Creado en: agosto 18, 2024 a las 11:03 am.

“Encuadernar es un arte”

Fotos: Rey López

Por Yelaine Martínez Herrera

Alrededor de tres décadas lleva Jorge Luis Polanco Martínez desempeñándose como encuadernador de la editorial Sanlope, del territorio, una labor que le apasiona. Él, graduado de impresor tipográfico, profesión que desempeñara otrora, siente que allí ha encontrado finalmente su destino.

“No es un oficio sencillo, como quizás parezca. Hay que tener conocimientos”, comenta a 26 el señor de ojos vistosos y carácter afable. Luego, agradece las enseñanzas que le transmitieron otros encuadernadores, nombres al estilo de Juan Herrera y Roberto Pupo.

Y me traslada a sus rutinas, al momento en el que sus manos tocan el grupo de hojas un tanto desordenadas, que él -poco a poco- va poniendo en su lugar. “Tienes que conocer bien la estructura de un libro -afirma. Las páginas responden a un orden numérico, que no debemos violar. Existen partes como la falda, el lomo, la cubierta… Además, hay que respetar los espacios en blanco. Es una gran responsabilidad darle terminación a una obra de esta naturaleza”.

Así, va explicando los pasos regulares de la encuadernación. “No es lo mismo un libro de caballete que un cuadernillo -aclara. Existen diferentes métodos y uno determina cuál es más adecuado según el tipo de texto”.

Aunque al llegar a la calle Gonzalo de Quesada, número 121, sede del sello local, uno suele notarlo serio y absolutamente concentrado en su labor, Polanco disfruta mucho el proceso. Es consciente de que cualquier error puede restarle belleza al producto, y aunque equivocarse es de humanos, intenta por todos los medios no fracasar, hecho que agradecen los escritores.

“No voy a mentir. Al principio se me iba alguna que otra pifia, pero ahora es menos probable que eso suceda, la experiencia ayuda. Encuadernar es un oficio de amor, debemos ponerle interés al trabajo para que salga bien. No solo está en juego mi prestigio, sino el de la editorial”, afirma el hombre por cuyas manos han pasado títulos como Matarile y Se permuta esta casa, de Guillermo Vidal.

Refiere él las buenas relaciones mantenidas durante años con sus compañeros de labor y los autores del territorio. “Cada libro que trabajo es un motivo de alegría, pues siento que contribuyo al desarrollo de la cultura, de la sociedad”. Confiesa también sentirse atrapado por el contenido de esos frutos literarios. “Cuando encuaderno me gusta leer fragmentos, incluso, a veces he realizado sugerencias de corrección. Y, si no entiendo alguna palabra, siempre tengo un diccionario cerca.

“Hay que estar pendiente de cada parte del proceso editorial, en estrecho vínculo con los diseñadores y otros colegas de la institución, porque puede darse el caso -por ejemplo- de que las cubiertas no coincidan con el texto en cuanto a dimensiones. Por eso es tan importante dominar la técnica”.

Aunque en su familia, que recuerde, no existían lazos cercanos con la literatura, él desde niño se sintió atrapado por este universo. “Siempre me gustó leer, principalmente los policíacos. Ese amor todavía me mueve”, expresa. No es de extrañar entonces que, cuando el impresor le pasa alguna obra para encuadernar, en lo primero que piense sea “en que mi labor salga bien”.

Polanco se graduó en 1984 como impresor tipográfico y luego pasó por algunas instituciones de la provincia, hasta encontrar su camino en el seno de nuestra editorial. Hoy exhorta a las nuevas generaciones a que se interesen por su oficio actual, que “enriquece la cultura y espiritualidad, además de aprender mucho”. Para él, sencillamente, “encuadernar es un arte”.

(Tomado del Periódico 26)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *