Creado en: octubre 10, 2024 a las 09:20 am.

Viengsay Valdés, el movimiento hecho poesía

Viengsay Valdés, en el personaje de Kitri, del ballet Don Quijote. Foto: Nancy Reyes

Por Talía Castro Cruz

Viengsay Valdés es, como artista y ser humano, ejemplo de entrega, constancia y disciplina. En cada una de sus presentaciones, en suelo nacional o extranjero, ha sabido honrar su historia, su escuela, y continuar con el legado de sus maestros.

Atareada en la organización del 28 Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, que comenzará el 28 de octubre, gentilmente hizo un espacio en su agenda para conversar con Granma acerca de su trayectoria durante estas tres décadas de carrera artística.

–¿Cómo ve la bailarina Viengsay Valdés a la niña que fue?

–Esa niña hoy es madre, artista, maestra y directora de la máxima compañía de nuestro país, el Ballet Nacional de Cuba (bnc). Tengo el honor de ser continuadora de la obra de grandes maestros fundadores como Alicia, Fernando y Alberto Alonso. He bailado en grandes teatros del mundo, en los cinco continentes. Sobre todas las cosas, esa niña ha sido el orgullo de sus padres y adora regresar a su hogar en esta Isla.

«Si alguien me hubiera dicho en mi niñez que llegaría hasta aquí, no le hubiera creído. Hoy puede decirse o escucharse fácil, pero han sido años en los que he tenido que vencer muchos obstáculos, sacrificios y superarme cada día».

–¿Cómo describiría lo que experimenta cuando baila?

–Bailar para mí es una pasión, así que yo me realizo cuando bailo. Para describirlo tengo que hablar del alma y de la poesía, también de esa mezcla entre emociones y conocimientos. Los bailarines necesitamos asumir un aprendizaje continuo. Precisamente, cuando salgo a la escena, todo lo que he estudiado, practicado, escuchado, se funde en mi conciencia y entonces me centro en la interpretación. Tengo seguridad, me entrego al disfrute pleno de la danza, y busco convertir el movimiento en poesía.

–¿Qué emociones la embargan al recibir los aplausos del público? ¿Cómo le llegan cuando actúa en Cuba?

–Los de aquí son siempre los más cálidos, aunque me emocionan mucho también las ovaciones que he recibido en otros países. Me han ido a ver admiradores con banderas cubanas para hacerse fotos conmigo. He tenido experiencias muy lindas con los públicos. Uno comprende que ha llegado al corazón de mucha gente.

«En Cuba hay un detalle, el público es muy conocedor de la técnica y hasta se sabe las versiones coreográficas. Esperan secuencias específicas dentro de las obras, para ver si una bailarina cumple o no con lo establecido. Convencerlo no es nada fácil. Actuar constituye un reto y que aplaudan significa una victoria».

–Aunque todas las funciones son únicas y especiales, ¿cuál recuerda de forma especial?

–No me siento capaz de nombrar una porque he tenido muchas que han sido inolvidables. Todas las vivo y las siento muy especiales. La Giselle que bailé en el pasado Festival Internacional de Ballet de La Habana Alicia Alonso, con el primer bailarín de la Scala de Milán, Jacopo Tissi, fue una función significativa. Representó la vuelta a la escena tras mi recuperación del parto, y puso a prueba también mi autoexigencia y mi superación.

–¿Cuál es la mayor divisa heredada de su maestra Alicia Alonso?

–La constancia, la exigencia, la calidad interpretativa y técnica, su contagiosa pasión por la danza y su determinación. Esas son cualidades de Alicia que pocos artistas reúnen y, en ella, se conjugaron en una bailarina capaz de dejar huellas en el mundo.

«Me asisto de su maestría y ejemplo cuando hago los programas de funciones, cuando organizo –como ahora– un Festival Internacional, pero sobre todo practico sus consejos sobre la carrera, sobre los cuidados que deben tener los bailarines, incluso en cómo comportarse; los detalles artísticos que me recomendaba en determinados roles, cómo analizar los personajes y cómo desintegrar y construir una escena. Esos son tesoros personales y profesionales para toda la vida».

–¿Qué significa para usted ser la directora del bnc?

–Una gran responsabilidad y un altísimo honor que refuerza mi amor por Cuba y mi orgullo de representar en el mundo a la escuela cubana de ballet, de la cual el Ballet Nacional es su mayor exponente.

–¿Qué se necesita para dirigir una compañía como esta?

–Disposición para trabajar, paciencia y perseverancia, seguridad, comprender nuestra diversidad como seres humanos y artistas. Todos somos diferentes, pero en escena debemos lucir una unidad perfecta. Dirigir con exigencia y con calidez. Aprovechar cada oportunidad para mejorar todo lo que se pueda dentro de la compañía y también enriquecer el repertorio con obras de disímiles coreógrafos y estilos.

«Ahora mismo es una compañía orgullosa de su tradición, defensora de los grandes clásicos, pero también dispuesta a asumir los más diversos estilos danzarios. Un conjunto capaz de lucir tradición y modernidad dentro de un mismo espectáculo.

«Mantener su legado implica mucho sacrificio y dedicación, tomar decisiones concretas que siempre aporten de manera creativa y superar las dificultades cotidianas».

–¿Cómo formar en la joven generación de bailarines el sentido de pertenencia y compromiso con la compañía y con el país?

–Debe enseñárseles desde pequeños, pero no de manera impuesta. La labor que se necesita requiere inteligencia, comprensión, transmisión de valores, principalmente a través del ejemplo y del diálogo; que sientan que son los protagonistas de esta gran historia.

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