Creado en: mayo 28, 2021 a las 07:47 am.
Nicolás Guillén en «El Semanario Demente»
En los años de su juventud, nuestro Poeta Nacional Nicolás Guillén (Camagüey, 1902-La Habana, 1989) fue jefe de redacción de un efímero semanario satírico que por la singularidad de su nombre: El Loco. El Semanario Demente, alcanzó rápida aceptación de los lectores.
Fundada por el reconocido caricaturista, dibujante, pintor y periodista, Ramón Arroyo Cisneros (La Habana, 1904-San Juan, Puerto Rico, 1984), el 27 de mayo de 1934, su último número se registra poco más de tres meses después, el 5 de agosto de ese mismo año. La publicación tenía un estilo similar al también semanario Karicato, igualmente fundado por este creador en 1929, pero con una más elevada presencia en sus páginas de la sátira y el humor criollo.
El sensible intelectual, ganador entre 1930 y 1950 de siete premios en el Concurso Nacional de Periodismo Juan Gualberto Gómez, instituyó El Loco —del que igualmente fue administrador—, con el apoyo, además, de otras prestigiosas firmas de la época, como Rafael Suárez Solís, Miguel de Marcos y Horacio del Val.
Arroyito, como así le conocían sus amigos, fue una de las más connotadas figuras del periodismo insular de la primera mitad del pasado siglo, con un altísimo concepto del humor. Por tal motivo, su nueva publicación se caracterizaría por incluir en sus páginas poesías, pequeños cuentos, entrevistas, reseñas artísticas y algunas informaciones de mucha actualidad e interés público.
Formado en la Escuela Profesional de Periodismo de La Habana y graduado en Leyes en la Universidad de La Habana; así como en Letras y Ciencias en el Instituto de segunda enseñanza de La Habana, comenzó su carrera profesional en el año 1919, cuando con 15 años de edad ejerció como caricaturista del diario La Prensa, para iniciar una prolífica carrera que dejó notables huellas en el periódico El Heraldo y el semanario La Semana, en este último considerado el alma, donde trascendió por sus fuertes críticas al sangriento gobierno de Gerardo Machado, lo cual le costó el exilio de Cuba.
En tanto colaboraba con el diario Novedades, en su nuevo semanario El Loco, pretendía impactar a los lectores con textos que incitaran al divertimento: chistes, caricaturas, poemas, y otros textos concebidos con amenidad sin llegar jamás a groserías o al mal gusto. Durante estos años también fue director de la revista mensual Estampas, de corta duración.
Inmerso en la realización de su original proyecto, que muy poco tenía que ver con el estilo noticioso y amarillista de la prensa insular de los años 30, poco después de claudicar El Loco, Arroyo viajó a Nueva York en 1931, donde comenzó a colaborar, con textos y caricaturas, en la revista mensual Cine Mundial, así como en el diario La Información y fue director del semanario humorístico El Farol. De Estados Unidos se trasladó a México, en 1937, y allí trabajó para la revista Cine Reporter, además de administrador de la revista Frente a Frente. También laboró en la Secretaría de Educación donde se desempeñó como profesor de dibujo y modelado en las Escuelas Nocturnas para Trabajadores.
Siguiendo la pista creativa de este notable cubano, se conoce que en 1939, se instaló en Los Ángeles, California, ciudad en la que fue director artístico de la revista Cinelandia y dibujante en los estudios de Walt Disney, prestigiosa empresa cinematográfica en la que laboró en la creación del célebre personaje animado infantilel Gato Félix. Igualmente, entre 1940 y 1946, fue attaché (agregado diplomático) del Consulado de Cuba y agregado comercial Honorario de su país.
Ya en el recuerdo su semanario El Loco, Arroyo regresó a Cuba para incorporarse a la Revista Bohemia entre 1946 y 1968. Reconocido en la década de los años cincuenta como uno de los mejores cultores de la gráfica humorística en Cuba, tras el triunfo de la Revolución, en 1959 —y hasta 1960— fue designado Segundo Jefe de Prensa y Relaciones Públicas del Ministerio de Estado en Cuba.
En 1963 se fue a San Juan, Puerto Rico, y allí trabajó en la administración central de la Universidad de ese país y en el diario El Nuevo Día, donde se desempeñó hasta el final de su vida.