Creado en: diciembre 5, 2021 a las 01:15 pm.
La música y la canción en la forja de la Historia de Cuba
La música popular cubana es única en el continente americano y en sus valores rítmicos inimitables” (Manuel de Falla)
El Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, el pasado 22 de agosto, conversó con estudiantes y profesores del Instituto Superior de Relaciones Internacionales como parte de los amplios intercambios con diversos sectores de la vida económica-social y los jóvenes. El presidente habló de la necesidad de conocer cómo se forjó la historia de Cuba y aseveró que “hay que ir a la raíz”.
En la esfera de la historia de Cuba, tiene un lugar preponderante la música popular, catalogada por el profesor Guillermo Rodríguez Rivera como “el alma de la cultura cubana”.
Todos los medios de la cultura cubana deben hacer un estudio totalmente científico-cultural para aplicar “la música que nos rodea” con la forja de la nación, con la búsqueda de la raíz de la que habla el presidente.
La música está en los inicios de la civilización y en los albores de la cultura cubana, desde los “areítos” de los indocubanos; la música siempre tuvo un sentido de identidad, una necesidad vital en la lucha contra las adversidades de la vida y la naturaleza.
No debemos asombrarnos, ya desde los tiempos de la colonia, algún periodista o cronista se percataba de lo mismo. Un periódico llamado La Prensa publica el 13 de noviembre de 1842: “La música es sin duda el arte más seductor, que más liga al hombre con la patria y hasta con los objetos más queridos…por esto hay tanta pasión por los aires nacionales, por eso no hay composición que tanto poder ejerza sobre nosotros, que amamos más que un aire de la patria”.
En la guerra independentista, cuando los cubanos derramaban su sangre a raudales, la música era su mejor apoyo. Ese es un rasgo frecuente en la canción guerrera trovadoresca como tributo a los héroes de la gesta libertadora.
Al finalizar los combates, los mambises organizaban descargas musicales y bailecitos de candil, para animar la vida y unirse en la lucha contra el enemigo colonizador.
El Himno Nacional, de Pedro Figueredo Cisneros (Perucho) cantado por el pueblo el 20 de octubre de 1868, fue como la Marsellesa de los cubanos, un canto de libertad, el clarín de los mambises en días de guerra, en que los cubanos se unían en un ideal: negros, chinos y europeos.
Igualmente resultó: La bayamesa, creada en 1851 con letra de José Fornaris y música de Francisco Castillo Moreno y Carlos Manuel de Céspedes, Padre de la Patria. El 27 de marzo de 1851, La bayamesa fue estrenada por sus creadores, junto al tenor Carlos Pérez, en una serenata, al pie de la ventana de Luz Casal, esposa de Francisco Castillo. La canción tuvo más tarde diversas letras con sentido patriótico; la cantaban en todos los rincones de la Isla en labios de los mambises que buscaban una esperanza en el triunfo final. ¿No recuerdas gentil bayamesa/ que tu fuiste mi sol refulgente/ y risueño, en tu lánguida frente/ blando beso imprimí con ardor?
Alrededor de 1897, escribe Dulcila Cañizares, se produce un gran brote de canciones patrióticas que fueron como himnos que unieron a los cubanos que luchaban por la libertad: La guerrilla, Cuba para los cubanos, La bandera cubana, La libertad de Cuba, El combate de mal tiempo, Dos patrias, Maceo, La palma, La palma herida, Martí, Pobre Cuba.
Los trovadores santiagueros se unían con canciones en la Plaza de Marte, Los Hoyos, El Tivolí, San Agustín, en los cafés, barberías, y casa de amigos y mecenas. Todos eran uno en las fiestas y descargas bohemias de la ciudad.
Ya en tiempos de la República invadida, las canciones de sabor nacional identificaban a los cubanos que cantaban canciones en hondo coloquio y las hacían suyas, como parte del paisaje nacional.
Ernesto Lecuona con sus composiciones primorosas, muy típicas de lo cubano, con la esencia del hedonismo criollo, ese deje sabroso de los campesinos, los cantos de trabajo, la cadencia del lenguaje, la vida callejera, al decir de Antonio Quevedo y de uno de sus amigos diplomáticos del Reino Unido.
Barbarito Diez durante más de medio siglo unificó a millones de oyentes con canciones adornadas con el danzón nacional; casi todo el repertorio trovadoresco, bolerístico y rítmico, fue asumido por el ruiseñor de la canción cubana.
Benny Moré, casi por unanimidad es el símbolo de la música cubana, sintetizó la música campesina, afro, el guateque, la descarga bohemia, el bar, el café, el cabaret, el teatro, el espectáculo, la alegría cubana.
La Guajira Guantanamera, en sus orígenes fue una manera de dedicarles una tonada a las mujeres de distintas provincias, y terminó siendo una canción que identifica a la mujer cubana. Con la incorporación de los versos de Martí, la canción adquiere un alto nivel poético.
La chambelona, es una conga usada por los politiqueros, que los cubanos empleaban a veces con letras contestatarias de doble sentido. La conga, decía Alejo Carpentier, es “un ballet ambulante”, en el que el público masivo participa bailando, como espectador y como actuante. Una música estruendosa, que no necesita altoparlante.
Al vaivén de mi carreta, fue un canto de protesta que tarareaban los trabajadores en el campo cubano, como signo de protesta: Al vaivén de mi carreta/ nació esta lamentación.
Matamoros unificó el sonido santiaguero, oriental con sus sones típicos y con ellos dijo De dónde son los cantantes/ son de la loma/ y cantan en llano/. En sus creaciones de bolero-son, introduce un cambio en la forma musical y logra integrar la cualidad tímbrica y estilística de los trovadores o cantores (primos y segundos) con el lirismo y la rítmica del son.
Ignacio Piñeiro consolida las agrupaciones de clave y guaguancó, de La Habana, con una nueva lírica dentro del son. El músico capitalino echó salsita a la música bailable y la salsa latina. Hizo famosa las butifarras del legendario negro Congo de Catalina de Güines: Salí de casa una noche aventurera/ buscando ambiente de placer y de aventura,/ ay mi Dios,/ cuánto gocé/.
Pérez Prado con su mambo sensacional sintetizó a todas las corrientes de danzones mambeados de los hermanos López: Israel “Cachao” y Orestes con la Orquesta de Arcaño y sus Maravillas. Fue el llamado del tom tom cubano, heredero de la selva africana. El mambo puso de acuerdo a millones de bailadores y espectadores en todo el planeta, fue la primera gran explosión mundial de la música planetaria.
El chachacha, fue un baile sin igual que unió a negros y blancos en los bailes, fue el café con leche, el arroz con frijoles negros de Cuba. Las charangas desalojaron de los salones aristocráticos a las big bands de estilo Yankee. La engañadora es un cuadro pintoresco de la calle habanera en Prado y Neptuno: A Prado y Neptuno/ iba una chiquita/ que todos los hombres/ la tenían que mirar/.
La Pachanga, es un símbolo de la diversión de los cubanos: “Vamos a pachanguear”, es la imagen de la alegría de un país que tiene al baile como una de sus adoraciones y adicciones.
Los boleros cubanos constituyen la primera gran síntesis vocal de la música cubana, fue la canción representante de los latinos durante muchos siglos. Desde una victrola cualquiera, un bar lejano, a centenas de millas de aquí, los románticos de América se arrullaban y comunicaban con canciones de humo y espuma, de bares y cantina, como si encontraran en ellos la “tragedia griega” de los latinos. Fue como el poema balzaciano del continente latinoamericano, al decir de Jorge Luis Borges.
Después de los cambios sociales de 1959, la Nueva Trova iniciada por Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, fundió, en la década de 1960, a todo un Movimiento de miles de cantores de composiciones comprometidas con los nuevos tiempos.
El Boom de la salsa cubana de la década de fin del milenio, puso a bailar, unidos todos, a miles de cubanos en momento de grandes dificultades económicas. Enormes masas de jóvenes que buscaban momentos de alegría ante la presencia de un doloroso bloqueo económico.
La explosión internacional del fenómeno de Buena Vista Social Club, demostró al mundo que Cuba cuenta con cientos de músicos de la vieja guardia que pueden dar renacimiento al son y la trova tradicional.
En un concierto, en la celebración de un Día de la Cultura Cubana, celebrado en un escenario de la Piragua, en el área del Malecón habanero, tocaba la Orquesta Los Van Van. Desde lo alto del escenario yo observaba a los miles de bailadores, gente de todos los estamentos: Blancos, negros, chinos, mestizos de todo tipo, turistas de muchos países incluidos. Todos bailaban frenéticamente al compás del son, nadie se preguntaba de dónde procedían las personas que lo rodeaban, la música había unidos a todos en un mismo haz.
Como hemos visto, la música ha estado presente en todos los momentos memorables de Cuba, en el nacimiento, en las batallas, en la producción, las fiestas, bodas, bailes, en los momentos de triunfo; en la unión, la identidad y la alegría, los tres elementos más importantes de la cultura y la vida de la nación cubana. Como decía el Indio Naborí: “Sin música seríamos pueblo sin alas”.