Creado en: noviembre 14, 2024 a las 12:00 pm.
Raquel Revuelta y el empeño por reivindicar la actuación
Por: Lázaro Hernández Rey
El protagonismo de la mujer cubana a lo largo de la historia tuvo un reflejo excelso en Lucía, una joya de la cinematografía nacional que continúa brindando luces y referencias en la actualidad. Raquel Revuelta, una de las actrices principales de aquella película, tuvo por cuenta propia un prontuario significativo en su trayectoria artística. Los retos personales, el intercambio con su contemporaneidad y las múltiples instancias en las cuales dialogaron ambas esferas a lo largo de su vida, dieron cuenta de un carácter que trascendió las convenciones para instaurar un ejemplo del buen hacer.
El mundo del teatro en la Isla contó con el apoyo de Raquel como uno de sus adalides más reconocidos, tanto por la extensión en el tiempo como por la consecución de acciones concretas en pos de su desarrollo, con lo cual ayudó a sobrepasar instancias banales con las aportaciones de un talento como el suyo. En tal sentido la influencia de sus padres fue decisiva desde sus primeros pasos en el mundo de la actuación hasta la consolidación de su trayectoria profesional.
Su origen humilde no supeditó el espíritu de un ser humano para el cual las carencias y necesidades nunca eliminaron las capacidades para crear y superar ante los retos del mundo. En ese empeño, el trabajo por los derechos de los actores y las miradas al ejercicio profesional de la disciplina no fueron ajenas a la actriz cubana, formada al calor del método de Stanislavski impartido por Enriqueta Sierra, su maestra y puntal fundamental en la comprensión de cómo los artistas deberían reunir más virtudes que virtuosismo, según afirmó.
Su paso por la emisora Mil Diez también marcó cátedra en su carrera. Como narraba: “(…) Trabajaba con gente que se preocupaban de formarme, que me daban ideología social y esa sí fue una etapa fantástica (…) Conocí mucha gente que se interesaron no en llevarme a recitar sino en darme una visión de la vida distinta. También conocí mucha gente del pueblo (…) Yo tenía dieciséis años, en esa etapa uno se está formando y para mí fue básica la formación que recibí en Mil Diez. Por eso es que cuando llegué a ser lo que se llamaba una ‘estrella’ no podía olvidar aquello, ni me sentía conforme con aquel mundo de lucecitas doradas”.
En aquel mundo, el caso de la perspectiva actoral de Revuelta estuvo enfrentado a las contradicciones y limitaciones inherentes al mundo comercial. “ (…) Estaba hastiada de la televisión, del mercantilismo (…) Me sentía manipulada, explotada en todo sentido, lo peor es que sabía que no estaba dando lo mejor de mí misma, pero si algo te compensaba era el cariño del público, y digo el cariño, el calor humano, no la popularidad, porque eso es otra cosa. (…) Si la Revolución no triunfa yo hubiese sido una amargada. No quiero decir que no se hicieran obras buenas, pero realmente eran las menos.”
Su presencia en los cines estuvo aupada por filmes como Siete muertes a plazo fijo, Cuba baila, la mencionada Lucía, Aquella larga noche, Cecilia y Un hombre de éxito. Asimismo también intervino en televisión con una prolífica multitud de roles, si bien el peso de sus interpretaciones tuvo en el teatro una disposición especial, más íntima y personal, con la cual Raquel despuntó como referente necesario.
En ese empeño estuvieron asimismo su participación en la fundación de Teatro Estudio (en particular por el rol de esa institución y el trabajo invertido para su reorganización) y la labor educativa como profesora titular de la Universidad de las Artes de Cuba (ISA).
Decir que la impronta de Raquel perdura no es una afirmación leve. Las aportaciones de la actriz al panoramaescénico en Cuba surcaron los mares de su origen, la comercialización, la superación personal y los debates culturales. Dicha impronta puso en valor el amor por la profesión a la cual dedicó su vida, no como entrega ciega e irrestricta a un ideal, sino desde el convencimiento de cuánto puede hacer por el mejoramiento humano.