Creado en: octubre 21, 2021 a las 08:36 am.
Carlos Díaz, rodeado de amor
A Carlos Díaz le lloverán hoy las felicitaciones. Será, con toda seguridad, un aluvión de mensajes y llamadas telefónicas y abrazos y besos en la medida en que la situación epidemiológica lo aconseje. Es que a Carlos Díaz lo quiere todo el mundo (habrá alguno que no, claro, pero será uno entre una multitud). Es que Carlos Díaz se sabe hacer querer. Y no tiene que poner demasiado empeño. Carlos es “querible” por naturaleza.
Es la fuerza de la bondad y el talento. Es la fuerza de la sensibilidad y el trabajo cotidiano. Carlos Díaz nunca está tranquilo, aunque lo parezca. Uno lo ve sentado, callado, apacible… y si lo conoce, sabe que está “maquinando”. Carlos vive en su arte como el pez en el agua. Y su arte, que para muchos es el arte de la representación y la máscara, para él es la verdad mayor.
Grande como pocos, artista de proyección internacional, creador una y mil veces reconocido y galardonado… es un hombre humilde. Se diría: consciente de su grandeza, no tiene necesidad de regodearse en ella. Se prodiga sin énfasis. Acoge sin tremendismos.
Carlos Díaz es el puntal, el cerebro y el corazón de un teatro maravilloso. Lúdico y profundo (aunque algunos se queden solo en las lentejuelas). Ha hecho de su teatro el hogar de decenas de actores, técnicos, diseñadores, músicos, dramaturgos… Vivan donde vivan (y viven en muchos lugares de este mundo), saben que en esa esquina de La Habana, en el Trianón de tantas y tan largas temporadas, tienen una casa. Y es también punto de confluencia de uno de los más heterogéneos públicos de la escena nacional. Es que Carlos tiene el don de aglutinar. En su fiesta hay cajita para todos.
Carlos es, primero que todo, un maestro. Es, de hecho, ahora mismo, uno de los grandes maestros del arte del teatro en Cuba. Y él lo asume sin poses, sin otorgarle demasiada trascendecia. Porque para Carlos Díaz enseñar es obra cotidiana y necesidad de vida. Se realiza cuando está frente a sus alumnos (que han sido promociones completas de las escuelas de arte) o frente a sus actores en ensayos o montajes. Lo suyo es articular la maravilla. Lo nuestro es maravillarnos.
Feliz cumpleaños, Carlos queridísimo.