Creado en: agosto 13, 2024 a las 06:58 am.

Fidel, artífice de la política cultural cubana

En los primeros años de la Revolución trabajó en unión a la intelectualidad. /Foto: Tomada del sitio Fidel Soldado de las ideas.
 

Devoró demasiadas páginas. Se entregaba a cada una con una intensidad insaciable. Supo desde la primera vez de ese acto único, íntimo, llamado lectura que en él estaba la llave para entender el ayer, el hoy y adelantarse al futuro. Fidel Castro, lector impenitente tuvo así su encuentro inicial con las artes.

Bajo el brazo, en la cabecera de la cama, en la mochila de guerrilla o en la oficina siempre le acompañó uno o más textos. Bastaba la más mínima oportunidad para que se dejara raptar por las letras impresas. Un ritual, una necesidad, un modo de vida –a esta hora de recuentro poco importan los calificativos del hecho– que le esculpió su ingenio natural. Tanto así que lanzó frente a una multitud como dardo cuando la Revolución cubana aun olía a cascarón: «(…) nosotros no le decimos al pueblo: … ¡cree! Le decimos: … ¡lee! (…)».   

Fidel fue un lector impenitente. /Foto Tomada del sitio Fidel Soldado de las ideas.

Síntesis exacta del sustento de una política de país que más que un cambio de gobierno apostaba por la transformación integral de su ciudadanía. La Campaña de alfabetización, la publicación masiva de El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, la fundación de la Imprenta Nacional de Cubaen 1959, de la Editorial Nacional, en 1962 y del Instituto Cubano del Libro, cinco años después fueron algunos de los primeros pasos de manos de los procesos educativos que no dejaron mentir algunas de las ideas presentadas mucho antes: en La Historia me absolverá.

Se volcó –al unísono del resto de las transformaciones económicas y sociales– a aunar a los intelectuales que conducirían no solo los caminos de la literatura sino del pensamiento de la nación. En agosto de 1961, llamó a la unión de quienes acompañarían a la profunda revolución cultural que viviría Cuba.

Fidel Castro, reunido con escritores y artistas del país en la Biblioteca Nacional, se presentó convencido de la importancia de que la riqueza cultural creada por el ser humano llegara a todos, la importancia del acceso universal a la cultura. Leitmotiv de lo que hoy se conoce como Palabras a los intelectuales. «La Revolución significa precisamente más cultura y más arte», expresó en el discurso conclusivo de aquellos intensos días de 1961, donde se trazó sin medias tintas la política cultural de Cuba.

«Y al igual que nosotros hemos querido para el pueblo una vida mejor en el orden material, queremos para el pueblo una vida mejor también en el orden espiritual, queremos para el pueblo una vida mejor en el orden cultural.  Y lo mismo que la Revolución se preocupa del desarrollo de las condiciones y de las fuerzas que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades materiales, nosotros queremos desarrollar también las condiciones que permitan al pueblo la satisfacción de todas sus necesidades culturales. (…) No quiere decir eso que el artista tenga que sacrificar el valor de sus creaciones y que necesariamente tenga que sacrificar esa calidad.  ¡No quiere decir eso!  Quiere decir que tenemos que luchar en todos los sentidos para que el creador produzca para el pueblo y el pueblo a su vez eleve su nivel cultural que le permita acercarse también a los creadores», añadió.

Ideas que ovacionaron los presentes y muchas otras generaciones de artistas. El propio Nicolás Guillén, testigo de aquellas jornadas y, primer presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, (Uneac), se refugió muchas veces en su admiración por el eterno hombre vestido de verde olivo para contarle al mundo de su inmensidad como ser humano: «(…) Fidel Castro no ha escrito nunca un pareado, pero nadie osaría negar la grandeza épica y la ternura lírica de toda su obra revolucionaria, que es un vasto poema, como ningún poeta ha escrito jamás en Cuba hasta hoy».

Alejo Carpentier fue otros los escritores cubanos que no negó jamás su compromiso con el llamado del Comandante en Jefe en aquellos días de 1961. Fue por ello que donó su Premio Miguel de Cervantes a la Revolución. Otro de los tantos gestos que estrecharon lazos entre el proceso impulsado por Fidel y apoyado por quienes conducían parte del pensamiento de la nación.

«(…) Más que a mí, corresponde su posesión a mi Partido, lo que equivale a decir, a la Revolución Cubana, que hizo cristalizar los ideales de los mejores hombres de mi generación, dándome, en mis años maduros, una plena conciencia de mi razón de ser», dejó plasmado en una carta el primer cubano en conquistar tan alto galardón de las letras españolas.

Afectos ganados con la misma justeza del apelativo de Quijote. Salió a la conquista diaria para convencer con hechos y nos frases estériles al movimiento artístico que la cultura es espada y escudo de la nación.

El Comandante en Jefe, junto a Alicia Alonso llevó el Ballet cubano a los mejores escenarios del mundo. /Foto: Tomada del sitio Fidel Soldado de las ideas.

Lo experimentó desde los inicios Alicia Alonso. Juntos democratizaron el acceso a un arte que siempre había estado asociado a las élites. Aprendió así prácticamente a danzar todo un país. Mientras que el Ballet Nacional de Cuba subió a los mejores escenarios internacionales. Antes había sido imposible conseguir tantas ovaciones, no por falta de talento sino por la ausencia de un respaldo institucional.

«(…) Él, como en todo, tenía una visión más amplia, de largo alcance. Su papel en la consolidación del arte del ballet en Cuba es muy importante y no solo por el apoyo material, que ofreció de inmediato, sino por su comprensión y entusiasmo hacia esa expresión artística», confesó la Prima Ballerina Assoluta al periódico Granma, en 2016.

Ernesto Rancaño inmortalizó a Fidel desde diferentes visiones. /Foto: Tomada de Cubadebate

Si de inspiraciones se habla Ernesto Rancaño supo volcar en lo lienzos y cartulinas la grandeza de Fidel. Lo pintó de múltiples formas. Cada una única. Cubanísimas, todas. Tributos sinceros que lo colocan en lo más alto del altar artístico de la nación.

Y no puede ser de otra forma. En cada parto donde naciera un empuje cultural ahí estuvo siempre como gestor principal: la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños, del programa de Instructores de Arte y su Brigada José Martí, de las 10 instituciones básicas del sector en cada territorio…

No en vano Miguel Barnet expresó: El artífice de la política cultural cubana, el gestor, es Fidel… Todas las opciones culturales que hoy tenemos se las debemos”.  

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