Creado en: septiembre 23, 2024 a las 03:40 pm.
Pintar la identidad
En las entrevistas que ha ofrecido aparecen muchas pistas: “Siempre estoy con los ojos abiertos, atento a lo que me rodea y a las provocaciones de la morfología, las formas y las sugerencias que te da el paisaje”.
“Trabajo muy improvisadamente, es decir, los temas me vienen así, de imprevisto, y no los desdeño”.
“Trabajo a partir de la duda. Siempre estoy dudando de mí y de mi obra. Eso me ha hecho bien”.
Nelson Domínguez Cedeño (Baire, Santiago de Cuba, 1947), Premio Nacional de Artes Plásticas 2009, pintor, dibujante, ilustrador, escultor, grabador y ceramista es, esencialmente, un hombre que pinta a Cuba.
No se trata de un fin perseguido, sino del resultado natural de su capacidad de mirar. El entorno rural de su infancia y primera adolescencia, los guajiros y guajiras, el mar, los abanicos, la religión afrocubana, Fidel… Nelson ha puesto en su obra el testimonio de su época, desde una sensibilidad a la que seduce lo cotidiano, más que los manifiestos o los ismos.
Un rápido repaso por su biografía permite aquilatar la trayectoria de uno de los máximos exponentes de las artes visuales cubanas, representante de la generación de artistas plásticos de los años setenta, junto con Flora Fong, Zaida del Río, y Roberto Fabelo:
Graduado de la Escuela Nacional de Arte en 1970, donde ejerció como profesor titular hasta 1980. Continuó la docencia en el Instituto Superior de Arte hasta 1985 y ha integrado el claustro de profesores de la especialidad de Grabado en esa institución.
Es miembro de honor de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y de la Asociación Internacional de Artes Plásticas.
Entre los reconocimientos que le han sido otorgados se encuentran: Orden por la Cultura Nacional, Orden Alejo Carpentier, Premio Nacional de Artes Plásticas, medalla Raúl Gómez García, miembro de honor de la Asociación de Pedagogos de Cuba, medalla y Orden de Honor del Museo Fuji, Tokio, Japón.
Tiene más de un centenar de exposiciones personales, participaciones en muestras colectivas dentro y fuera de Cuba, figura en colecciones públicas y privadas en Japón, Estados Unidos, México, Nicaragua, España, Italia, Alemania, Gran Bretaña, Rusia, Canadá, Argentina, Chile, Brasil, Panamá, Holanda, Suecia, y en varias instituciones cubanas.
De entre su febril actividad, donde el acercamiento a la Naturaleza ha sido una constante, es fácil hallar sus obsesiones, porque –como ha confesado– no le es fácil abandonar un tema una vez que este lo asalta, tiene que agotarlo, hasta que surge otro nuevo.
El crítico de arte Toni Piñera ha descrito las sensaciones que deja el encuentro con su creación: “Cuando, después de haber dejado de mirar las obras de Nelson Domínguez, se vuelve a estar frente a ellas, una impresión inequívoca avisa que se está frente a algo original y aun originario. Algo irreductible, más allá de lo que en arte parece contar: el estilo.
“Ensimismamiento, ensueño profundo de la materia, resistencia. Y si se mira a través de tantas realizaciones e intentos, sobre ese abismo que separa el momento actual de todo lo anterior, la resistencia adquiere ya un carácter metafísico que roza una mística: es afirmativa supervivencia que avisa que la palabra final no está dicha. Y que, a pesar de todas las revelaciones plásticas algo permanece en un secreto sagrado, cargado de silencio. Es el silencio de la tierra, del paisaje cubano, que el artista conoce a la perfección”.
En 2015, en la celebración por el 20 aniversario del Estudio Galería Los Oficios, Eusebio Leal dijo sobre Nelson Domínguez: “Él ha sido un intérprete fiel de sus sentimientos. Me recuerda el pensamiento de Martí: ‘Estos son mis versos. Son como son. A nadie los pedí prestados’. Esas realidades cuando ha dejado de verlas ha dejado de pintarlas”.
Originalidad, persistencia, amor a la Isla, caracterizan el aporte que ha hecho al arte contemporáneo. La identidad se filtra por cada intersticio de sus creaciones o, más bien, las sedimenta.
