Creado en: abril 17, 2024 a las 08:00 am.
Ernesto Fernández Nogueras y la historia inseparable de sus fotos
Por Ileana González González
Por más de 60 años, desde el visor de sus cámaras fotográficas, Ernesto Fernández Nogueras (La Habana, 1939) ha atrapado instantes de la vida de Cuba y de otros países -con disímiles rostros y estremecimientos- que ayudan a conformar y sedimentar la memoria colectiva.
Aunque lo intentara, no podría sacar la historia de mis fotos, ha dicho este maestro del arte del lente, fundador de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) y cuya obra está enaltecida por el Premio Nacional de Artes Plásticas 2011.
Ernesto Fernández fue el primer fotoreportero en llegar a la zona de la Ciénaga de Zapata el 17 de abril de 1961, escenario de la invasión mercenaria financiada y apoyada por el gobierno de Estados Unidos y donde se libró una crucial batalla en defensa del suelo patrio y la bisoña Revolución hasta la victoria definitiva en Playa Girón, en menos de 72 horas.
Como corresponsal de prensa fue cronista y testigo elocuente de aquellos días tremendos. Ahí quedaron testimonios gráficos de la epopeya, con la fuerza dramática de imágenes preservadas para el futuro. Fidel en la Comandancia, como estratega militar. Un grupo de milicianos rodeando la campana de un paracaídas con tela de camuflaje, del primer invasor muerto. Un tanque T-34 al que le habían arrancado una de sus esteras y estaba inclinado al borde de la cuneta, pero pudo golpear un nido de ametralladoras del enemigo.
Hay una fotografía icónica de Ernesto Fernández sobre aquella gesta, por su composición y su atmósfera sobrecogedora. Él así la describe: “los milicianos caminan por el centro de una carretera donde hay unos autobuses ardiendo, después de un bombardeo y esperando un próximo golpe, pero eso no les importaba. Marchaban a la línea de fuego, sabiendo que la posibilidad de triunfar era casi nula porque estaban allí para enfrentarse al ejército más potente del mundo. Por lo menos eso era lo que les dijeron cuando marcharon al combate. Nada los hacía detenerse, ni ver los estragos en los ómnibus ni a sus compañeros muertos. Su misión era chocar con el enemigo y liquidarlo”.
Gracias a la vocación, la sensibilidad y el valor de fotógrafos y periodistas es posible reconstruir momentos de la epopeya de Girón, desde una perspectiva ética.
La crítica reconoce en la obra de Ernesto Fernández su capacidad para desdibujar las fronteras entre el fotoreportaje y el ensayo fotográfico. Empezó a forjarse en esas lides profesionales desde su adolescencia, cuando en la revista “Carteles” -más allá de prepararse en oficios como dibujante e ilustrador- convenció con su talento natural y mucho estudio, para enfrentarse a los secretos del lenguaje fotográfico. Fue revelando los contrastes abrumadores de la sociedad cubana en los años 50, y luego se sumó al torbellino de la Revolución.
Captó la estirpe heroica del pueblo en tiempos convulsos y definitorios. Lo acompañó en la lucha contra bandidos; en la epopeya de Girón; en los días “luminosos y tristes de la Crisis de Octubre” -definidos así por el Che Guevara-; y también en los combates cotidianos por el desarrollo socioeconómico del país, como la zafra azucarera, la Columna Juvenil del Centenario, las microbrigadas. Tampoco falta en su obra el acercamiento a la vida cultural, con memorables retratos a figuras prominentes. Como corresponsal de guerra, estuvo en Angola junto a las tropas internacionalistas cubanas y legó otra cobertura de excelencia, con registros fotográficos de fuerte impacto visual.
Ciertamente, la historia es inseparable de las fotografías de Ernesto Fernández. A ellas hay que recurrir siempre para componer la imagen de Cuba.