Creado en: septiembre 22, 2024 a las 03:12 pm.

Ramón Silverio: «En el Mejunje hay un poco del alma de la nación»

Ramón Silverio Gómez./Fotos del autor

Recuerdos impregnados de felicidad y simplicidad emergen cuando Ramón Silverio Gómez habla de su infancia en la finca La Casualidad. El contacto con el campo, la sencillez de la vida rural y el ambiente de una familia campesina formaron su carácter y personalidad. El triunfo de la Revolución marcó un cambio significativo en la vida de los campesinos más humildes y le dio a Silverio la oportunidad de convertirse en maestro.

Enseñando en la misma escuela donde se formó, organizó puestas en escena con sus alumnos y campesinos, lo que le permitió explorar su faceta de promotor cultural. Estas actividades sembraron la semilla de un compromiso con el arte que años más tarde se manifestaría en proyectos de mayor envergadura, integrando a la comunidad rural a las artes escénicas.

Rodeado de reconocidas figuras de la escena teatral santaclareña, encontró sobre las tablas un espacio de aprendizaje y colaboración. Esa etapa fue crucial para su formación, al lado de personas con gran experiencia que lo ayudaron a dar sus primeros pasos en el escenario. Su trayectoria es, en gran medida, un testimonio de la solidaridad y el apoyo que recibió de aquellos que lo precedieron.

Este recorrido tuvo su colofón en la creación y liderazgo del Centro Cultural El Mejunje, un espacio pionero en la inclusión social a través del arte. Bajo su dirección, El Mejunje pasó de ser un pequeño espacio donde se reunían artistas locales a convertirse en un referente cultural no solo para Santa Clara, sino para todo el país. Con una propuesta que abarca todas las manifestaciones del arte y una firme apuesta por la diversidad, El Mejunje rompió tabúes sociales y se consolidó como un espacio de libertad y expresión artística, transformando la vida cultural y social de la ciudad.

¿Qué remembranzas tiene de la casa de su infancia en la finca La Casualidad?

 De mi infancia tengo muy buenos recuerdos porque mi infancia fue muy pobre como niño del Camino Real, pero fui feliz. Se vivía de otra de otra manera y ese contacto con el campo fue muy lindo. En mi infancia también sucedió un hecho importante que es el Triunfo de la Revolución, cosa que yo recuerdo por toda la transformación que se produjo después en el para la vida del campesino sobre todo para los que vivíamos en lo más pobre del campo cubano. Pero recuerdo esa etapa como una cosa bonita como creo que todos los niños recuerdan su infancia donde no hay preocupaciones, todo se da de una manera muy ingenua para uno. Y fue una infancia pobre económicamente pero muy rica espiritualmente, de mucha felicidad, de aprovechamiento y de aprender de una cultura campesina que era muy rica.

Foto tomada del Periódico Granma

A finales de los 60, cuando trabajaba como maestro primario, adapta y monta obras con sus alumnos y campesinos de la zona. ¿Cómo recuerda aquellas primeras puestas en escena?

Aquellos momentos iniciáticos del magisterio fui maestro emergente como se le llamaba que fue cuando comenzó a darse clases de educación obrera campesina para elevarle el nivel a los que se habían alfabetizado, había que llevarlos a que obtuvieran el sexto grado. Ahí trabajé en la misma escuela donde había aprendido. Esas clases las daban de noche a la luz de un farol chino y allí tenía alumnos de 40, 50 años que terminaban el trabajo e iban a la escuela y fue una etapa bonita. Ya después faltó el maestro primario y me sumé al curso este del maestro popular y aquellos que sabían más tenían que enseñar a los que sabían menos porque había un gran déficit de maestros en el sector rural, se habían creado muchas escuelas y algunos maestros abandonaron el país por lo tanto había que cubrir esas aulas nuevas que comenzaron y me tocó a mí estar en la misma escuela donde había alcanzado el sexto grado. Creo que en la vida he hecho lo que me gusta hacer. La etapa de maestro para mí fue muy bonita, de un guajirito que por primera vez viene a la ciudad, que va a los seminarios que se daban los sábados. Eran aulas multigrados donde se daban de primero a cuarto, quinto o sexto grado.

También en esa etapa comencé todo mi trabajo como promotor. Yo creo que he sido un promotor desde que nací porque desde la escuela primaria como alumno siempre me entusiasmaba montar obritas con los campesinos, recitales, con los niños de ahí de la escuela y eso lo aproveché mucho. Ya después en la escuela primaria como maestro montaba obras, participábamos en los festivales pioneriles que se hacían y con aquellas obras venía al teatro La Caridad con aquellas partidas de guajiritos y las madres que tenían que venir con ellos y fue interesante.

También me fue una etapa para ir aprendiendo otras cosas. Muchos piensan que yo tengo título universitario, que no tengo ninguno, yo lo que alcancé fue hacer sexto grado en la escuela primaria y ya se acabó, luego continué estudiando y me gradué de maestro primario que era como llegar al noveno grado.

La facultad la saqué cometiendo fraude porque yo no sabía nada ni de Matemáticas, ni de Física, ni de Química. Fue como el que comienza una casa por el techo. Me matriculé en el quinto semestre y volé todo lo demás y gracias a gente que me ayudaron mucho pude llegar hasta ahí. Pero también fue de eso de sumarme a los movimientos culturales, de hacer obras con campesinos de la zona, de participar en las jornadas cucalambeanas, en los festivales campesinos donde iba con mi grupo, lo mismo se podía hacer en La Habana que aquí. Cuando aquello se me acabó me fui a La Movida que es una zona que está por aquí por la Carretera Central y me monté allí una brigada artística todavía trabajando como maestro.

¿Qué significó la brigada artística Eduardo Saborit para usted?

Fue importante ahí y creo que fue también una reafirmación. Allí conocí personas más vinculadas con el teatro, conocí a Toledo que era del Centro Experimental, conocí a Agustín Fowler Aranzola, que era un instructor de teatro de la casa de cultura que ya venía con toda una trayectoria, Dagoberto Abreu y toda esa gente en las etapas iniciales que se sumaron y me ayudaron con las obras que montaba y ya por esa vía llegué a Fernando Sáez que era el director del Centro Experimental de Teatro y de allí llego de la brigada artística de Los Colines y con la que recorrí todas las zonas rurales en una puesta que estaba haciendo Fernando que necesitaban actores para la reposición de Margarita en el país de las maravillas y es justo ahí cuando llego al Experimental.

Allí estaban actores de mucho tiempo trabajando como Carmen Paya, Toledo, Ángel Víctor, Margarita Carvajal, Fernando Sáez que fueron gente que me ayudaron a dar aquellos primeros pasos en un grupo que ya tenía un abal artístico de muchos años. Creo que también soy producto de todas esas personas que tenían una experiencia que nosotros los que comenzamos supimos asimilar, actores y gente del teatro que ya venían con una carrera y nos ayudaron. Por eso me gusta tanto ayudar a la gente que comienza: porque yo soy un producto de la ayuda y de la solidaridad de personas que tenían mucha más experiencia que yo.

En los ochenta llega uno de los proyectos, sino el proyecto más importante de su vida que es El Mejunje. ¿Cómo pasó El Mejunje de ser un espacio pequeño a donde acudieran trovadores, poetas, actores, pintores y otros artistas deseosos de mostrar cosas diferentes al gran Centro Cultural que es hoy?

Cuando eso ya estaba en el Centro Experimental de Teatro. Había dejado de ser maestro. Vivía en Santa Clara. Y eso surge también por esas inquietudes de ayudar, de estar cerca de los jóvenes. Lo comencé en el patio del Guiñol, con Margarita Casalla que era la directora de allí, y lo empecé sin saber que estaba iniciando, creo, la aventura cultural más revolucionaria que se ha hecho no solamente en Santa Clara sino en el país. Una aventura llena de incomprensiones, que no sé cómo sobreviví aquello, que supe siempre sortear las principales dificultades. Pasamos por varios lugares porque era itinerante, hasta que me dieron este espacio que eran las ruinas del Hotel Oriente. Era un abandono total.

En el año 1991 ya llega El Mejunje con una experiencia y con una popularidad que se había alcanzado, sobre todo, cuando estuvimos en Santa Rosalía. Allí que era también una ruina, fue un lugar definitorio para El Mejunje. En Santa Rosalía le pusieron el nombre y se inició toda la cosa de los grafitis que no se usaba en aquella época, no había una cultura grafitera como ahora. La parte de la inclusión era bastante difícil de hacer pero yo lo asumí con toda la normalidad del mundo.

Yo pudiera anotarme todos los puntos que la gente no tienen a veces para decir que fueron perseguidos, que fueron marginados y para nada. En mi caso, yo lo pudiera inventar porque haber hecho, haber defendido y haber estado en El Mejunje me daría aval para decir todas esas cosas pero conmigo no sucedió. Le agradezco mucho también a la prensa. La prensa siempre fue muy pro Mejunje. El periódico Vanguardia donde pasaron periodistas como Luis Machado Ordetx que escribe los primeros trabajos sobre el Mejunje, Pedro de la Hoz que también era periodista en esos momentos aquí y eran gente que tenían un conocimiento de este lugar porque iban no porque se lo contaban, en la radio estaba Alicia Elisundia que le dio mucha popularidad con sus trabajos y la gran cantidad de periodistas de ese tiempo tanto del periódico como de la radio y después de la televisión.

Hay mucha gente que ha participado, incluso con sus opiniones. Si recoges todo lo que ha escrito la prensa sobre El Mejunje, todo tiene un tono muy romántico, muy poético. Frank Anabel Dopico hizo un artículo bellísimo en un momento que El Mejunje lo habían cerrado que se llamaba Réquiem por El Mejunje que se publicó en un número de la Revista Ella.

Intelectuales como Ricardo Riverón, Arístides Vega, Veleta, Félix Luis Viera su formación fue allí, sus poemas lo leyeron allí públicamente, eran gente que estaban dándose a conocer en el campo de la literatura. También existió un respeto desde la dirección provincial de cultura. La gente piensa que uno está buscándose méritos con el Gobierno y el Partido pero a mí me gusta decir la verdad, si la verdad hubiera sido otra también lo hubiera dicho, pero siempre estuve muy respetado por estas personas que estaban allí desde el inicio. El Mejunje es producto también del apoyo de muchas personas sin el que yo no hubiera podido llegar hasta aquí.

El Mejunje fue pionero en el país en la inclusión de comunidades marginadas a través de las artes y decía usted en una ocasión que “El Mejunje es un hecho cultural, político y social”. ¿Cuánto cree que ha influido la existencia de este lugar en la vida de Santa Clara?

Bueno yo creo que las influencias del Mejunje son muchas. Santa Clara es otra después del Mejunje socialmente, en la forma de ver la vida, de entenderla. El Mejunje rompió con todos los tabúes, hizo todas estas cosas que hoy son políticas cuando no eran políticas. Yo he trabajado a contracorriente, en contra de lo establecido que pensaba que debía ser de otra manera y la vida me mostró que no estaba equivocado. El Mejunje se reconoce como el lugar que más ha logrado en Cuba en la inclusión, de manera general, pero en la inclusión particularmente de la comunidad LGBTIQ+, lo que le ha dado a Santa Clara también que es una ciudad muy libre. Ese sentido de libertad que tiene Santa Clara, esa libertad personal que la gente tiene y que con esa libertad también han influido en los dirigentes, en esta época para asimilar todo esto.

En Santa Clara las cosas suceden sin ningún tipo de problema y ahí El Mejunje creo que tiene mucho mérito en eso por haber asimilado a la comunidad LGBTIQ+ cuando no lo era, ser el centro estatal donde mantuvimos los shows de transformismo, todos los Miss Travesti y esos festivales grandes los mantuvimos en los años 90. Hagan la prueba, quítenle El Mejunje a Santa Clara y se van a dar cuenta la falta que le hace a este lugar a la ciudad. El Mejunje siempre ha estado: en las buenas y en las malas, en los apagones y en los alumbrones, con lluvia y con sol.

Un poco el alma de la nación cubana está aquí: en todos los espacios estos que hacemos del bolero, del feeling, la trova, la música campesina que son auténticos. El Mejunje se mantiene vivo porque ha sabido ir transformándose, ayudando a crecer a los jóvenes para que den continuidad. Es como esa gran escuela y ha creado un público que es un público increíble. Ese público plural, con todo tipo de pensamiento y creencias políticas, sociales y religiosas que logran unirse y entenderse en un mismo espacio. Estoy diciendo hace mucho tiempo que El Mejunje es como el ensayo de lo que debe ser la sociedad cubana y creo que estamos bastante adelantados en ese ensayo. El nivel de aprobación del Código de las Familias en Villa Clara fue bastante alto y creo que nosotros en gran medida contribuimos también a esto trabajando cada año en este lugar.

El Mejunje ha hecho las cosas más arriesgadas que se pueden hacer. Y estoy aquí. La gente ha pasado, los que una vez no lo entendieron, lo que una vez fueron detractores: de esos ni me acuerdo, rememoro a la gente que lo apoyó. Los que estuvieron en contra son tiempo pasado y yo sigo aquí como el árbol que retoña, aún tengo la vida.

El Mejunje no le ha aportado solo a Santa Clara, le ha aportado al país y también le ha dado otra visión de país al extranjero que cuando viene aquí se da cuenta que está en otro lugar, tiene otra energía, hay otra manera de recibirlo y de tratarlo. Me parece que, a la gente, sea lo que sea en el rango social, en el rango político, tienes que tratarlos como seres humanos. Siempre dije que la gente cuando entran tienen que dejar las máscaras en la puerta, quién sea. Después cuando tú salgas, si te da la gana, coges la máscara o si no te vas sin la máscara y vas a vivir mucho más feliz, más completo y más libre.

¿Qué importancia cree que tiene hoy la máxima de que lo primero que hay que salvar es la cultura?

Tiene una relevancia tremenda y no puede ser una consigna lo que pasa es que nosotros nos convertimos en consignistas, esta es la consigna y esto lo decimos pero en el fondo no lo hacemos como lo tenemos que hacer. Yo sí estoy en eso, si los demás no están es otra cosa, pero yo sí estoy salvando la cultura de este país. Salvar la cultura es cuando vienes a Arráncame la Vida, cuando vienes a La Tarde de los Filibusteros, cuando vienes a la Peña de la Trovuntivitis. Estás asistiendo a un bastión cultural. El Mejunje tiene esa entrega, tiene esa manera de vivir la cultura, de integrarse a la cultura. Es un orgullo tener la Trovuntivitis, es un orgullo tener a Freida Anido, es un orgullo tener a Vizcaíno, tener a Saidita porque son emblemas.

Yo por mi parte lo estoy haciendo. Allá los demás, que se analicen. No quiero decir que no se está haciendo. Aquí se trabaja mucho. Y se trabaja con muy buenos resultados. Todo lo que se hace con la poesía, con las artes plásticas en toda esta zona rural, eso es importante. Pero creo que todavía hay que exigir mucho sobre todo a las direcciones municipales, que no pueden ver la cultura como que es solamente de cultura, sino que todo el mundo tiene que integrarse a esto si realmente queremos salvar la cultura que está muy amenazada y casi siempre está en peligro.

¿Qué responsabilidad considera que tienen la UNEAC y su X Congreso con Cuba y su cultura?

 Casi siempre los congresos se han caracterizado por ser críticos, siempre hay planteamientos importantes. Creo que sea un reflejo del momento tan complejo que vive la nación cubana y de los que estamos aquí tratando de buscar soluciones, dar luz y por lo menos mantener el espíritu de la gente con nuestras actividades y con los espacios abiertos. Hay fuera de la cultura muchas cosas que afectan hoy a la propia cultura: la escasez de recursos, el problema de los combustibles. Hoy que es cuando la gente más necesita de la vida cultural es cuando más problemas tenemos de movimiento y para hacer cosas. Esta provincia tiene las mismas carencias de otras provincias; sin embargo, ha mantenido la vida cultural muy activa, hace un esfuerzo enorme para que no se suspenda ninguna actividad.

Este es un Congreso que tiene que pronunciarse contra la burocracia. La burocracia creo que lo enreda todo. Muchas de las cosas que hoy no salen, no salen porque pasan por muchas trabas. Es tiempo de tener otras miradas para que todo fluya y darle la prioridad que en estos momentos y cualquier otro debe tener la cultura.

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