Creado en: agosto 16, 2024 a las 08:12 am.

José Jacinto Milanés, un «fantasma» matancero que murió de amor

Por Laura Ortega Gámez

Como un «fantasma» matancero que dejaba cartas en las noches fosfóricas y desaparecía inapresable debajo de un farol, así definió Lezama Lima a su tocayo José Jacinto Milanés, un hombre cuya vida estuvo marcada por la belleza del arte y el desequilibrio que provocaría en él un eterno amor frustrado.

Nacido un día como hoy hace 220 años, el poeta, dramaturgo, ensayista y políglota figura entre las grandes personalidades de la cultura cubana del siglo xix, y a su vez una de las más paradójicas. Fue el romanticismo su refugio, debido a una marcada hipersensibilidad desde la niñez, que encontró en este movimiento la forma de expresarse.

«Pepe», como cariñosamente lo llamaban, no solo era un escritor del romanticismo, era un romántico nato, y esta forma de ver la vida desató en él una terrible locura luego de ver reprimido el deseo de casarse con Isabel Ximeno, prima suya. A partir de 1843, comenzó a padecer de mutismo, un raro trastorno que hizo que no volviera a expresarse de forma oral. Desde ese día, la pluma se convirtió en su lenguaje y fue, mediante la escritura, que pudo saberse lo que aquejaba al singular poeta.

Son sus versos un viaje a través del sinfín de emociones que pudo experimentar, y como tal evolucionan. Una peculiar forma de escribir poesía hizo que captara la atención de los lectores de la época, y pronto pasó a ser reconocido.  Esto se debe, en gran medida, a su amistad con Domingo del Monte y la participación que tuvo en sus famosas tertulias, en las que pudo rodearse de la más alta intelectualidad del momento. Dicha manera tan propia de escribir se debía, según algunos biógrafos, al desorden mental que sufría.

No fluyó su arte solo en la poesía. De hecho, uno de sus grandes éxitos se trata de una obra dramatúrgica que fue sensación al llevarse a escena. El Conde Alarcos ubicó el nombre de José Jacinto entre los más notables de la dramaturgia del siglo xix, y llenó teatros en todo el país, a la vez que lo presentó como uno de los primeros en cultivar el drama romántico en lengua castellana. No obstante, Milanés se negó a ver jamás una puesta de la obra.

Muchas fueron las facetas desarrolladas por el autor de La fuga de la tórtola, algunas incluso poco investigadas, como su pensamiento independentista o antiesclavista. El poema El negro alzado es considerado como el primero verdaderamente antiesclavista que se escribiera en Cuba.

En 1851, Milanés abandonó la escritura. No existe registro de que volviera a expresarse ni siquiera mediante esa vía. A raíz de esto su estado de salud mental, se fue degradando cada vez más, hasta provocarle la muerte, diez años más tarde. Hoy, leyendas rodean su vida y andan las calles de Matanzas, la ciudad que nunca abandonó y que tantas veces lo vio deambular en silencio por las madrugadas, tal vez buscando la voz, una inspiración, un suspiro, o simplemente, el amor. 

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