Creado en: octubre 31, 2021 a las 10:34 am.
Sigfredo! Tu luz bróder…
“Autor de veinte libros de poemas, culpable de intrusismo en varias otras disciplinas: artes plásticas, guiones, periodismo”, así describe en su perfil de colaborador a Sigfredo Ariel, la revista de periodismo musical AMPM Magazine, en la que publicó poco más de una decena de artículos periodísticos entre 2018 y 2019. A las amplias intrusiones de Ariel se agregan narrador, ensayista, dibujante y productor musical.
Ariel nació en Santa Clara (Cuba) el 31 de octubre en 1962. Estudió en la Universidad de las Artes, ISA, y con una joven edad fue fundador y enardecedor del legado de Radio Ciudad de La Habana desde los años ochenta, hasta dos décadas en lo adelante. Afiliado a la Casa del Joven Creador, permeado por trovadores, pintores, periodistas y poetas –lo que consideró una “atmósfera creativa y desprejuiciada”–, se desempeñó como escritor para en 1985 aparecer como el último y más joven poeta de Usted es la culpable, una antología de poetas de aquella generación.[1]
El propio Sigfredo se autodefinió en una entrevista para La libélula vaga[2], como un escritor que busca “procurar a nivel consciente que (su) escritura comunique con mayor urgencia, y la desilusión acerca de la efectividad de las fábulas. Esto quiere decir: prescindir en lo posible de lo que sea puro ornamento”; apreciación que sobre su obra tienen otros autores y críticos, como el Lic. en Historia del Arte, Ángel Pérez, cuando dice que Sigfredo “recuperó para la poesía un cosmos de valores (…) reconquistó la elaboración metafórica del lenguaje imaginal, que en el caso de este autor no implicó una sustitución absoluta de la trasparencia del coloquialismo.”
Por algún tiempo antes y después de sus veinte años (marcando esta edad una vida en Santa Clara y otra en La Habana respectivamente), se desempeñó como ejecutor de imprenta en el Ministerio de Cultura en la calle Carlos III, mientras que en su natal ciudad ya ejercía el oficio editando la revista Brotes junto a Arístides Vega. Junto a ellos, ya en La Habana, Victor Fowler fundó una imprenta en la esquina de las calles 21 y N, para reproducir la obra de los jóvenes miembros de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). Aun así, no lograron que el PCC provincial les diera –como había sucedido en otras provincias, asegura Fowler– el suplemento cultural del periódico provincial Tribuna de la Habana.[3] Dicha labor, protagoniza los poemas de Ariel, La imprenta (1985) y el pórtico (sin título) de Manos de obra (2002) “Conocí ciertos oficios/ el insomnio y la lámpara de gas/ la antigua imprenta El Crisol”.
La poética de Sigfredo Ariel le permitió los premios David (1986), Pinos Nuevos, Abril del Caimán Barbudo, UNEAC y Nicolás Guillén de poesía; fue en dos oportunidades Premio Nacional de Poesía de Cuba Julián del Casal (1997 y 2004), y Premio Nacional de la Crítica (2002 y 2006).
Es autor de Los peces & la vida tropical y Objeto social (Sed de Belleza Ed., 1995 y 2011 respectivamente), El enorme verano (Casa Ed. Abril, 1995), El cielo imaginario (Ed. Vigía, 1996), Las primeras itálicas (Miguel Gómez Editores, Málaga 1997), Hotel Central y Born in Santa Clara (Ed. Unión, 1999 y 2006 respectivamente), Manos de obra (Premio Nicolás Guillén, Ed. Letras Cubana, 2002), Escrito en Playa Amarilla (Ed. Matanzas, 2004), entre otros libros de poesía. Son antologías de su obra: La luz, bróder, la luz (La Habana, 2010), El arte perdido de la conversación (Monte Ávila, Caracas, 2010) y Ahora mismo un puente (Madrid, 2011).[4]
El avileño Liuvan Herrera Carpio, en su ensayo El “pathos nostálgico”: la Cuba de Sigfredo Ariel, de su creación literaria expresa: “la historia cubana es tratada como una confluencia tensa de dos temporalidades: una mítica referida a la representación de la nación en un acto de perdurabilidad literaria y, otra histórica, relacionada con lo finito” mientras que Ángel Pérez concluye en el suyo (Por Sigfredo Ariel: la luz, bróder, la luz) “la escritura de Sigfredo Ariel progresa en una sucesión de imágenes donde se anudan el destino de la nación –salvada por el poder redentor de la cultura– y el destino del sujeto.” Ambos confluyen en que la poesía del célebre santaclareño es una crónica constante de su tiempo.
Entre sus incursiones que terminaron por ser bases fundamentales de su creación artística y cultural hoy conocida, creó programas televisivos como La hora de las brujas (1990-94) y en el ámbito del cine asesoró musicalmente el proceso de creación de la película Buena Vista Social Club (1998) del realizador alemán Wim Wenders; expresión artística en la que alcanzó los premios Internacional ULCRA del Audiovisual Latinoamericano (México D.F., 1990), y de Guion del Festival de Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana por “Miradas” (2000), de Enrique Álvarez.
En una entrevista, Sigfredo expresó “No soy crítico, me faltan herramientas y el despego necesario. Me da gusto compartir lo que escucho y la forma en que lo capto, nada más. Los audífonos me han resultado siempre inútiles. Paso la vida poniéndoles discos a los demás, por eso hago radio todavía y he producido los pocos CDs que me han encomendado”; aun así, por su crítica musical, fue seis veces Premio Cubadisco, por notas especializadas; y algunos autores lo proclaman cronista de la música popular cubana. Entre otras distinciones ostentó la Distinción por la Cultura Nacional (1997) y la Medalla conmemorativa Fundación de la Ciudad de Santa Clara (1999).
A sus 57 años, la noticia de una batalla perdida de este multifacético creador contra el cáncer, recorrió el mundo desde la Ciudad de La Habana. El medio de prensa 14ymedio compiló una serie de post que minaron las redes sociales con el sentido pésame. “Un día triste para la poesía y la literatura en Cuba. Se ha ido hace apenas unas horas, uno de los grandes poetas de su generación, sin ni siquiera haber cumplido sesenta años” expuso.
Revisando escritos de Ariel, entrevistas a su persona y el anecdotario en que se convirtieron decenas de medios en español tras su deceso; la música no solo fue un interés periodístico o profesional en su vida, sino su vida misma, su luz. La revista digital La Jiribilla es un valioso archivo de su obra y dedicación a la música cubana, esencialmente al Son; ejemplo de ello son Llegó el Bárbaro; Échale candela; Gloria Cubana: el primer piano sonero; Chano Pozo, Penicilina y Los Compadres; Cuando al disco llegó el son; y entre otros, Mañungo: qué bueno fuera.
Otros trabajos como Conspiración de la memoria publicados en el medio independiente OnCuba News, desde la crónica de un suceso cultural, expresa su visión de la cultura musical no institucional habanera y relata el contexto en que se desarrollaba y sumía sus noches; perfil el cual puede aseverarse tras la lectura de las crónicas interiores en Risas y más risas con Sigfredo Ariel por Camilo Venegas Yero o Cuestionario inconcluso para Sigfredo Ariel de Carlos Lechuga. En otros esfuerzos por visibilizar esa obra y tradición, dirigió la Revista de Música Cubana de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (2007-2008).
A menos de un año de su muerte, con la invitación de su coterráneo Arístides Vega Chapú y su también amigo, Yamil Díaz, le fue dedicado a su obra el evento online sustituto de la Feria Internacional del Libro de La Habana en 2020, Marzo Literario. Como apoyo ante la falta de palabras para lo indescriptible, muletillas prescritas para una elegía o como las simples palabras exactas, han sido usadas las líneas finales de su más famoso poema “Y se borrarán los nombres y las fechas, y nuestros desatinos, y quedará la luz, bróder, la luz y no otra cosa.”
[1] Tomado de Sigfredo Ariel, escribir desde mi oscuridad, por Yoandy Cabrera, en La Libélula Vaga.
[2] Antes publicada en El jardín de Academos, Cubaliteraria y La Habana Elegante; y realizada por Yoandy Cabrera (Pinar del Río, Cuba, 1982).
[3] Tomado de Una despedida para Sigfredo Ariel, por Victor Fowler, publicado por el Caimán Barbudo.
[4] Tomado de Wikipedia.