Creado en: mayo 1, 2024 a las 07:13 am.
Juan Formell, inmenso e inolvidable
Por Oni Acosta Llerena
Cuando hace exactamente diez años, la triste noticia de la muerte de Juan Formell recorría titulares de agencias y medios de prensa, muchos nos negábamos a aceptar que fuera cierta.
Juan, el cronista y juglar de la música popular cubana contemporánea más cercano a grandes como Ñico Saquito, Miguel Matamoros o Faustino Oramas «El Guayabero», enlutaba inesperadamente a nuestra cultura, y también a varias generaciones de bailadores y seguidores de los Van Van, una orquesta hondamente incorporada a la espiritualidad cubana, fundada por él.
Formell no solo significó la brisa de renovación sonora de lo popular en Cuba a partir de la década del 60, época de amplia experimentación musical, desde conceptos de ruptura y transformación ritmática. Su conocimiento del bolero, de la canción y el filin, su inquietante pasión por introducir nuevas armonías en todo su universo sonoro, se alinearon para el nacimiento y posterior consolidación de un genio de nuestra música.
Dijo alguna vez en broma Elio Revé Matos que el joven Juan, por entonces bajista y director musical de su orquesta, le dio frescura a la agrupación con sus arreglos, pero de haber continuado, tal vez le hubiera cambiado la sonoridad para siempre. Ya casi estaba listo el salto para un punto de inflexión de nuestra cronología musical, cuando poco después surgen los Van Van.
Con el incipiente mestizaje proveniente del auge de los combos de jazz, de formatos vocales norteamericanos de soul y góspel, de la tradición de orquestas de tipo charanga y su inconfundible sello de violines, cello y flautas, del imprescindible bajeo del son, unido al ímpetu personal de Juan, el songo cobraría vida.
Su cronismo no se detuvo nunca, y nos retrató como país, de forma perfecta, a través de inolvidables canciones que guarda en su corazón el pueblo cubano. Así de inmenso fue Juan, referente obligatorio de nuestra música, artista intachable, al que sin duda le quedaron canciones por escribir, y sin embargo, renace cada vez que se le escucha, vital y sonriente, tal como se nos quedó para siempre en la memoria