Creado en: enero 2, 2022 a las 08:43 am.
Los combates del 1º de enero de 1959
Amigos y enemigos de la Revolución Cubana, historiadores y escritores, directores de cine y documentales han hablado, escrito y filmado tanto sobre el 1º de enero de 1959 que parece que todo está dicho. Pero, siempre hay un pero, han olvidado los combates de ese mítico día. La historia que las fuerzas armadas de Cuba, antes del triunfo definitivo, estaban desmoralizadas al concluir el año 1958, es verdad solo en parte.
El alto mando formado por generales y coroneles, los que habían ascendido por su complicidad con el golpe de estado del 10 de marzo de 1952 y se habían enriquecido por la corrupción, todos ellos estaban desmoralizados y su aspiración eran escapar al exterior a disfrutar de sus robos.
La situación era muy diferente para los oficiales de menor graduación, en especial, de mayor para abajo. Una parte de ellos fueron formados en academias con un sentido de cuerpo y además su único oficio era el castrense, el mandar y obedecer, comprendían que con la derrota llegaría el fin del significativo papel que era ser oficial en la dictadura.
El poder que tenían y el miedo que provocaba en el resto de la población terminaría bruscamente. Los llamados “casquitos” eran los soldados del Servicio Militar Emergente reclutados cuando la guerra contra la dictadura se intensificaba. Estaban en una situación bastante comprometida. La mayoría de ellos provenían de los grupos más pobres y muchas veces marginales de la sociedad. No tenían otras posibilidades en un medio con grandes desigualdades. Al ingresar en las fuerzas armadas obtenían un salario fijo, alimentación, ropa, cobija gratis y sobre todo un papel relevante como miembros de un temido cuerpo represivo. Generaban terror entre sus conciudanos y podían: asesinar, golpear sin responder ante la justicia. En las incursiones en los campos donde actuaban las guerrillas, saqueaban comercios y viviendas impunemente.
Ganaban un salario suficiente para poder entrar en los prostíbulos, lo que para un joven de 18 ó 20 años sería algo así como una visita al paraíso.
Tanto los oficiales como los soldados si no ganaban la guerra, perdían sus privilegios. No podemos olvidar también el sentido de pertenecer a un ejército que se les inculcaba desde las academias y cuarteles que las fuerzas armadas estaban por encima de todos y todo.
El 31 de diciembre de 1958 una parte de ese ejército estaba combatiendo o se disponía a hacerlo. La huida del tirano que era el símbolo mítico de oficiales y soldados trajo la más profunda desmoralización. Batista se convertía en un cobarde: la peor categoría de un cubano. De todas formas, un grupo de militares el 1º de enero de 1959 continuaron combatiendo. Aquel día se libraron varios enfrentamientos olvidados por la historia.
La pequeña guarnición de Buenaventura, un poblado situado en la carretera central entre Tunas y Holguín, fue atacada por los rebeldes en la noche del 31 de diciembre, al amanecer y enterarse de la caída del tirano los rebeldes intentaron convencer a sus enemigos para que se rindiera. El jefe de los revolucionarios, Arsenio García, “…les envió como tres veces un viejito del pueblo como emisario, y la última le dijeron que si volvía allí lo iban a fusilar” [1] El combate se desarrolló durante todo el día del 1º de enero, aunque sabían de la fuga del tirano. Al atardecer la guarnición se rinde.
El combate más intenso librado el 1º de enero de 1959 fue la defensa del central Báguanos en el actual municipio del mismo nombre en la provincia de Holguín. Esta guarnición ocupaba el edificio de la llamada sociedad de color. Este era una construcción de mampostería que había sido protegida con sacos de tierra.
En la noche del 31 de diciembre los rebeldes penetraron en el batey y ocuparon el central azucarero. Como si fueran los dueños del silencio dominaron posiciones cercanas al cuartel sin ser descubiertos. Sobre las ocho de la mañana dos soldados salieron, como siempre lo hacían, con un cubo en busca de leche para el desayuno. Los rebeldes abrieron fuego sobre ellos. El combate se inició a estómago vacío. Pero a los radios de los vecinos llegó una noticia sorpresiva: Batista había escapado. Los rebeldes le gritaban a los soldados que Batista se había ido, pero estos incrédulos siguieron disparando. Se envió a la joven esposa de uno de los soldados con un mensaje para el jefe de la guarnición. Pero no lo creyeron. El fuego se incrementó por ambos bandos.
El jefe enemigo solicitó apoyo al regimiento 7 en Holguín y a media mañana le enviaron una avioneta que disparó alrededor del cuartel y lanzó cajas de parque que cayeron en manos de los rebeldes. Luego llegó un avión B-26 acompañado de una avioneta que ametralló y bombardeó el indefenso batey; todo esto provocó varios incendios e hirió a un niño. Era la última acción de las Fuerzas Aéreas del Ejército, pero los rebeldes mantuvieron el cerco. Obtuvieron una bazuca con abundante parque y le hicieron dos disparos al edifico donde se guarnecía el enemigo. La rendición se producía a las 5 de la tarde del día 1º. Dos soldados estaban heridos. La tropa fue puesta en libertad menos el jefe que quedó detenido.[2]
Mientras en Holguín el primer día del año no se ha llegado a un acuerdo y las fuerzas del Regimiento número 7 de la guardia rural que tiene su jefatura a pocos kilómetros de esa ciudad se niegan a rendirse. El Ejército Rebelde fijó la fecha del ataque para el día 1º a las 7:00 pm. Se producen en ese día intercambios de fuego entre las postas del Regimiento y avanzadas rebeldes.
La última operación realizada por el Regimiento fue el envío hacia Tunas de un refuerzo que a las once de la mañana del 1º de enero salió del recinto militar. Este estaba integrado por una tanqueta y varios camiones blindados. En un lugar conocido por el Club de Cazadores, a pocos kilómetros del Regimiento, se enfrentó a las fuerzas rebeldes.[3] Los militares batistianos no pudieron cumplir su objetivo y retrocedieron a la unidad militar.
Mientras los soldados combaten el coronel Ugalde Carrillo, jefe del Regimiento 7, escapa en un avión al extranjero. La nave salió de la pista militar de esta institución ante los ojos de muchos oficiales y soldados responsables de crímenes y torturas y que horas después responderían ante los tribunales revolucionarios. Algunos acabarían frente a un pelotón de fusilamiento. Aquellos esbirros, fieles al tirano hasta el último momento, eran abandonados por la alta jerarquía militar. Como nuevo jefe del regimiento fue designado el coronel Aguilar, quien llegó vía aérea desde Bayamo.
Una comisión de civiles, integrada por miembros de una logia masónica, comienzan a mediar entre ambas fuerzas. Poco después de las 11 de la noche del día primero se realizó un encuentro entre oficiales y el mando rebelde en un establecimiento masónico de la ciudad. Allí se llegó al acuerdo de que las fuerzas de la dictadura se rendirían, algo que se efectuó al día siguiente.
El 2 los rebeldes entraron en el recinto castrense. Quizás por el entusiasmo que todo lo inundó, por la alegría colectiva que se adueñó del pueblo aquellos combates del 1º de enero de 1959 fueron olvidados.
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Fuentes utilizadas:
[1]–Minervino Ochoa, Dolores Feria, Jose Murt Mulet, José Abreu, Misión especial de operaciones, Comision de Historia del PCC, Holguin, 1990, p. 181.
[2]– Comisión de Historia de la Columna16 “Enrique Hart”, Rumbo al triunfo de enero, Columna 16 “Enrique Hart”, Editorial Verde Olivo, 2008. pp. 242 244
[3]–Dolores Feria, Elia Sintes, Minervino Ochoa, Jose Abreu, José R. Murt. La columna 32 en combate Direccion municipal de cultura, Holguín, 1987, p. 91