Creado en: junio 12, 2021 a las 09:35 am.
Las «Palabras de Fidel a los Intelectuales»: algunas reflexiones 60 años después
Este escrito tiene como único propósito someter al debate algunas de las meditaciones que he venido realizando sobre las vigencias que le atribuyo a las palabras pronunciadas el 30 de junio de 1961 por el líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, para enfrentar las debilidades internas y las amenazas externas que en la actualidad y en el futuro previsible tendrán que sortear las instituciones políticas, estatales, gubernamentales y no gubernamentales –incluida la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC)— implicadas en la adecuada implementación de los componentes ideológico-culturales de las políticas dirigidas a convertir en realidad el proyecto de edificar, de manera independiente y soberana, un “socialismo próspero, democrático y sostenible”.
Pero antes de hacerlo creo imprescindible resaltar que, gracias al cumplimiento del que en esa alocución Fidel denominó “uno de los propósitos fundamentales de la Revolución”: desarrollar el arte y la cultura para que estas llegaran a ser “un real patrimonio del pueblo”,[1] así como de otros de sus objetivos económicos, sociales y políticos, internos e internacionales, ha cambiado de manera radical la composición socio-clasista, residencial, demográfica, educacional, científico-técnica, civilizatoria e , ideológico-cultural (incluida la cultura política), así como los patrones migratorios hacia el exterior que tenía la población cubana en el momento en que Fidel se reunió en la Biblioteca Nacional de Cuba con las figuras más representativas de la intelectualidad, del arte y la literatura nacional que, a mediados de agosto del mismo año, participaron activamente en el Congreso fundacional de la UNEAC.
En los años más recientes esas mutaciones –reflejadas en la pluralidad política de nuestra población— se han profundizado como consecuencia de la ralentización, de los errores cometidos y de los diversos efectos deseados y no deseados de la que he denominado “actualización del socialismo cubano”,[2] incluido el incumplimiento de varios de los objetivos de la Conferencia Nacional del Partido Comunista de Cuba (PCC) y de los Lineamientos para el quinquenio 2016-2021 aprobados por su Séptimo Congreso, así como por el simultáneo y exponencial incremento de la agresividad desplegada contra nuestro país por las diversas estructuras de la maquinaria burocrático imperial de los Estados Unidos, durante los cuatro años de la recién concluida administración de Donald Trump, y duramente los primeros meses de la presidida por Joe Biden.
Cualesquiera que sean los criterios que merezcan esas afirmaciones, tales cambios objetivos y subjetivo-objetivados en los diversos comportamientos sistemáticos y cotidianos de diferentes sectores de nuestra cada vez más heterogénea y envejecida población económica y políticamente activa –incluidos los intelectuales, escritores y artistas de diferentes generaciones— exigen una profunda reflexión acerca de cómo vamos a entender en las presentes y futuras circunstancias del mundo y de nuestro país el sintagma que usualmente se utiliza para recordar, a veces de manera sesgada y descontextualizada, las “palabras de Fidel a los intelectuales”: “Dentro de la Revolución todo, contra la Revolución nada”.
En esos empeños dirigidos a resignificar esos conceptos, así como qué vamos a entender como “dentro y fuera de la Revolución” nunca debemos olvidar que, junto con sintetizar ese “principio general” y “fundamental” que abarcaba a todas y a todos los ciudadanos del país,[3] al igual que vindicar el “derecho de la Revolución a existir, a desarrollarse y a vencer” a sus enemigos internos y externos, él realizó una cuidadosa diferenciación entre los que denominó “artistas y escritores revolucionarios” (“los que estuvieran dispuestos a sacrificar hasta su propia vocación artística por la Revolución”) de los que definió como artistas, escritores o intelectuales honestos y honrados que no tuvieran “una actitud revolucionaria ante la vida”, pero que fueran capaces “de comprender toda la razón de ser y la justicia de la Revolución”. Asimismo, desigualó a estos últimos de los que denominó “artistas e intelectuales mercenarios o deshonestos” e inmediatamente después afirmó:
La Revolución tiene que comprender esa realidad y, por lo tanto, debe actuar de manera que todo ese sector de artistas y de intelectuales que no sean genuinamente revolucionarios, encuentren dentro de la Revolución un campo donde trabajar y crear y que su espíritu creador, aunque no sean escritores y artistas revolucionarios, tengan la oportunidad y la libertad de expresarse, dentro de la Revolución.[4]
Desde mi punto de vista, esas y otras nociones que se verán más adelante conservan plena vigencia. Por consiguiente, estas deben de ser tomadas muy en cuenta por todas nuestras actuales autoridades políticas, estatales y gubernamentales; especialmente las directamente vinculadas a las labores educativas, ideológico-culturales y a la comunicación social. Asimismo, por todas las organizaciones sociales, de masas, profesionales y no gubernamentales de raigambre popular que actúan en nuestra sociedad política y civil; incluidas las que se han dado en llamar sus “vanguardias artísticas”: la UNEAC y la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Sobre todo, porque, como se demostró en el referendo para aprobar la nueva Constitución Socialista de la República de Cuba, efectuado el 24 de febrero de 2019, al menos, 706 mil 400 ciudadanos de 16 años o más, con sus votos negativos, desaprobaron el actual ordenamiento jurídico-político de nuestro país. Y otros 127 mil 100 depositaron sus votos en blanco; lo que, en términos relativos, significó cerca del 10% de los 8 millones 705 mil 723 ciudadanos incluidos por la Comisión Electoral Nacional en el “potencial electoral” existente en esa fecha.[5]
Sin negar la legitimidad democrática del sistema político cubano y el inobjetable respaldo que le sigue ofreciendo la mayoría absoluta de los ciudadanos a la revolución y al socialismo, así como sin que se puedan saber las diversas razones que influyeron o determinaron sus correspondientes sufragios, ¿vamos a considerar a esos 833 mil 500 compatriotas como “contrarrevolucionarios acérrimos” o sabremos establecer las diferencias entre estos y las personas honestas y honradas que no tienen “una actitud revolucionaria ante la vida”; pero que, a diferencia de los revolucionarios, no están dispuestos “a poner a la Revolución por encima de todo lo demás” y, en el caso de los intelectuales, escritores y artistas, a sacrificar sus correspondientes vocaciones por la Revolución?
Probablemente sean de las filas de estos últimos que han surgido los diversos grupos intergeneracionales que no se sienten representados por la UNEAC, la AHS, ni por el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, la Ciencia y la Cultura para la presentación de sus correspondientes demandas (más o menos pertinentes, según el caso) ante las autoridades político-estatales y específicamente ante el Ministerio de Cultura. Asimismo, buena parte de los intelectuales, artistas y escritores que, a través de las diversas publicaciones que circulan en las redes sociales, expresan sus disgustos y discrepancias, más o menos fundamentadas, con diversas dimensiones del funcionamiento de algunas instituciones políticas, estatales y gubernamentales, incluidas las educativas e ideológico-culturales.
Aunque los intelectuales y artistas revolucionarios no compartamos total o parcialmente sus puntos de vistas y/o el lenguaje estridente con que algunos de ellos los expresan, ¿debemos colocarlos entre los que Fidel denominó “artistas e intelectuales mercenarios o deshonestos”? Desde mi punto de vista, las instituciones políticas y estatales, incluidos sus medios masivos de comunicación social, escritos, radiales, televisivos y/o digitales no deben cometer ese error; ya que como él también dejó dicho:
La revolución debe tratar de ganar para sus ideas la mayor parte del pueblo; la Revolución nunca debe renunciar a contar con la mayoría del pueblo; a contar, no solo con los revolucionarios, sino con todos los ciudadanos honestos que, aunque no sean revolucionarios, es decir, que, aunque no tengan una actitud revolucionaria ante la vida, estén con ella. La Revolución solo debe renunciar a aquellos que sean incorregiblemente reaccionarios, que sean incorregiblemente contrarrevolucionarios.[6]
En mi criterio, esa práctica tiene y tendrá que seguir siendo la mejor respuesta a las acciones emprendidas por la maquinaria burocrático-imperial de los Estados Unidos y sus poderos aparatos desinformativos e ideológicos-culturales para tratar de sumar a sus propósitos contrarrevolucionarios y neo anexionistas a los que Fidel definió como “intelectuales y artistas honestos y honrados”.
Para contribuir a neutralizar esos y otros planes, apoyados por un pequeño grupo de intelectuales y artistas mercenarios y deshonestos, sugiero que, en cuanto las circunstancias epidemiológicas lo permitan, las diferentes Asociaciones, Secciones y Filiales Provinciales de la UNEAC convoquen a su membresía, así como a otros artistas, escritores e intelectuales que no la integran a debatir de manera respetuosa sus diversos criterios con relación a la actualidad y el futuro de nuestro país. Y, en ese contexto, analizar sus acuerdos, desacuerdos o dudas con los diferentes componentes del compendio Ideas, conceptos y directrices del 8vo. Congreso de Partido que, a partir de fines de mayo del presente año, comenzó a distribuirse entre los directivos de las organizaciones políticas, sociales y de masas o a divulgarse en diversos sitios web oficiales de nuestro país.[7]
Esa también sería una oportunidad para realizar un análisis crítico y autocritico del estado del cumplimiento de los acuerdos del IX Congreso de la UNEAC; incluido el deseado (pero aún no logrado) funcionamiento armónico de sus diferentes asociaciones, secciones y Filiales Provinciales, así como de sus correspondientes labores editoriales y de extensión cultural hacia diferentes sectores de nuestra sociedad y especialmente hacia sus nuevas y no tan nuevas generaciones.
Igualmente, para definir de manera colectiva los aportes que los que acudan a esa convocatoria estén dispuestos a realizar para contribuir a actualizar las políticas estatales dirigidas a mejorar las actuales condiciones de trabajo de los artistas y escritores (no pocos de ellos, afectados por los contradictorios resultados que hasta ahora ha tenido “la tarea ordenamiento”) con vistas a lograr que sus obras se coloquen a la altura del heroísmo cotidiano de la absoluta mayoría de nuestro pueblo; ya que, como indicó el entonces presidente de Cuba, Osvaldo Dorticós Torrado, en su escasamente recordado discurso inaugural del Primer Congreso de Escritores y Artistas de Cuba:
¡Al pueblo hay que ir, y no digo descender, porque al pueblo se asciende y no se desciende! Al pueblo hay que ir, ¡pero honrándolo!, y se le honra desde [nuestro] saber profesional cuando a él se acude con las armas de la mejor excelencia literaria y artística. Al pueblo hay que ir, para encontrar el contenido temático de las producciones futuras, la inspiración cotidiana o la inspiración suprema. Y al pueblo debe regresarse, después, con la producción literaria o artística para devolverle el tesoro que a artistas y escritores el pueblo sabe regalarles todos los días. [8]
Especialmente, si entendemos “la cultura” como “el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a la sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.[9] Y, por tanto, varios de los diversos componentes de la que, en medio de las agudas “batallas de ideas” que se estaban y aún se están librando en el mundo y en Nuestra América (incluida Cuba), Fidel definió como “cultura general e integral”.
Creo que ese sería el mejor homenaje que las y los actuales intelectuales, artistas y escritores cubanos de diferentes generaciones y géneros, podemos y debemos ofrecerles a los que, deponiendo sus contradicciones individuales o grupales, políticas, ideológicas, filosóficas y estéticas, se congregaron hace 60 años para fundar, echar a andar y ensanchar sistemáticamente las filas de la UNEAC con todos los artistas, escritores e intelectuales identificados con el criterio previamente expresado por Fidel acerca de que “será noble, será bello y será útil, todo lo que sea noble, sea útil y sea bello” para “las grandes mayorías” de nuestro pueblo.[10]
* Luis Suárez Salazar (Guantánamo, Cuba, 14 de mayo de 1950), integrante de la Sección de Literatura Histórico-Social de la Asociación de Escritores de la UNEAC.
[1] Fidel Castro: “Palabra a los intelectuales”, en José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram. Documentos de la Revolución Cubana 1961, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2008, p. 173.
[2] Luis Suárez Salazar: “La actualización del socialismo: una crítica utópica”, en Gabriela Pulido Llano, Mario Ayala y Alberto Consuegra Sanfiel (editores.) Mirando a Cuba hoy: reformas y configuraciones en una etapa, Buenos Aires: Imago Mundí, 2016, pp. 29-52.
[3] Aunque me identifico con la necesidad de realizar una diferenciación de género en el discurso oral y escrito, en lo adelante utilizaré el denominado “género no marcado” (masculino) que incluye tanto a las mujeres, como a los hombres.
[4] Fidel Castro: ob. cit., p. 172.
[5] Luis Suárez Salazar y Tania García Lorenzo: “Los resultados del referendo del 24 de febrero de 2019: apuntes para un análisis diferente al de la CNE”, inédito.
[6] Fidel Castro: ob. cit., p. 172.
[7] René Tamayo León: “Pensar y actuar en Cuba”, en Granma, 24 de mayo de 2021, p. 5
[8] Osvaldo Dorticós: “Los artistas intelectuales y artistas juntos y dentro del pueblo”, en José Bell, Delia Luisa López y Tania Caram, ob. cit. p. 199.
[9] UNESCO: “Declaración sobre Diversidad Cultural. Una visión, una plataforma conceptual, un semillero de ideas, un paradigma nuevo”, p. 4, en www.educatolerancia.com, acceso 25 de mayo de 2021.
[10] Fidel Castro, ob. cit. p. 170.