Creado en: septiembre 9, 2024 a las 01:04 pm.

Pinar del Río vuelve a ser nido de cisnes

Foto: Ronald Suárez Rivas

Por: Ronald Suárez Rivas

La luz vuelve a iluminar los salones del tercer piso de la Escuela Profesional de Arte (EPA) Pedro Raúl Sánchez y sobre sus tabloncillos, al ritmo de un piano, 12 niños comienzan a adentrase en el mundo fascinante de la danza clásica.

Once años después de que cesaran las captaciones, la enseñanza del ballet regresa a una provincia que ha sido pródiga en la formación de bailarines. Pinar del Río vuelve a ser nido de cisnes.

Marcia Salgueiro, jefa de departamento de la especialidad, explica que este primer curso cuenta con cinco niñas y siete varones, seleccionados de una manera rigurosa y procedentes casi todos de los talleres vocacionales que se realizan en varios territorios pinareños.

A pesar de que la enseñanza del ballet estuvo cerrada durante años, Marcia comenta que la mayoría de los profesores permanecieron en la escuela, vinculados a otras especialidades, y que algunos de ellos, por iniciativa propia, crearon talleres vocacionales.

«De ahí es que nació en este tiempo la Compañía Infanto-Juvenil Danzaria, dirigida por la maestra Mónica Sánchez», recuerda.

A raíz de ese movimiento con los niños y de las visitas del Ballet Nacional de Cuba (BNC), encabezadas por su directora, la primera bailarina Viengsay Valdés, tomarían fuerza las acciones para la reapertura de la especialidad.

El cierre de la carrera en Vueltabjo había tenido una repercusión enorme.

«Cuando lo supe me dije, «no puede ser», porque ese ha sido durante muchos años un orgullo, que cada provincia tenga su escuela de ballet», expresaría por aquel entonces a Granma la maestra Aurora Bosch, conocida como una de las cuatro joyas del ballet cubano.

Aunque la enseñanza de esa modalidad de la danza en el territorio, data de la década de 1950, no fue hasta el triunfo de la Revolución que se abriera verdaderamente el acceso a ella.

Sobre la institución pinareña, el excepcional bailarín Carlos Acosta escribiría que «allí fue donde descubrí el amor y la amistad, y otras sensaciones que ayudarían a aquel niño a convertirse en el hombre que soy».

No es la única estrella que ha pasado por la escuela. Por ello, el historiador del BNC, Miguel Cabrera, la definió una vez como «un elemento sumamente importante en el desarrollo del ballet en Cuba», por haber aportado «grandes, múltiples y valiosos valores».

La reapertura de la enseñanza, por tanto, ha generado expectativa dentro y fuera del territorio.

Además de la base material de estudio garantizada por el Centro Nacional de Escuelas de Arte (CNEART), se recibió una donación de la base especializada por parte de la directora del BNC.

Entre las peculiaridades de este primer curso, está el hecho de que cuatro de los siete alumnos varones proceden del municipio de Mantua, lo que reafirma la tradición de ese territorio en la formación de bailarines y el trabajo sostenido durante décadas por la maestra Élida Jústiz.

Para Marcia, resulta difícil encontrar una palabra que exprese la felicidad de este momento.

«Es como un premio para nuestra provincia, para los niños, para todos los maestros que añorábamos que en estos salones se volviera a enseñar ballet y se sintiera nuevamente el sonido de las puntas. Así que lo vamos a defender y a atesorar como una joya, para que Pinar del Río siga siendo esa cantera indispensable para el BNC, que es patrimonio cultural de la nación».

Termina la entrevista y prosigue la clase, al ritmo de un piano que marca los tiempos de cada movimiento y confirma que allá en el tercer piso de la escuela de arte, los cisnes han vuelto.

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