Creado en: agosto 18, 2024 a las 08:52 am.

Mayda Pérez Gallego: a cinco años de tu partida

Por estos días, que no son los mejores de mi vida pero tampoco los peores, ando entrando y saliendo, cual salticos de niña entre los charcos luego de la lluvia, de Entre el grito y la página en blanco, poemario que me regocija en descubrimiento, en el deslumbramiento por su autora: la poeta holguinera Mayda Pérez Gallego, nacida en agosto de 1948, justo un día después que mi pequeña Daniela, si las acerco en el tiempo.

Sus amigos la llamaban MPG. Y yo no soy, como Luis Caissés, prologuista de este libro de bolsillo, de la generación que la visitaba en el balconcito de su cuarto para disfrutar del iniciador, para aquellos ya lejanos años 90, ritual del té, que era su “acto de fe aglutinador de los amigos”.[1] Pero, como la poesía une a los hombres de buen corazón, yo llegué a sus versos a los 35 años, cuando la magia de la vida me hizo descubrirlos en la justa sabiduría de esos ya un poco lejanos días. Físicamente la conocía y llevaba un tiempo tras la pista de su lírica, pero el azar concurrente quiso que nos encontráramos una noche de Dios en el Centro Hanssen y ella descubriera que no soy ni tan bajita, ni tan blanca, ni tan gordita, jajaja. Mientras yo descubría, tan solo con abrir el libro, que teníamos muchas cosas en común. Porque como tú, Mayda, casi abandono la carrera de Letras en la Universidad de Oriente, en cuarto año, cuando me tocó, en el 2006, darle el último adiós a mi padre, y tenía una pareja que se estaba marchando de Cuba hacia España a cumplir sus sueños, y casi me le uno en el intento. A Mayda Pérez Gallego le tocó salir de Cuba pero regresó. A mí, la vida me ha estado trazando otros puentes hacia el mundo, en el 2011, 2017 y todavía en el 2022 regresan los aires, no tan frescos, para incitarme una vez más al salto, a trasplantar mi raíz de cubana rellolla. Pero no Mayda, mi tronco es vigoroso como el tuyo y está plantado, a porfía del destino, en su natal Holguín, en la misma casa que me acunó al nacer.

“Fragilidad” es el poema de tu libro que dedico a ese amigo que estuvo de paso por otras tierras y donde dices:

Como último deseo

pediría tu mano cerca de mi almohada

            la suavidad de tu aliento

           tu fragilidad desnuda.

Como último deseo pediría velar

otra vez         tu sueño.[2]

Entre el grito y la página en blanco fue Premio de la Ciudad en 1996, y ya en el noventa Ediciones Holguín le había publicado Territorio de sueños. Entre el grito y la página en blanco se publicó en Bilbao en el 2002, en el número 5 de la Colección Poesía Indefensa, que no buscaba “las firmas cotizadas y ostentosas, sino las voces (por humildes, diminutas o recónditas que sean) que (…)”[3] conmuevan “hasta hacerse imprescindibles”.[4]Y en él Mayda reconocía: “trato de ganar la vida haciendo guiones para la radio y la televisión”.[5]

Desde el primer poema: “Errata”, hace cómplice suyo al lector, pues le dice:

Este libro amor mío

es para ti.

Pero como es de mí para ti

tiene efectos especiales

(y he ahí su primera errata

pues donde dice efectos debes leer más bien

afectos).

La dedicatoria queda al final

(como esperando).

Esperando que cruces

entre el grito y la página en blanco

entre el autor y esta mujer que mira el título

piensa

y apenas osa escribir:

este libro       amor mío       es para ti.[6]

En esta ciudad falta ya tu presencia, Mayda, desde tu inesperada partida en el verano de 2019. Pero tu poesía nos sigue uniendo en apretado corazón. Y es que en “lo íntimo, está la lágrima. En lo confesional, tu reclamo al universo”.[7]Sin mucha esperanza me entregaste todos tus libros publicados –Territorio de sueños (1990), Entre el grito y la página en blanco (1999, Premio de la Ciudad 1996) y Golpes de lluvia (2007), todos editados por Ediciones Holguín- para que con mi alegre impulso de fe los digitalizara y entregara a manos amigas, las mismas que defendieron e hicieron posible su publicación en el poemario Mis rejas y mis rosales (Ediciones La Luz, 2019). Pero no pudiste verloterminado, aunque estuviste al tanto de su proceso editorial hasta último momento.

En su prólogo, tu entrañable amigo, el poeta Ghabriel Pérez, nos dice: “A pesar de su poesía extraordinaria, Cuba prácticamente no la conoce. (…) Cualquiera diría que esta singular voz —alejada de antologías, de modesto perfil mediático—, quedó fuera de toda generación, movimiento cultural, corriente poética de su tiempo. Pues la que en 1981 obtuvo el Premio Poesía de Amor Varadero y una mención en el David de 1985, ha sido, sobre todas las cosas, amiga del silencio”.[8]

Ay Mayda, a mí me quedaron tantas horas de conversación, tantos cafés que degustar juntas en algún sitio de la ciudad. Pero tus amigos te sienten y te sentirán siempre presente. Tus versos vibran en nuestras madrugadas de poesías lejanas. Tu blanca cabellera nos ronda y acompañan tus manos que tomé aquella tarde en que sin saberlo nos despedíamos. El amor está en toda tu obra, el amor y la soledad, el dolor por lo perdido y tantas veces acariciado y temido, como “Sombras”:

¿Serás ya solo eso:

un final      un comienzo

una lluvia inacabable?

Afuera        ese lento caer.

Adentro

Este dolor que escampará también

cuando busque          una vez más

la risa        la voz

el cuerpo que nunca serás tú

pero que jamás se te pareció tanto.

¿Serás ya solo eso:

otra sombra que tampoco?[9]

En la radio navega tu voz. Te escuchamos decir. Te vimos en la pantalla local en aquellos tantísimos guiones que escribías, como dijiste, para sobrevivir. Tu verso breve y conciso tiene un hálito de pasiones remotas y amores que se quedaron sin florecer. En tus páginas que no están en blanco volví a recorrer las amadas calles santiagueras y las de nuestra ciudad. Sacabas la matica al balcón y la veremos siempre ahí en estos tiempos tan difíciles.

Gracias amiga por tu mano tibia y tu abrazo maternal. Gracias por permanecer hecha versos… A la que volveré siempre como en una eterna conversación entre las mujeres que somos, de distantes generaciones, pero con tantas deslumbradas coincidencias.


[1]Luis Caissés: “Amistad, calidez y silencio”. Prólogo a Entre el grito y la página en blanco. Colección Poesía indefensa, Número 5, Eguzki Argitaldaria, Bilbao, 2002, p. 3.

[2]Mayda Pérez Gallego: Entre el grito…, p. 29.

[3]Ibid., (contracubierta).

[4]Ibid.

[5]Ibid., (sobrecubierta).

[6] Ibid., p. 9.

[7] Ghabriel Pérez:“Una mujer cronopio como los sellos”, apud. Mayda Pérez Gallego:Mis rejas y mis rosales. Ediciones La Luz, Holguín, Cuba, p. 5.

[8]Ibid., p. 11.

[9]Pérez Gallego: Mis rejas y mis rosales, p. 91.

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