los poetas que lo han inmortalizado con su lírica. Para él ha quedado plasmado el homenaje eterno en diversidad de estilos y formas, porque es leyenda el guerrillero, enraizada en la más pura realidad.
Sirvan estos poemas para seguir contemplando su fiereza en la lucha, su resistencia ante la adversidad, su don de mando y soldado entre su tropa, el buen humor y su cubanía.
Camilo
(Nicolás Guillén Batista)
I
Jinete en el aire fino,
¿dónde estará, dónde cayó,
el comandante Camilo,
que no lo sé yo?
Entre la tierra y el cielo,
¿adónde fue donde voló
el comandante Cienfuegos,
que no lo sé yo?
II
Sin cruz vino la muerte,
sin sepultura, nada.
Un rayo apenas de luz inerte,
su vacía, su redonda mirada.
(Lentas guitarras de ardor marítimo
llegan llorando a llorar conmigo.
Llegan violetas color obispo:
morado luto mortuorio fijo.
Raudos machetes de amargo filo
y girasoles luto amarillo).
III
Duerme, descansa en paz —dice la mansa
costumbre de las flores, la que olvida
que un muerto nunca descansa
cuando es un muerto lleno de vida.
Ahí viene, avanza el río
de su barba serena.
Suena su voz, su permanente voz resuena,
arde en la patria pura un gran fulgor de estío.
Se oye ¡Partir!, que ordena
y partimos. ¡Avanzar!, y avanzamos.
Todos lo mientan, dicen:
—Puño de piedra, resplandor de paloma,
el aletear del corazón te damos;
oh joven padre, toma
nuestra violenta sangre en peso: ¡Vamos!
Camilo
(Dora Alonso)
En el mar se ve a Camilo
sobre un caballo lucero;
viene al frente de la tropa,
de capitán del recuerdo.
Trae ejército de rosas,
bravos lirios insurrectos
y una guardia insobornable
de jazmines guerrilleros.
Camilo en Yaguajay
(Raúl Ferrer Pérez)
Camilo tierno para que no mueras
en este trillo se quedó tu planta.
Aquí el sonido de tu voz levanta
el polvo de tus órdenes guerreras.
Esa mujer cosió tus bandoleras
y este niño te trajo el agua clara.
Si aquel batey pudiera y conversara
en tu tabaco fino revivieras.
Bejucos separados por tu mano.
Décimas cabalgando sobre el llano
del Camagüey para cuidar tu suerte.
Y Yaguajay, con su guerrilla alerta,
esperando tus barbas en la puerta
para burlar una vez más la muerte.