Creado en: mayo 27, 2024 a las 05:38 am.

Nelson Dorr: entre la inquietud y la audacia

A la escena cubana se incorporó desde muy joven, el destacado guionista y director teatral, Nelson Dorr (1939-2024), para hacer realidad un sueño acariciado desde la adolescencia y que con el tiempo y su consagración como creador, lo llevarían a dirigir más de un centenar de obras en teatro dramático y musical, dejando su impronta en los principales coliseos del país y de otras muchas latitudes del orbe, pero sobre todo en el Teatro Musical junto a otro grande como lo fue  Héctor Quintero (1942-2011).

Entre sus grandes éxitos de taquilla, en el tristemente desaparecido Teatro Musical de La Habana, destacaron sus puestas en escena de La corte del faraón, que reunió sobre el escenario a decenas de actores, bailarines y cantantes, y La verdadera historia de Pedro Navaja, de Pablo Cabrera con música y argumento de Rubén Blades; estrenada en 1992 y posteriormente llevada a los teatros América y Mella, entre otras memorables representaciones.

Fue así como llegó a convertirse en uno de los directores que más representó las dramaturgias de su hermano Nicolás Dorr, también novelista y Premio Nacional de Teatro 2013. Entre esos títulos sobresalen Las pericas, El palacio de los cartones (1961); La esquina de los concejales (1962); Un viaje entretenido (1972); La chacota (1976); Una casa colonial (1981); A una, otra (escrita por Nicolás junto con Héctor Quintero en 1983); Confesión en el barrio chino, La puerta de tablitas (1984) y Los excéntricos de la noche (2000); entre otras.

Asimismo, representó Nelson Dorr textos de otros autores cubanos como Virgilio Piñera, Abelardo Estorino, Alberto Pedro y Miguel Barnet; mientras que de los autores extranjeros dio vida al universo teatral de João Cabral de Melo Neto, Jean Paul Sartre, Albert Camus, Agustín Cuzzani, Vsevolod Vichnevsky, Aimé Cesaire, Clifford Odets, Jerome Lawrence y Robert Edwin, por solo citar algunos.

La reconocida crítica de teatro, dramaturga y ensayista Esther Suárez Durán diría de Dorr hace exactamente 15 años: “El listado de autores que el director ha seleccionado para realizar su labor a través de todos estos años expresa, en buena parte de los casos, la voluntad de partir de textos de interés y valía y llevar a escena la obra de artistas de honda huella y amplia repercusión”.

En tanto sobre su estilo señalaría también: “No creo que en su teatro destaque precisamente la arista experimental, aunque la búsqueda artística y el riesgo hayan sido compañeros imprescindibles en el viaje; pero, sin dudas, estamos ante un creador de tal grado de inquietud y audacia que no ha dudado en aventurarse en campos de registros y exigencias bien diversas, ampliando cada vez más los propios horizontes de su obra”.

El inagotable creador, considerado como el Padre del Teatro Cubano Revolucionario, siendo aún adolescente y luego de concluir sus estudios en la Academia Nacional de Bellas Artes San Alejandro —profesión que posteriormente no ejerció— se introdujo en el mundo de la escena como actor del Teatro Universitario donde interpretó el personaje de El subastador, en La peste viene de Melos, del dramaturgo argentino Osvaldo Dragún.

Posteriormente, cuando apenas había cumplido los 20 años de edad, fundó el Conjunto Dramático de Los Trece, de breve existencia, y en 1961, al crearse el Conjunto Dramático Nacional (CDN) fue asistente de dirección de Néstor Raimondi en las puestas de La madre y Vassa Yelieznova (textos de Máximo Gorki).

Por esa época y con la finalidad de llevarlas a los centros de producción, unidades militares y comunidades rurales y urbanas montó escenas de La ramera respetuosa, de Sartre; además de los espectáculos La jaula (farsa francesa), Mamuchi y Papuchi y Teatro para las trincheras (los dos últimos de Nicolás Dorr).

Como guionista de cine su trabajo más sobresaliente fue en De tal Pedro tal astilla (1985), largometraje del ICAIC; en tanto impartió talleres y seminarios teatrales no solo en Cuba, sino también en países como El Salvador, Brasil, México, Nicaragua, España, Italia, Francia, Libia y Rusia. Fue igualmente, miembro del Grupo de Expertos del Consejo Nacional de las Artes Escénicas.

Su legado, se queda con la maestría de una creación que le hizo merecedor en 2011 del Premio Nacional de Teatro, y otros importantes galardones como el Omar Valdés de la Asociación de Artistas Escénicos de la UNEAC, a la cual dedicó una parte importante de su vida cuando se desempeñó como Vicepresidente de la Asociación de Artistas Escénicos de la organización, además de su presidencia en la Sección de Teatro Musical.

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